El hombre tranquilo
Illa aporta valores muy necesarios en situaciones tan conflictivas y que, por desgracia, llevan mucho tiempo escorados en el debate político.
Con este título, John Ford dirigió en 1952 uno de los grandes clásicos del cine. Un boxeador norteamericano, Sean Thornton, interpretado por John Wayne, regresa a su Irlanda natal para recuperar su granja y se enfrenta a las costumbres y al asfixiante contexto local. Salvando las distancias, Salvador Illa, también secretario de Organización del PSC, es hoy ese ‘hombre tranquilo’ que ‘retorna’ políticamente a Cataluña como candidato a las elecciones autonómicas tras su paso por el Ministerio de Sanidad, un ring donde ha tenido que luchar contra la peor pandemia que ha recorrido el mundo desde hace un siglo. El reto que afronta ahora tampoco es pequeño: se encuentra con un ecosistema polarizado y con la necesidad de reconstruir puentes para la convivencia, previamente dinamitados por la intolerancia de ida y vuelta, y situar en primer plano una gestión olvidada por las urgencias independentistas. Lo hace después de haberse granjeado una imagen de seriedad, rigor, solvencia y moderación en la labor ministerial. Y es en momentos tan difíciles cuando, de verdad, aflora la talla de las personas.
Hace más de una década, el cronista político Antonio Montilla definía también a otro socialista, Manuel Chaves, cinéfilo empedernido, como el hombre tranquilo, siendo ésta, casualmente, una de sus cintas preferidas. Chaves e Illa tienen mucho en común en cuanto a carácter y a actitud dentro de la esfera pública. Como el ex presidente andaluz, el candidato del PSC es una persona educada, dialogante, poco dada a la estridencia, conciliadora, templada, humilde, que piensa lo que dice y que actúa serenamente tras sopesar el camino a seguir. No improvisa, no fanfarronea, no confronta gratuitamente. Políticos como Salvador Illa son la vacuna a la polarización que impera hoy en el tablero político. No sólo en el catalán, también español e internacional. El asalto al Capitolio, instigado por Trump con una sostenida campaña de violencia y de socavación de las instituciones de Estados Unidos, es el ejemplo más paradigmático y preocupante de la deriva democrática como consecuencia de la influencia malsana del populismo y el extremismo. El socialista aporta formas y trayectoria que permitirán eliminar presión al caldeado ambiente político en Cataluña y, por extensión, en toda España.
No es de extrañar, por tanto, la buena acogida por parte del electorado catalán a su aparición en la cartelería para la cita con las urnas del 14 de febrero, si el Covid la permite. No sólo ha sido motivo de esperanza para la tradicional base socialista tras el inusual gesto de generosidad de Miquel Iceta. También las primeras encuestas desde su proclamación desvelan que para los votantes de PP, Ciudadanos y En Comú Podem (la versión catalana de Podemos) es mejor opción que los candidatos que presentan sus formaciones políticas y recibe la nota más alta entre todos los que están en liza. La gente es capaz de ver más allá de los árboles del ruido, la propaganda y la artillería interesada de campaña. Illa aporta valores muy necesarios en situaciones tan conflictivas y que, por desgracia, llevan mucho tiempo escorados en el debate político. Su incorporación a la carrera electoral abre un portillo a nuevos derroteros para la política catalana, tan inclinada a las cuestiones identitarias y tan distante del día a día de la ciudadanía, de sus preocupaciones y de sus anhelos.
Con el candidato socialista no hay espacio para la disputa estéril ni el lucimiento para la galería. Ofrece trabajo, compromiso, diálogo, serenidad y la búsqueda sin descanso del interés general. Los mejores mimbres para recuperar Cataluña en términos de progreso, de bienestar, de convivencia y de prestigio dentro y fuera de nuestras fronteras. Salvador Illa es, a día de hoy, el único de los aspirantes a presidir la Generalitat capaz de suturar heridas, reducir la división de la sociedad catalana y hacer posible el reencuentro. En la película de Ford, el exboxeador se enamora de la hermana de su mayor enemigo y, sin hacer spoiler, hay final feliz. Como en el cine, en la vida también todo es posible.