El lento desgaste de Johnny Depp
La máquina del entretenimiento siguió en marcha. Hasta que dejó de funcionar.
Los abogados de Johnny Depp dicen que al publicar Amber Heard un editorial en The Washington Post sobre el abuso doméstico que presuntamente sufría, la actriz tomó el buen nombre de un buen actor y lo tiró por tierra. El editorial no nombraba a Depp, pero los lectores no tardaron en atacar cabos, ya que Heard había obtenido una orden de alejamiento contra Depp al acabar su matrimonio en 2016.
Obviamente, estaba escribiendo sobre Depp, que ya había negado haberla maltratado.
“Una acusación falsa puede acabar con una carrera y con una familia”, afirmó el abogado de Depp, Benjamin Chew, durante los argumentos de apertura en el juicio por difamación contra Heard que se ha celebrado en Virginia.
Pero tras seis semanas de testimonios, que es lo que ha durado el juicio, lo que ha quedado claro es que el nombre de Depp ya estaba empañado por el incómodo secreto a voces de su consumo excesivo de alcohol y drogas y su comportamiento errático.
“Nunca le dije: ’Eres un cliente difícil”, dijo su exagente Tracey Jacobs en una declaración grabada en vídeo. “Nunca utilicé esas palabras. Pero fui muy honesta. Le dije: ’Tienes que dejar de hacer esto. Te está haciendo daño”. “Y lo hizo”, dijo.
Jacobs no parecía ansiosa por dar su testimonio, y ofreció respuestas muy breves a los abogados de Heard. Después de décadas representando a Depp, dijo que “su estrella se había atenuado”.
Eso fue a finales de 2016. El editorial de Heard se publicó en diciembre de 2018.
El testimonio de la semana pasada, dirigido por el equipo de Heard, se basó en examigos y personas de la industria que conocían a la pareja, o que habían trabajado estrechamente con Depp, y en testimonios anteriores que trataban el abuso de sustancias de Depp como un hecho probado. La única duda era hasta dónde habían llegado las consecuencias de ese abuso de sustancias.
Uno de los testigos de Heard esta semana, la actriz Ellen Barkin, contó una anécdota sobre su comportamiento anterior al matrimonio de Depp. Según Barkin, Depp “se emborrachaba a todas horas” durante la producción de la película de 1998 Miedo y asco en Las Vegas, y en una ocasión lanzó una botella de vino en una habitación durante una discusión en el plató.
El tema del comportamiento ya se había filtrado a la prensa en los últimos años. A finales de 2020, The Hollywood Reporter publicó un artículo en el que declaraba a Depp “radiactivo” y “fuera de control”, y lo calificaba de “víctima de la cultura aduladora de Hollywood, en la que su gasto desenfrenado y su abuso de sustancias rara vez se ponían en tela de juicio”. Depp ganó cientos de millones gracias al rotundo éxito de la franquicia Piratas del Caribe, aunque dilapidó buena parte de su fortuna. Un productor que trabajó en una película con Depp dijo al mencionado medio: “Nunca le han dicho que no en los últimos 35 años. Eso es típico en Hollywood, pero nunca lo había visto hasta este punto”.
El actual juicio por difamación, transmitido en directo por Internet, permite a los curiosos echar un vistazo a ese mundo.
“Alrededor de gente como él, todo el mundo quiere algo”, explicó el productor musical Bruce Witkin en un testimonio reproducido en el juicio el jueves.
Witkin, que tocó en una banda con Depp a finales de la década de los 70 en Florida, testificó que los dos habían sido amigos cercanos durante años hasta que perdieron el contacto en 2018. No estaba seguro de qué había hecho mal, pero sospechaba que había “algunas personas entre bastidores hablando mal” de él.
Witkin declaró que había intentado que Depp recibiera ayuda para sus problemas de adicción.
“Le conseguí un psicólogo, pero no fue una intervención ni nada parecido. Solo hablábamos de ello y él decía: ‘Sí, sí, estaré bien, estaré bien’”, dijo. Según el relato de Witkin, Christi, la hermana de Depp, “siempre estaba preocupada por su bienestar, ya fuera por el abuso de sustancias o por otra cosa”.
