El lenguaje como arma de discriminación masiva
"Allí donde están las fronteras de mi lengua, están los límites de mi mundo"
Ludwig Wittgenstein.
La Real Academia Española (RAE) nació en 1713 por iniciativa de Don Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga, octavo marqués de Villena. A lo largo de sus trescientos años de historia, un total de 30 directores (varones) han regido los destinos de la Academia que ha estado integrada por un total de 474 personas. Actualmente la Institución se compone por 46 académicos de los que solo 8 son mujeres (17%), pero a lo largo de toda su historia sólo se han conocido 11 nombres de mujer en esta reputada entidad (2'3%).
El histórico destierro de las féminas en la RAE y su anecdótica presencia actual son anacrónicos, injustos y excluyentes de la otra mitad de la sociedad que también se comunica con palabras, pero el mayor perjuicio social se encuentra en las entrañas de las acepciones contenidas en un diccionario normativo (DRAE) que perpetúa, contra toda lógica igualitaria, giros machistas y discriminatorios propios de otros siglos que no se corresponden con una realidad social donde las mujeres ya no necesitan de licencia marital para trabajar y donde tienen plena capacidad de obrar y hasta los mismos derechos que los hombres, al menos sobre el papel.
El lenguaje es mucho más que palabras. Nuestra lengua es la manifestación de nuestra estructura ideológica, de nuestra forma de entender y sentir el mundo, de interpretar la realidad. El lenguaje es un reflejo del pensamiento y es el instrumento a través del cual nos relacionamos y mostramos nuestra manera de ver el mundo. No solo se nombra la realidad, sino que se interpreta la misma. Por ello, el lenguaje puede erigirse en una potente arma de discriminación social, perpetuando las relaciones asimétricas entre sexos y el histórico patrón de dominación del hombre, bajo la consideración de la mujer como objeto y no sujeto.
Estos días, la prensa se ha hecho eco -de manera insólita, tratándose de la RAE, muy acostumbrada a gravitar en derredor de un universo paralelo muy alejado de la realidad social, al menos cuando se trata de las mujeres-, de una iniciativa con cerca de 80.000 firmas reclamando la eliminación del DRAE de algunas acepciones claramente machistas. Tanta ha sido la polémica que los académicos, contra todo pronóstico, han asumido el compromiso de revisar la definición de "sexo débil: conjunto de las mujeres", para agregar una marca de uso que precisará que se trata de una expresión "con una intención despectiva o discriminatoria". Esta modificación irá en paralelo a la de "sexo fuerte: conjunto de los hombres", en la que se incluirá otra marca de uso, con el aviso de que quien dice esas dos palabras las usa "en sentido irónico".
Pero el DRAE es una constelación de acepciones machistas que no se corresponden con una sociedad igualitaria.
En el mismo diccionario, se incluye el término "hombre público: hombre que tiene presencia e influjo en la vida social" y, en cambio, la acepción de "mujer pública", siempre es la misma: "prostituta". Es la negación simbólica del éxito social de las féminas con un mensaje nítido, que no reconoce las capacidades y aptitudes de las mujeres para sobresalir y ser influyentes socialmente.
La palabra "histeria" se define, en su primera acepción, como "Enfermedad nerviosa, crónica, más frecuente en la mujer que en el hombre, caracterizada por gran variedad de síntomas, principalmente funcionales, y a veces por ataques convulsivos."
La palabra"muslamen" se define como "Muslosdeunapersona, especialmentelosdemujer".
Hace unos meses, La Asociación de Mujeres Juezas de España (AMJE) envió una misiva a la actual dirección de la Institución solicitando la eliminación de las acepciones relativas a la versión femenina de determinadas profesiones tales como fiscala, zapatera, médica, alcaldesa, peluquera, o jueza que reproducen la definición de , "mujer de.." , pues en el siglo XXI es incuestionable que las mujeres están totalmente integradas en el mercado laboral y desempeñan, junto a los hombres, todas las profesiones o actividades económicas, en condiciones de igualdad formal.
Tales giros, aunque sean en sentido coloquial, son extemporáneos y perpetúan estereotipos sexistas incompatibles con una sociedad no discriminatoria y con una educación en la igualdad, y contravienen el mandato del art. 14 de la L 3/ 2007, Ley Orgánica para la Igualdad efectiva de Mujeres y Hombres, que proclama que "serán criterios generales de actuación de los Poderes Públicos.... 11. La implantación de un lenguaje no sexista en el ámbito administrativo y su fomento en la totalidad de las relaciones sociales, culturales y artísticas". Además, y en todo caso, son irrespetuosos con la dignidad de las mujeres trabajadoras de este país, que no necesitan ser "la mujer de" para ser valoradas y visibilizadas en todos los ámbitos sociales.
Tales acepciones pueden incluirse en un diccionario histórico, pero jamás en un diccionario normativo que es herramienta educativa utilizada por millones de jóvenes en nuestro país, dúctiles y permeables en valores y que es, además, la referencia para la justicia a la hora de ilustrar miles de resoluciones judiciales.
Pero la discriminación lingüística del DRAE no es monopolio femenino, también afecta a las personas de etnia gitana. En la quinta acepción del término"gitano/a" se incluye "trapacero", esto es : "quien con astucias falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto" . A finales de 2015, y tras múltiples quejas presentadas por el Consejo Estatal del Pueblo Gitano, la RAE incluyó una nota junto a la acepción "trapacero" en la que reza "usado como ofensivo o discriminatorio", lo que supone una mejora, pero no deja de ser un parcheo que rezuma discriminación.
La RAE no es un estamento aislado de la sociedad (de este siglo), máxime tratándose de una entidad que se nutre de importantes aportaciones desde los poderes públicos. Tampoco es inamovible ante la presión social, como se ha visto.
El español es una lengua viva que crece y cambia dentro de su contexto social. Las transformaciones no se dictan desde la Academia, surgen espontáneamente desde la sociedad misma. Las personas deciden el destino del lenguaje y la RAE regula, no al revés.