El franquismo no murió en la cama
Nada parecido encontrarán en Alemania o en Italia.
Hoy, 20 de noviembre de 2020, se cumplen 45 años de la muerte del dictador Francisco Franco, en la cama.
Inmediatamente se aceleraba el proceso de transición política para pasar de la dictadura a la democracia, y las élites políticas, económicas, militares y judiciales del franquismo se adaptaban sorprendentemente a los nuevos tiempos para seguir manteniendo el control y, lampedusianamente, permitir los cambios necesarios para que las cosas importantes no cambiasen.
La Transición no fue lo modélica que se nos ha vendido. Franco y el franquismo dejaron atado y bien atado el nuevo jefe de Estado en forma de monarquía hereditaria sin pasar por las urnas. El Ejército español, el vencedor de “la Cruzada”, quedó encargado de garantizar la “indisoluble unidad de la Nación española”. El nacionalcatolicismo consolidó el papel preferente de una jerarquía católica ultraconservadora. El poder judicial siguió manteniendo su coraza elitista, clasista, conservadora, represiva y patriarcal. Los poderosos, enriquecidos a lomos de la corrupción franquista, consolidaron su poder y su fortuna.
Paralelamente, se legitima el modelo de impunidad español, basado en la desmemoria y en confundir en el debate público a víctimas y verdugos, a antifascistas y franquistas, a republicanos y golpistas. Siguen vigentes legalmente los juicios sumarísimos del franquismo y, en consecuencia, siguen siendo considerados como delincuentes los más de cien mil desaparecidos asesinados por los fascistas que aún en 2020 siguen ocultos en cunetas y tapias de cementerios. Nada parecido encontrarán en Alemania o en Italia.
Muchos de esos factores quedaron sellados en el texto constitucional de 1978, y los más progresistas, fruto de la lucha de la izquierda, el sindicalismo y el asociacionismo vecinal, fueron enunciados para luego ir desdibujándose su aplicación y finalmente permanecer invisibles.
El apoyo abrumador a la Constitución de 1978 hoy se ha disipado, especialmente por nuevas generaciones que no están dispuestas a mirar su presente y su futuro con los mismos ojos que la generación que protagonizó la Transición hace 45 años. En Catalunya, por ejemplo, el rechazo a todo lo que la dictadura dejó atado y aparentemente inamovible es mayoritario: La monarquía, la constitución, las Fuerzas Armadas, la Justicia española y la unidad de España son cuestionadas hoy por la mayoría de catalanas y catalanes.
Frente al cuestionamiento en Catalunya de la herencia franquista y del régimen del 78, se pone en marcha la maquinaria represiva de todos los poderes del Estado con prácticas directamente herederas del franquismo.
Mientras reaparece -o se desenmascara- el fantasma del fascismo en España, regresa a Catalunya la persecución de la disidencia, la causa general contra el independentismo, la represión, las presas y presos políticos, las exiliadas y exiliados… Las cloacas del Estado son túneles que nos llevan directos a la negra noche del franquismo. 45 años más tarde, la democracia catalana vuelve a reivindicar la amnistía y el derecho a la autodeterminación.
Somos un movimiento político democrático, pacifista, que espera una resolución dialogada al conflicto político, al conflicto democrático. Habrá que ver si España mantiene la respuesta represiva que nos retrotrae a tiempos más grises o si es capaz de erradicar las hipotecas del pasado y optar por avanzar en la democracia.
Es triste que 45 años después de que nuestros padres y abuelos brindaran con cava la muerte del dictador, tengamos que seguir luchando para enterrar definitivamente a Franco y construir repúblicas cargadas de libertad, igualdad y oportunidades. En definitiva, repúblicas cargadas de futuro.