Heard testificó que había visto a Depp tomar todo tipo de drogas: speed, opiáceos, anfetaminas, cocaína, metacualona, éxtasis, marihuana y, por supuesto, alcohol. Uno de sus tatuajes dice “Wino Forever” (alcohólico para siempre, pero Wino también es la abreviatura de Winona Ryder, una de sus exparejas). Según los testigos, Depp tiene una especial predilección por los vinos tintos. Algunos, entre ellos la hermana de Heard, Whitney Henríquez, declararon que habían tomado drogas con el actor en el pasado.
Depp admitió en el estrado haber consumido drogas de forma recreativa, pero negó estar fuera de control. Las descripciones de Heard, según testificó Depp, habían sido “groseramente embellecidas”.
“No soy un obseso que necesite estar drogado a todas horas”, alegó.
Los mensajes que se mostraron al jurado contaban una historia diferente. En un mensaje tras otro, Depp hacía referencia a su “monstruo”, que salía de su interior cuando había consumido demasiado de alguna sustancia, y pedía disculpas o reconocía que había bebido demasiado.
“Pastillas, bien. Con el alcohol tengo mucho fondo y no paro. Es algo feo y triste. Cómo me gusta”, le escribió a un amigo. En otro mensaje, enviado durante un periodo de sobriedad, Depp le dijo a la madre de Heard que su hija le había ayudado a superar “un infierno de mi propia cosecha”.
Jacobs calificó a su excliente de “extraordinariamente talentoso”, pero dijo que tenía “problemas de ira” y “romantizaba la cultura de las drogas”.
“Creo que todo el mundo en el fondo estaba preocupado”, testificó Witkin. “Pero, como he dicho, los empleados no dicen mucho. No quieren perder su trabajo”, dijo.
Un artículo de Rolling Stone de 2018 sobre la gris situación financiera de Depp terminaba con un tono melancólico cuando el escritor Stephen Rodrick observó, después de visitar a Depp en una mansión alquilada en Londres: “No hay nadie a su alrededor que no esté cobrando”.
Así era la dinámica cuando, según Heard, Depp se emborrachó hasta perder el conocimiento en un avión, la acusó de tener una aventura con el actor James Franco y presuntamente la abofeteó delante de muchas personas.
“Nadie dijo nada. Nadie hizo nada. Habría podido oír cómo caía un alfiler en el avión. Se podía sentir la tensión, pero nadie hizo nada”, declaró Heard.
(Depp testificó que durante el viaje en avión de 2014 estaba tomando opiáceos y no habría estado en condiciones de agredir a nadie, sino que se encerró en el baño para alejarse de Heard. Sin embargo, en un mensaje de texto, decía que había estado bebiendo y tomando cocaína).
Heard alegó que el equipo de Depp le ayudaba a encubrir su mala conducta. El personal de seguridad hacía oídos sordos cuando, según ella, le gritaba o le pegaba, y le cambiaban la ropa sucia cuando se desmayaba.
Entre los testigos convocados por el equipo legal de Depp estaba su actual guardaespaldas, Malcolm Connolly, que declaró que a Heard le gustaba “llevar los pantalones” en la relación y que “podía volverse fría en un abrir y cerrar de ojos”. Connolly admitió que era muy leal a su jefe.
El tema de las finanzas de Depp se ha tratado desde diferentes ángulos en el juicio. Sus abogados llamaron a su actual gestor de negocios para que testificara sobre los millones que Heard le exigió en el acuerdo de divorcio de la pareja, mientras que los abogados de ella llamaron al anterior gestor de negocios de Depp, Joel Mandel, al que demandó por presunta estafa. El caso se resolvió en 2018, pero no antes de que salieran a la luz pruebas que mostraban cómo Depp estaba en una situación financiera peliaguda desde al menos 2009. Un correo electrónico de ese año mostraba cómo Depp había ofrecido vender algunas de sus propiedades y otras pertenencias para hacer frente a las obligaciones financieras hasta que pudiera cobrar los cheques de los proyectos cinematográficos que se avecinaban, que le prometían “20 millones”, “35 millones” y “otros 20 millones”, según sus palabras.
