El judío es el culpable, y yo también
Las pintadas del cementerio judío y la manifestación neonazi no son anécdotas. Una ola de antisemitismo crece en Europa.
Entender el odio es un imposible. ¿Qué lleva a una persona a señalar como el enemigo a un colectivo de seres humanos? La banalización del odio y la sinrazón son últimamente más una norma que una excepción, desde aseveraciones en medios de comunicación relativizando el antisemitismo hasta risas cómplices cuando se habla de personas trans. Es preocupante el nivel de deshumanización al que se llega cuando se desconoce o se desprecia la historia.
Hace pocos días en un homenaje a la División Azul en Madrid, una chica señaló literalmente a los judíos como el enemigo y como el culpable de todos los males de la humanidad. En plena recta final del primer cuarto del siglo XXI y a menos de 100 años del Holocausto, tenemos que volver a escuchar que los judíos son peligrosos y sospechosos. La Shoá supuso el exterminio de unos 12 millones de personas, de los cuales la mitad eran judíos.
La persecución al pueblo judío no empezó en la Alemania nazi, ya en la España de los Reyes Católicos o en otras partes del mundo con similares argumentos, los judíos han soportado sistemáticamente el odio en carne propia y la persecución como forma de vida.
El asesinato masivo de judíos hace casi 100 años no empezó en las cámaras de gas o en los campos de concentración, empezó mucho antes con la deshumanización, con el señalamiento directo, con la burla, con las caricaturas con narices grandes y orejas de burro. El intento de exterminio del pueblo judío a manos de los nazis comenzó con palabras y actos como los que vimos el pasado sábado 13 de febrero en el cementerio de la Almudena.
Ese ignominioso acto es solo uno más de los que tenemos que soportar en los últimos tiempos. Las navidades pasadas el cementerio judío más importante de España, situado en Hoyo de Manzanares, también fue profanado con pintadas antisemitas como “judío bueno, judío muerto”.
No es casual, ni anecdótico, ni aleatorio el señalamiento como chivo expiatorio a los judíos: es una estrategia muy bien pensada por parte de la ultraderecha política y social y también por parte de sectores de alguna izquierda. Banalizar el antisemitismo tiene consecuencias y el pueblo judío podría narrar exactamente en qué consisten esas consecuencias. No permitamos con nuestro silencio que se repita la ignominia de la persecución, el señalamiento y el odio.
La creciente ola de antisemitismo es palpable en toda Europa. Basta con ver la retórica que usa Marine Le Pen en Francia o las pintadas al homenaje a los judíos en Budapest para comprender lo que está pasando y, sobre todo, para reaccionar y no quedar indiferente ante esto.
La comunidad judía en España necesita apoyo y más compromiso por parte de los dirigentes políticos y también se hace necesario que los gobernantes españoles tengan un discurso bastante más nítido cuando condenan el antisemitismo. Las pintadas del cementerio judío no son una anécdota, la manifestación del pasado 13 de febrero tampoco lo es.
No banalicemos el discurso antisemita, no es una chiquillada de una adolescente, ni cosa de cuatro neonazis. Es algo más complejo y más profundo. Estemos atentos para que la historia no se repita.
Se hace necesario recordar que el pueblo judío ha sufrido a lo largo de su historia persecución, tortura y muerte, a la vista de los últimos acontecimientos y a la vista de la pobre respuesta de la clase política española. La Shoá no ha sido aún cicatrizada y, a pesar de eso, se siguen vomitando en plazas españolas frases antisemitas. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que vuelva la persecución? No estoy dispuesto a banalizar tanto odio. Si “el judío es el culpable” que me sumen a mí también a esa lista de culpables.