El Hospital Enfermera Isabel Zendal no hay quien se lo coma
Pacientes del centro cuentan cómo es por dentro: mala alimentación, poca intimidad, ruido y focos en lugar de ventanas.
Casi todo lo que rodea al Hospital Enfermera Isabel Zendal está envuelto en un halo de polémica. El centro no pone de acuerdo a casi nadie y solo hay un aspecto que suscita cierto consenso: la mala calidad de la comida, algo que reconoce incluso el Gobierno de la Comunidad de Madrid. El servicio de alimentación está en el centro de la tormenta que arrecia contra la obra de Isabel Díaz Ayuso.
La disección que hacen a este diario pacientes —y sus familiares y amigos— y trabajadores del centro arroja más sombras que luces. A los problemas con los menús se suma la poca intimidad de los enfermos, el ruido constante del sistema de recirculación de aire y la poca luz natural que se cuela en los pabellones, que están alumbrados con grandes focos que no se apagan hasta bien pasada la medianoche.
Los enfermos que salieron este miércoles por la puerta principal, con la sonrisa del alta pintada en la cara, se debatieron entre la crítica y el agradecimiento cuando se les preguntó por sus días ingresados. “Mi experiencia aquí con el personal sanitario ha sido buenísima. Son personas encantadoras, pendientes constantemente de nosotros. Pero la alimentación... Es siempre lo mismo. A base de patatas, de zanahoria… En fin, comida no muy buena ni muy elaborada”, cuenta uno de ellos, madrileño de 57 años, que rehúsa dar su nombre.
Este trabajador de la construcción estuvo casi una semana hospitalizado en el Zendal. “La evolución ha sido buena. No tenía la neumonía bilateral muy marcada y con los cuidados constantes de los sanitarios me he recuperado rápido y bien. Pero insisto en que la comida es lo que más me ha incomodado”, zanja. La alimentación en el hospital de pandemias, el calco de Ifema al lado de Ifema, se hizo en viral en redes gracias a usuarias como @Tati_Denal.
Esta madrileña, que prefiere no dar su nombre por temor a un linchamiento mediático, lamenta la situación en que se encuentra su marido, técnico de laboratorio de 36 años, quien evoluciona bien de la covid-19. Llegó al Zendal ocho horas después de que el médico le explicara en su centro de referencia, el Hospital 12 de Octubre, que los pacientes leves como él tenían que ser derivados a Valdebebas. El problema es que pasó la noche en urgencias porque no había ambulancias disponibles para recorrer los 26 kilómetros que separan el Zendal del 12 de Octubre con un infectado leve de coronavirus.
“Los guisantes famosos fueron como la carta de bienvenida. Según llegó, le instalaron, le llevaron la comida y dijo: ‘Ay, dios, pero qué es esto’. No quería ir allí y le pusieron esa comida. Se preguntó si querían matarle. Y el vídeo surgió porque lo envió él a la familia con un ‘mirad lo que me han puesto’. Claro, me indigné tanto que dije hasta aquí hemos llegado. La gente tiene que saber esto. Y lo puse en redes, porque él ni tiene Twitter: pasa de esas cosas de redes”, cuenta @Tati_Denal.
Entre los sanitarios la sensación va por barrios. Una enfermera que cruza, ensimismada, la explanada que lleva a la puerta principal se topa con el muro que suponen los vigilantes de seguridad. Porque el Zendal no es un hospital como los demás. El paso está prohibido a quien no esté enfermo o tenga placa de empleado por alto riesgo de contagio.
- ¿Dónde va?
- Soy enfermera, trabajo aquí. Voy a seguridad laboral.
- ¿Pero tiene la placa?
Y la trabajadora saca el salvoconducto que le permite entrar a un milagro de la ingeniería que ha costado 100 millones de euros, el doble de lo previsto en un principio, y que ella misma define escuetamente como “un caos” antes de perderse en el trasiego de enfermos y compañeros. Pero no todo son malas caras. Una doctora con prisa zanja en el mismo lugar: “Mi hospital me parece maravilloso. No tengo nada malo que decir de él. Los periodistas sois quienes lo ponéis a parir”.
Lo cierto es que los primeros que no vieron con buenos ojos el Zendal fueron los propios sanitarios. Tanto la Asociación de Médicos y Titulados Superiores como la Asociación Madrileña de Enfermería cuestionaron su idoneidad por el esfuerzo de recursos que se está tragando y que podrían haberse destinado, explicaron, a dotar con más personal y medios el resto de hospitales y centros de salud.
