El infierno de Patricia Aguilar y de su familia para sacarla de la secta del ‘Príncipe Gurdjieff’
La joven de Elche fue captada por un gurú que la hizo su esclava en la selva peruana. Esta es la historia de su periplo y su rescate.
Si hay casos en los que la realidad supera la ficción, la historia de Patricia Aguilar ocupa un puesto privilegiado en esa lista. Quién les iba a decir a Rosa y a Alberto que su hija Patricia, una joven de Elche de apenas 16 años, iba a ser captada en internet por el líder de una secta peruana, que la iba a convencer para dejarlo todo, viajar a Perú una vez cumplidos los 18, y acabar en la selva, embarazada de él y sin nada que llevarse a la boca. Quién les iba a decir que, a pesar de los indicios que tenían sobre el paradero de Patricia, la actividad de esa secta y los testimonios de otras víctimas, la Policía española se negaría a investigar el caso porque la joven ya era “mayor de edad” y las pruebas no eran “suficientes”. Quién les iba a decir que después de un año y medio de agonía, salvarían dos vidas —la de Patricia y la de su bebé— gracias a una investigación familiar y al empeño de dos policías peruanos.
La historia de Patricia Aguilar tiene un final feliz, pero también una trama cruel. La joven fue rescatada en julio de 2018 junto con otras dos mujeres y cinco niños —todos víctimas del gurú— en unas condiciones pésimas, viviendo sin luz, sin agua, prácticamente sin comida y sin ropa, con piojos y desnutrición crónica, con una bebé —a la que había parido sin asistencia sanitaria— a punto de morir. Patricia estuvo un año y medio sufriendo maltratos y vejaciones, pero lo más doloroso a día de hoy es la manipulación mental que durante años ejerció sobre ella su captor. Félix Steven Manrique, el gurú y autodenominado Príncipe Gurdjieff, finalmente fue condenado a 20 años de prisión por trata de personas.
Los años de adoctrinamiento —primero a través de internet, cuando Patricia era menor, y luego en Perú, en persona— son lo que más pesa todavía en Patricia, que arrastra secuelas psicológicas muy difíciles de superar, desde evitación social, rechazo a las relaciones sentimentales, falta de confianza y ansiedad, hasta problemas de sueño y pesadillas recurrentes.
“Este proceso es complejo. Patricia ahora es muy consciente de lo que pasó, está intentando recuperar su vida y sus estudios, e intentando pasar desapercibida. Para como podía estar, Patricia está muy bien. Pero es un ‘bien’ entre comillas; está bien después de haber pasado por el infierno”, cuenta Noelia Bru, prima de Patricia y portavoz de la familia.
Patricia Aguilar es tan consciente de lo que le ocurrió que ahora ha decidido contarlo en un libro, Hágase tu voluntad (Alrevés Editorial), escrito por la periodista Vanesa Lozano a partir de horas y horas de conversación con la joven y con la familia para reconstruir su historia.
“El relato de Patricia es brutal”, apunta Vanesa Lozano. Fue por eso por lo que la periodista decidió escribir el libro en primera persona, con las palabras de Patricia, quien, según los psicólogos y la propia Lozano, tiene una “memoria prodigiosa”. “Fue una de las cosas que más me llamó la atención al principio: cómo recuerda cada detalle con una memoria increíble. En una situación de violencia y de malos tratos, recuerda incluso cuántas veces él la golpea, o cuántas veces él le pide algo a otra de las víctimas. Patricia recordaba con todo lujo de detalles tanto el color de la mesa de la casa donde había estado encerrada como el número de latigazos que su captor le dio en un momento determinado. Ese recuerdo sigue inalterable en el tiempo, y su psicólogo coincide en esto: Patricia tiene una memoria prodigiosa, y eso es algo habitual en víctimas cuando se trata de recordar momentos traumáticos. Se recuerda con mucha más claridad lo negativo, lo perjudicial, que lo bueno”, explica Lozano.