En general, el comportamiento del actor fue a peor. Mandel declaró que Depp comenzó a gastar sumas de dinero “muy muy muy grandes” (según testificó, 300.000 dólares al mes en personal), y que con ese aumento del gasto llegó la volatilidad.
“Mi percepción es que el señor Depp se volvió cada vez menos cuidadoso, menos preocupado por si iba a molestar a alguien”, dijo Mandel. “Comenzó a cambiar alrededor de 2010, y la tendencia aumentó con el tiempo”, dijo.
Al parecer, Depp empezó a llegar tarde al plató.
“Al principio, los equipos le adoraban porque siempre era muy bueno con ellos. Pero a los trabajadores no les gusta estar sentados durante horas y horas esperando a que aparezca la estrella de la película”, comentó Jacobs. “Su problema se extendió por la ciudad. La gente habla. Es una comunidad pequeña”, declaró.
En 2015, Jacobs hizo dos viajes a Australia, donde se estaba rodando la quinta entrega de Piratas del Caribe, para hablar con Depp.
Fue en Australia donde Depp y Heard se enzarzaron en una gran discusión en la mansión que él había alquilado. El incidente provocó que Depp perdiera la punta del dedo y que la producción de Piratas del Caribe se interrumpiera temporalmente, aunque cada uno culpa al otro de la lesión. Depp dijo que Heard le cortó el dedo cuando le lanzó una botella. Por su parte, Heard describió una juerga de tres días en la que Depp supuestamente tomó drogas y alcohol, y se cortó el dedo al destruir un teléfono a golpes. La culpó de haberle “arruinado” la vida, dijo ella. Las fotografías expuestas en el juicio muestran mensajes crípticos escritos en espejos y muebles con lo que Heard dice que era sangre de Depp, de su dedo.
“Buena suerte y ten cuidado allí arriba”, rezaba un mensaje garabateado en la pantalla de una lámpara.
Hacia el final de su relación laboral con Depp, según Jacobs, los estudios eran “reacios a contratarlo”. “La gente hablaba”, dijo, “y se cuestionaba su comportamiento”.
Durante su tiempo en el estrado, Depp se analizó psicológicamente. Habló largo y tendido de forma tranquila, de lo que describió como una infancia verbal y físicamente abusiva en la que su hermana y él “trataban de mantenerse fuera de la línea de fuego”. Describió un entorno en el que veía a su madre atacar con frecuencia a su padre, que no se defendía. Comparó su relación con su madre y su relación con Heard y explicó que utilizó las drogas para hacer frente a la naturaleza temperamental de la relación.
En un momento dado, dijo: “La única persona de la que he abusado en mi vida soy yo mismo”.
Los fans de Depp ―un grupo furioso y supuestamente humano que se encarga de que las visualizaciones en TikTok a favor de Depp se cuenten por millones y de que etiquetas como #AmberTurd (Amber Zurullo) sigan siendo tendencia en Twitter― están haciendo un gran trabajo inclinando la opinión pública a su favor.
Aun así, no está claro si el jurado se pondrá del lado de Heard o fallará en su contra al considerar que el editorial es difamatorio por insinuar que Depp era violento cuando bebía y consumía drogas.
No hace mucho que otro juicio muy mediático a un famoso demostró cómo la industria del entretenimiento puede consentir el abuso, aunque sea al revés. En el caso de Britney Spears, cuyo padre controlaba un acuerdo legal que obligaba a la artista a obtener permiso expreso para tomar muchas de sus propias decisiones vitales y profesionales, todo el mundo le dijo “no”. En el caso de Depp, al parecer nadie lo hizo.
En el caso de ambas estrellas, un grupo heterogéneo de profesionales (personas que aparentemente ponen los intereses del famoso en primer lugar pero que obtienen sus salarios en función del éxito de esa persona) se buscó que los engranajes siguieran funcionando. Spears presentaba programas y Depp protagonizaba películas. La máquina del entretenimiento siguió en marcha. Hasta que dejó de funcionar.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.