Y es que a esos 100 millones de su construcción hay que sumar los 8.528.495 euros que cuestan los servicios esenciales del hospital solo entre diciembre y mayo, el lapso por el que la Comunidad y las empresas que se encargan de mantener con vida el Zendal han firmado los contratos.
Más de 900.000 euros en lavandería (Ilunion Lavanderías S.A.). Más de 1.100.000 en el mantenimiento general (Ferrovial S.A.). Más de 800.000 en la seguridad privada (Ariete Seguridad S.A). Casi 560.000 en el sistema de información de UCI (Informática El Corte Inglés S.A.). Más de 2.100.000 euros en la limpieza (Ferrovial S.A.). Y más de 1.100.000 en la comida (Eurest Colectividades S.L.). Pero hay más.
“Lo que me parece flipante son los sobrecostes que ha habido para lo que luego te encuentras. Mi marido, por ejemplo, está teniendo problemas de migrañas. Y resulta que apenas hay luz natural. Están con focos desde las 8 de la mañana hasta la 01.30 de la noche. Y lo primero que pidió fue un antifaz para dormir. No hay interruptores y las enfermeras tienen que llamar a mantenimiento para que bajen los plomos y apagar la luz, pero si haces eso dejas a oscuras el baño. Y ya me dirás si alguien tiene que ir a mear a las 3 de la mañana… tiene que ir con linterna. La prioridad debería haber sido contratar más sanitarios y darles más recursos. Pero bueno, que si hace falta un hospital se hace”, cuenta @Tati_Denal.
Con los más de 8,5 millones que cuestan 6 meses de servicios en el Zendal se podrían haber contratado 646 enfermeros. El sueldo anual de estos profesionales en Madrid, incluyendo extras, es de 26.393 euros según la ley de presupuestos y la normativa autonómica sobre gestión de nóminas. Y también podían haber llegado 387 nuevos médicos internistas con alguna especialidad, cuyo salario medio anual en Madrid es de 44.000 euros sin incluir guardias, trienios, sexenios y otros complementos, según el informe de salarios médicos de España de Medscape.
Hasta el Enfermera Isabel Zendal, no obstante, se acercan sanitarios de otros hospitales de la Comunidad de Madrid para comprobar en primera persona cómo se atiende a los enfermos. “Funciona bien. Está bien dotado. Y puede mejorar, claro, como todo en la vida”, explica una enfermera. La Comunidad de Madrid ordenó no volver a contratar a ningún profesional que rechace ir al Zendal. De modo que es comprensible el interés de quienes aún no trabajan allí pero pueden terminar haciéndolo.
Y es que, según la Comunidad, la selección de profesionales para prestar servicios en el centro se realiza con efectivos que ya prestan servicios en otros hospitales del Servicio Madrileño de Salud. No han pensado en contratar ad hoc. Aunque la consejería aclara que “si se precisa la contratación de personal, se realizará con arreglo a los sistemas de selección de personal temporal acordados en la Mesa Sectorial de Sanidad”.
“A mi marido el hospital le parece un Ifema. Dice que para eso podían haber dejado Ifema. Eso sí, se quita el sombrero por los profesionales, porque dice que no dan a basto y cuando llegan no saben ni dónde están las cosas. Yo le pregunto por el médico y me dice: ‘Si hay 4 para 400 personas. Pasan, toman nota y si no hay nada raro no pasan otra vez’. Me hace mucha gracia cuando dicen que se hacen bulos desde dentro. ¿Alguien piensa que un enfermo está pensando en eso? Los familiares estamos en intentar enterarnos de cómo están”.
F. Pérez tuvo un amigo ingresado en el Zendal. Y su estancia en el hospital del momento en España se convirtió en un asunto de primer orden para los suyos: “Dice que tuvo buena atención. Incluso cuando le dieron el alta le ofrecieron hablar con el director por si tenía observaciones que hacer. Pero se quejó mucho del ruido que provocan las máquinas que hacen circular el aire día y noche; de la falta de intimidad, pues no había cortinas entre los pacientes y de que solo hubiera 2 baños para 41 camas. También de la comida: decía que era la típica de hospital”.
“Yo busqué un teléfono al que llamar para preguntar en caso de que pasaran muchas horas y no supiera nada de mi marido. Pero no hay teléfono si buscas en Google. Es más, cuando hemos puesto la reclamación en Sanidad, en la web cuando vas a rellenar el formulario tienes que elegir el centro al que quieres reclamar, pero el Zendal no aparece ni en la lista. Tienes que marcar otros y luego escribirlo”, lamenta @Tati_Denal.