La periodista siguió el caso de Patricia Aguilar desde el principio, cuando la mayoría de medios y autoridades ponían en duda la versión de la familia y achacaban la huida de Patricia a un impulso de una joven enamorada. Vanesa Lozano acompañó a la familia, recibió a la joven cuando fue rescatada, y se ganó su confianza. La periodista ha podido comprobar de primera mano el cambio radical de Patricia, desde que volvió a pisar España hace dos años hasta la actualidad. “Cuando Patricia llegó a España, seguía psicológicamente captada y tenía mucho miedo de que se cumplieran los pronósticos que le había inoculado el gurú: que la iban a tomar por loca, que la iban a encerrar, que le iban a quitar a su hija”, recuerda la escritora.
“Ahora Patricia ha despertado”, asegura Lozano. “Su psicólogo explica que entonces estaba zombificada, y que ahora ha despertado en ella su espíritu crítico. Este tipo de líderes sectarios anula desde el primer momento tu capacidad de discernir o confrontar los mensajes. Para recuperar eso, lo primero que necesitas es salir físicamente del grupo, y después terapia psicológica. Patricia lleva ya dos años, y ha ido analizando desde un sentido crítico cada vivencia que tuvo con su gurú y con el resto de personas dentro del grupo”, señala.
Antes de ser captada con 16 años, Patricia acababa de perder a su tío de 29, que era como un hermano para ella. Fue una muerte repentina e inesperada, por la que Patricia lo pasó muy mal y trató de buscar respuestas en internet. En foros, hacía preguntas como ‘qué hay después de la muerte’ o ‘qué sentido tiene la enfermedad’. En una de esas búsquedas, se topó con Félix Steven Manrique.
“Este tipo tenía infinitos perfiles con infinitos nombres, llevaba toda su vida haciendo esto”, afirma Vanesa Lozano. “Había convertido la captación de chicas jóvenes en su modo de vida. No es que Patricia tuviera la mala suerte de encontrarlo; es que él estaba en todas partes: en grupos de mochileros por el mundo, de música electrónica, de animalitos perdidos y adopción, de bebés y mamis, de novios que nunca engañan, de aficionados a la arqueología. Tenía una actividad frenética. Practicaba la pesca de arrastre y sabía lo que tenía que decir a cada una de sus presas para que picara”, ilustra la periodista.
En tres días, Manrique consiguió saber de ella nombre, apellidos, ciudad, creencias y datos de su familia. “Él detectó que ella no reaccionaba mal a determinado tipo de vídeo y contenido religioso, filosófico, apocalíptico. En dos semanas, ella ya lo admiraba, porque se presentó como un guía espiritual que la iba a ayudar, que le iba a dar estabilidad y consejo. En tres semanas, estaba enamorada de él”, recuerda Lozano. “En casa de Patricia, todo el mundo lo estaba pasando muy mal [por la muerte de su tío] y cada uno afrontaba el duelo como podía, así que fue muy difícil detectar que a ella le estaba pasando eso. Patricia es una chica inteligente, estaba muy bien adaptada, tenía un grupo de amigos, una familia normal y una vida normal. Nadie te previene de eso”, reflexiona.
Precisamente el libro nace en este momento porque es cuando Patricia Aguilar se siente “capacitada y cómoda” para recordar cosas que hasta ahora sólo había hablado con su psicólogo y con su familia más cercana. “Antes lo recordaba y dolía; ahora, ya no”, cuenta Lozano. “Con este relato detallado de lo que vivió, quiere que a otras personas no les ocurra lo que a ella”.
Desgraciadamente, la posibilidad de que otras personas pasen por una experiencia similar sigue presente. “En España, a diferencia de países como Francia o Luxemburgo, seguimos sin una ley que penalice la persuasión coercitiva, que es el tipo de violencia que ejercen estos líderes sectarios con la palabra”, abunda Lozano. “En el registro de entidades religiosas del Ministerio de Justicia se incluyen muchos grupos que, según los expertos, son sectas. Bajo el amparo de la libertad religiosa y de la libertad de expresión, durante muchos años en España se han ido colando grupos que emplean métodos coercitivos para hacer creer en algo y operar con sus adeptos”, afirma Lozano.
