El FBI confirma que investiga los nexos entre la campaña de Donald Trump y Rusia
El presidente se queda solo: la agencia de inteligencia le desmiente y niega que Obama le espiara.
Este lunes el FBI y la NSA han puesto en duda la credibilidad del presidente de EEUU. Algo inédito en la historia del país, que se enfrenta al dilema de a quién creer: si a Donald Trump o a dos de las agencias más importantes de Estados Unidos. Y sólo se puede estar del lado de un bando: darle credibilidad al líder republicano implica pensar que el director del FBI, James Comey, y el almirante Mike Rogers, de la NSA, han mentido bajo juramento. Ambos han comparecido en la largamente esperada primera audiencia pública en el Congreso de EEUU sobre la injerencia rusa en las elecciones del pasado 8 de noviembre.
Ha sido largamente esperada porque había demasiadas acusaciones por parte de Trump sobre asuntos graves como espionaje, fraude electoral o injerencia de terceros en las elecciones del país—sí, de Rusia—, que tenían que ser aclaradas. Cuanto antes. De ahí que dos comités parlamentarios y el propio FBI se hayan lanzado a investigar. El director del FBI, James Comey, ha tomado la palabra para evidenciar lo insólito del asunto: ha recalcado que no es la práctica habitual del FBI confirmar la existencia de investigaciones en curso, "pero en situaciones inusuales, en las que hacerlo es por el bien del interés del público, puede ser apropiado". Lo que ha confirmado, además, es algo inaudito: el presidente de EEUU, o, al menos, su entorno, son objeto de una investigación que puede tener consecuencias penales.
De momento este lunes se han confirmado tres aspectos fundamentales: no hay pruebas sobre la presunta interceptación por parte de Barack Obama de las comunicaciones en la Torre Trump; el Gobierno ruso maniobró para influir en los resultados electorales, y el Buró Federal de Investigación (FBI) desconoce, e investiga aún, si el Kremlin y la campaña del magnate se coordinaron a tal efecto.
Son las tres primeras conclusiones de la comparecencia de Comey y Rogers ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes. La declaración más rotunda ha sido la del director del FBI: "Estoy autorizado por el Departamento de Justicia para confirmar que, como parte de nuestra misión de contra-Inteligencia, el FBI está investigando los esfuerzos del Gobierno ruso para interferir en la elección presidencial de 2016, y que eso incluye cualquier relación entre individuos asociados con la campaña de Trump y el Gobierno ruso y si hubo alguna coordinación entre la campaña y los esfuerzos de Rusia".
Durante esta comparecencia, tanto el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara baja, el republicano Devin Nunes, como el demócrata de más alto rango de este comité, Adam Schiff, han reiterado que de facto el Kremlin maniobró para influir en las elecciones, aunque de momento no existen pruebas claras de que lo hicieran de manera coordinada con el equipo de Trump.
Pero los hechos están ahí: en febrero, el consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, tuvo que dimitir al conocerse que ocultó que había negociado con el embajador ruso en Washington la respuesta a las represalias de Obama. Y semanas después, el fiscal general, Jeff Sessions, y responsable último del FBI, se vio forzado a recusarse de cualquier investigación abierta sobre la conexión rusa. El motivo: haber mentido al Senado sobre sus reuniones con el legado ruso.
"Todavía no sabemos si los rusos tuvieron ayuda de ciudadanos estadounidenses, incluyendo personas asociadas con la campaña Trump. Muchos de los miembros de la campaña de Trump, incluido el propio presidente, tienen vínculos con Rusia y los intereses rusos. Por supuesto, esto no es un crimen", ha explicado el demócrata Schiff. "Por otro lado, si la campaña de Trump o cualquier persona asociada con ella ayudara o estimulara a los rusos, no sólo sería un delito grave, sino que representaría una de las traiciones más impactantes en la historia de nuestra democracia", ha sentenciado.
Por su parte, el director del FBI ha agregado que la investigación también examinará si se cometió algún tipo de crimen, en relación a las filtraciones de los correos del Comité Nacional Demócrata (DNC) y el jefe de campaña de la entonces candidata presidencial del partido, Hillary Clinton, John Podesta. Aunque dada la delicadeza de la investigación y el hecho de que aún esté en curso Comey no ha podido responder a muchas de las preguntas de los congresistas por cuestiones de seguridad, también ha advertido que la filtración de ciertos documentos pueden llevar incluso a una pena de 10 años de prisión.
LAS ACUSACIONES DE TRUMP
En cuanto a las presuntas escuchas sobre el rascacielos neoyorquino del magnate, de las que Trump acusa a Obama, Nunes ha sentenciado que "no hubo ningún pinchazo en la Torre Trump". Así lo ha corroborado más tarde Comey, quien, interrogado por los congresistas, ha afirmado "no tener información que apoye los tuits" con los que el actual mandatario acusó a su predecesor de haber intervenido sus comunicaciones.
"Ningún individuo en Estados Unidos puede ordenar la vigilancia electrónica de nadie, tiene que pasar por un proceso de solicitud", ha explicado el director del FBI, quien ha agregado que el Departamento de Justicia tampoco tiene constancia de ninguna prueba que pueda respaldar las acusaciones de Trump. El multimillonario lanzó su acusación contra Obama el pasado 4 de marzo a través de Twitter y todavía no ha presentado ninguna prueba para sostenerla.
"¡Terrible! Acabo de enterarme de que Obama tenía mis líneas pinchadas en la Torre Trump antes de la victoria. No se encontró nada. Esto es ¡McCarthyismo!", dijo entonces Trump al aludir a la "caza de brujas" liderada por ese senador ultraderechista durante los años cincuenta.
Pese a que Obama ha negado rotundamente las acusaciones a través de un portavoz, Trump se ha mantenido firme y el pasado viernes, durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca junto a la canciller de Alemania, Angela Merkel, dijo que ambos tenían "algo en común": haber sido espiados por orden del expresidente.
El comentario de Trump fue una referencia a la revelación en 2013 de que un teléfono móvil de Merkel fue intervenido por la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU (NSA) entre 2002 y 2012, un periodo que incluye parte de las presidencias de George W. Bush y de Obama.
En relación con esa cuestión, el director de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), Michael Rogers, también ha negado cualquier participación de la inteligencia británica en dichas escuchas, como sugirió la semana pasada el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer.
¿Y qué dice Trump? De momento, nada. Aunque no es de extrañar que se mantenga como hasta ahora: con amenazas a los servicios de inteligencia, acusaciones de incompetencia al FBI por no detener las filtraciones y con algo que últimamente borda: las bombas de humo. La última ha sido la de acusa a Obama de espiarle, pero hasta los suyos le desmienten. A estas alturas del juego —y lleva poco justo dos meses en el cargo— Trump se está quedando solo en acusaciones nunca antes vistas en un presidente de EEUU.