La lluvia que cae sobre Madrid estos días apaga el blanco que dejó Filomena, también en Valdebebas, donde la Comunidad y el Ayuntamiento se esforzaron por mantener en marcha el servicio especial de la Empresa Municipal de Transportes que conecta el Zendal con Ifema. Uno de los conductores cuenta que ha cogido a cuatro personas en un servicio: “Supongo que serán trabajadores del hospital. No sé si merece la pena el servicio o no, eso lo deciden los gestores. Pero una línea, hasta que coge solera, tarda” zanja.
Cerca de la parada de bus, una auxiliar de enfermería apura un cigarrillo antes de entrar a trabajar. Cuando se le pregunta por la falta de medios y de coordinación que denuncian algunos compañeros se le escapa un suspiro: “A ver, estamos todos empezando. Los controles los vamos abriendo uno a uno y, claro, los enfermeros y auxiliares nos ponemos manos a la obra a colocar el material. ¿Faltan medios?... A ver, sí, como en todos los hospitales. La administración ya sabemos cómo funciona. En la Princesa, el hospital del que vengo, las camas, por ejemplo, son viejísimas. Pero a mí lo que me preocupa es que tengo dos mujeres de 40 años sin patologías previas candidatas a UCI”.
La situación de algunos pacientes provocó las lágrimas de una sanitaria que contó en un audio al que ha tenido acceso este diario la “catastrófica” apertura de un nuevo pabellón para atender a los enfermos por el maldito bicho. La joven denunció que nadie se ocupó ni de dirigirles ni de enseñarles dónde estaba el material. Y eso que, narró, “no dejaban de llegar pacientes”.
“Algunos con 40 de fiebre, tensiones de 20/12, desaturados... No teníamos ventimask, no teníamos reservorio, ni medicación. Llamábamos para preguntar dónde podíamos conseguir las cosas y nadie nos contestaba. Se paseaba por allí el gerente y decía ‘Yo soy el gerente, no tengo ni idea’. El carro de paradas vacío… A nadie le han explicado nada. Fatal. Los pacientes están cama con cama, no tienen un triste biombo ni una triste cortina. No tienen nada de intimidad”, contó esta joven.
Desde que llegaron los primeros pacientes, el pasado 11 de diciembre, hasta este lunes, un total de 718 personas han pasado por el Enfermera Isabel Zendal. Y, de ellos, 33 han recibido el alta. La propia Ayuso empezó la semana elogiando su obra in situ para defenderla de una supuesta campaña mediática de deslegitimación.
Capellanes voluntarios que ya ven negocio en el hospital
Puede que algunos sanitarios y pacientes no encuentren la medicación a la primera o incluso tengan que ir casi sin luz al baño. Pero sí encontrarán capellanes, pues la archidiócesis de Madrid ha desembarcado en el Zendal a dos religiosos para dar consuelo espiritual a los enfermos.
“Se ha puesto en marcha, desde su apertura, el Servicio de Atención Espiritual y Religiosa Católica para acompañar a las personas que lo deseen en sus necesidades espirituales y religiosas. El momento de la cercanía de la enfermedad, y más en esta pandemia, produce ansiedad, miedos, temores e invita a plantearse el sentido de la vida. Y, como Iglesia, siempre hemos querido estar cercanos y disponibles para las personas que sufren”, explican fuentes de la Delegación Diocesana de Pastoral de la Salud.
“El equipo ahora mismo está formado por dos capellanes que atienden de forma voluntaria con presencia diaria para acompañar espiritualmente. Son voluntarios y, hasta el momento, no han recibido remuneración económica por este trabajo. En un futuro, como el hospital está previsto que permanezca de forma estable, estará sujeto al convenio suscrito entre la Provincia Eclesiástica de Madrid y la Comunidad de Madrid, como el resto de hospitales de titularidad pública”, zanjan estas fuentes.
Ese convenio fija que los capellanes a tiempo completo reciban de la Comunidad de Madrid una subvención de 14.967 euros anuales. Y que los religiosos que desempeñen a tiempo parcial se lleven 7.547 euros al año. En total, la Comunidad se deja al año casi 1.000.000 de euros en sufragar los oficios religiosos católicos en los hospitales de la región. No llega a un ‘Zendal’.