“A día de hoy, la única manera de evitar que se produzcan estas captaciones por internet es contándolo para alertar a otras personas de lo que puede ocurrir. Nadie elige ser esclavo. Nadie elige acabar en una situación como la de Patricia voluntariamente, a pesar de que tenga falsa apariencia de voluntariedad”, alerta la periodista.
La familia de la joven lucha ahora por que se cubra ese “vacío legal tremendo”. “Estoy convencida de que si hubiese existido esa ley, todo habría sido distinto”, asegura Noelia Bru. La familia ha perdido la cuenta de todas las trabas burocráticas con las que se encontró por el camino cuando intentaron denunciar el caso de Patricia. “Estábamos convencidos de que al exponer a la Policía un problema gordo como el de la desaparición de una chica, con unos mensajes tan raros, con los testimonios de varias exadeptas, con una menor implicada, los agentes podían hacer algo... Pero los indicios nunca eran suficientes para ellos. No sé si fue por falta de herramientas, por falta de interés, por la complicación de que fuera en otro país… Lo que sé es que si hubo algo que estuvo en su mano, tampoco lo hicieron. Hubo que llegar al extremo del delito de trata para que alguien prestara atención a este caso”, lamenta Bru.
La familia tampoco ha salido ilesa de este proceso. Noelia abandonó su trabajo para volcarse de lleno en la búsqueda de su prima; los padres de Patricia viajaron varias veces a Perú pagando de su bolsillo todos los gastos; estuvieron en un sinvivir durante año y medio y, al echar la vista atrás, saben que todo mereció la pena, pero también que la experiencia ha sido “dura, muy dura”, describe Bru. “Nos dejamos la vida, con todas las consecuencias que tiene, para nuestra salud, para nuestra economía, y con todas las tensiones que genera”, explica.
“Esta secta no sólo dañó a Patricia; dañó a todo su entorno. Cada uno estamos intentando retomar nuestra vida a nuestra manera. Ahora estamos volviendo a la vida”, cuenta la prima.
La propia Noelia Bru sigue en proceso de volver a la vida, pero a una diferente a la que llevaba antes de que su prima desapareciera. Cuando la joven se fue sin dar señales, Bru decidió dejar su trabajo y emprender la búsqueda de Patricia, llevando a cabo una minuciosa investigación que la llevara hasta ella.
“Fue algo instintivo, siempre he tenido una relación muy especial con Patri, así que no dejaba de pensar qué se me había podido escapar, qué no había visto. A la vez, encontramos en su habitación muchos escritos, salmos y dibujos que apuntaban a algo esotérico, a que alguien la había podido engañar. Mi novio y yo empezamos a indagar en las redes sociales de Patri, empezamos a ver cosas raras. Yo tengo un negocio de segunda mano, y las personas que tenía alrededor me dijeron: ‘Tú céntrate, y haz todo lo que esté en tu mano’. Necesitaba de algún modo encontrar respuestas”, cuenta.
Y las encontró: dio con el captor de su prima. “Descubrí que Patricia estaba metida en un perfil que tenía Steven Manrique donde había unas 3.000 menores. En esa cuenta, Steven colgaba mensajes apocalípticos, las invitaba a ir a su país”, relata Noelia.
Pero, de nuevo, eso no fue una prueba “suficiente”, el tiempo pasaba y la familia temía cada vez más perder a Patricia. “Había que intentar sacarla cuanto antes de la influencia del gurú y del grupo. Los expertos nos dijeron que cuanto más tiempo permaneciera, más difícil iba a ser ‘sacarla’ psicológicamente de ahí”, explica Bru. “Nos asustaba que el caso perdiera interés, que los medios no nos dieran voz, que nos viéramos gritando solos en medio del desierto, que todo se enquistara y no pudiéramos encontrar a Patricia, o recuperarla”.
Cuando la Policía peruana rescató a Patricia, a las otras dos mujeres y a los niños, el grupo malvivía en una zona de la selva prácticamente inaccesible y muy peligrosa, donde perviven el narcotráfico y los remanentes del grupo terrorista Sendero Luminoso. “Patricia allí entró en modo supervivencia”, asegura su prima.
En esa fase de supervivencia al límite, en un periodo en el que Patricia se quedó sola a cargo de los hijos que su captor había tenido con otras mujeres de la secta, fue cuando la joven dio a luz a Naaomi, en una cabaña insalubre y con la ayuda de una vecina que acudió ante los gritos de la joven.
La niña que nació, el nexo que unirá para siempre a Patricia con su captor, es precisamente lo que hizo a la joven querer salir del grupo. “Naaomi es fundamental, y ha sido fundamental. Steven Manrique consiguió anular a Patricia, pero no consiguió anular su instinto de madre. Cuando llegó la niña, Patricia la tuvo sola, y vio cómo Manrique le mostraba su desprecio, vio que no iban a ser una familia feliz como le había prometido él, vio que a ese hombre le daba igual la vida de su hija”, explica Noelia Bru.
“A Patricia le importaban muy poco las vejaciones que ella estaba sufriendo, pero, por suerte, él no había podido meter su zarpa en su instinto de madre y, de algún modo, eso fue la fuerza para aguantar los últimos días, que fueron los más duros para sobrevivir”, cuenta Bru.
“Esta niña ha sido su vía de salvación. El motivo por el cual Patricia aguantó, por el cual supo que no quería que su hija creciera ahí, de esa manera inhumana. Supo que su hija tenía que tener pañales, comida y agua caliente”, sostiene Bru.
Un pañal para su hija fue justo lo que pidió Patricia en cuanto fue rescatada. Su captor, en cambio, exigió pasar por la peluquería “porque quería aparecer con buen aspecto ante sus seguidoras y ante la prensa de Perú”, apunta Vanesa Lozano.
Félix Steven Manrique “no está loco”, asegura Lozano. “No tiene ningún trastorno; sencillamente, es una persona mala. No tiene patología más allá de un delirio de grandeza enorme y de un machismo recalcitrante, con una conducta pavorosa hacia las mujeres”, menciona la escritora citando los informes de los peritos que han analizado al gurú.
“Él nunca tuvo un trabajo conocido. Trabajaban las otras dos víctimas y Patricia se ocupaba de la casa y de los niños. Él se dedicaba a meditar y a predicar su mensaje. Además de maltratarlas y de abusar sexualmente de ellas, también se aprovechaba económicamente de las mujeres”, recuerda la periodista.
Desde la cárcel peruana en la que se encuentra, Manrique sigue escribiendo, predicando a quien le quiere escuchar, diciendo que es un enviado de Dios e intentando rehacer su grupo sectario. La web de su ONG fantasma, Acoracom, sigue activa, igual que siguen colgados en la red algunos de sus vídeos de adoctrinamiento.
De hecho, una de sus víctimas continúa visitándolo en prisión y tratando de captar a otras jóvenes a través de las mismas cuentas con las que captaron a Patricia. “Esa víctima fue rescatada físicamente junto con Patricia, pero no psicológicamente”, lamenta Lozano. “Ella sigue creyendo en su doctrina, lleva 18 años con el gurú. Cuando un adepto pasa demasiado tiempo bajo la influencia de un grupo sectario y corta de raíz y se pierde del radar de su propia familia, es muy complicado recuperar a esa persona”, dice.
Esta mujer se puso hace poco en contacto con Patricia, transmitiéndole mensajes del gurú en los que la animaba a que volviera a Perú, recordándole que tiene con él un vínculo en común para siempre: su hija.
Afortunadamente, Patricia tiene otros planes de futuro para Naaomi. “A día de hoy, son inseparables, es como un apéndice de Patricia”, asegura su prima, Noelia Bru. “Cuando se lo digo a Patri, ella me contesta que ‘no puede ser de otro modo’. ‘Mira dónde nació’, me dice. ‘Ahora voy a hacer todo lo posible por que mi a hija no le falte de nada, por que sea feliz y, sobre todo, libre’”.