El fenómeno fan no entiende de edad... si se trata de los Backstreet Boys
La mítica 'boy band' ha visitado este 4 de octubre el Wizink Center de Madrid.
El fenómeno fan no muere cuando cumples 20. Los Backstreet Boys han vuelto a arrastrar a sus fans de toda la vida en el concierto de este martes en el madrileño Wizink Center, aunque la mayoría de asistentes todavía lo llamarían Palacio de los Deportes.
Las camisetas del grupo, todo tipo de merchandising y pancartas se veían en las interminables colas frente al recinto hasta tres horas antes del inicio del concierto. La diferencia a cuando vino por primera vez esta mítica boyband en 1997 es que sus fans ya no van al instituto, rondan ya la cuarentena. Y ellos la superan con creces.
“A mí no me gustan, vengo por mi madre”, contestaba una de las benjaminas de la cola. Pero el espíritu de estos eventos no se pierde por años que pasen y menos si estas son para ver a Nick, Brian, Howie, AJ y Kevin. La esencia iba grabada precisamente en una de las camisetas con imagen del quinteto más populares entre el público: “No soy mayor, soy vintage”.
DJ Knowle, encargado de ambientar a toda una generación de nacidos en los 80, sabía perfectamente su labor y el público ya enloqueció a las 20h a los sones del Wannabe de las Spice Girls –ya han pasado demasiados años para tener que elegir entre Spice Girls y Backstreet Boys–, el Let’s Get Loud de Jennifer Lopez o el One More Time de Daft Punk incluso hubo momento para ponerse más romántico con Whitney Houston y el I Will Always Love You. Eso sí todo “muy Rosalía”, con su animador con cámara Gopro en mano.
Todo quedó eclipsado por lo que venía después. Puntuales, a las 21:02, el brillo de las pantallas con destellos dorados y el nombre de la gira, el DNA tour iniciaba la que para muchos de los asistentes fue una regresión al pasado, aunque esta vez no era Doc quien ponía el Delorean de Regreso al futuro, lo hacían Backstreet Boys a base de himnos generacionales.
El vídeo de cabecera los presentaba cual héroes de Marvel: uno a uno iban apareciendo Nick, Kevin, AJ, Brian y Howie. Lo cierto es que para toda una generación son sus peculiares superhéroes que forraban carpetas, camisetas y taquillas de instituto.
Los gritos de las fans acompañan el cambio al rojo y negro de las luces y pantallas que presentaban entre sombras a los miembros de la boy band al ritmo de Everyone, seguida de una mítica I wanna be with you. Ellos están solos, sin músicos ni acompañamiento.
Cualquier mínimo gesto, saludo o mirada a las de primera o última fila de cualquiera de sus ídolos desata todo un huracán. Lo demuestran en una coreada Don’t want you back, tras la que Brian Littrell vuelve a alzarse como la estrella del grupo que fue en su adolescencia.
“Buenos días. Sin vosotros los Backstreet Boys no existirían, gracias”, dice el cantante a un público totalmente entregado. Solo le faltaba lanzar un último hechizo para esa noche de magia: “Vamos a haceros sentir como si fuerais adolescentes de nuevo”. Llegó el momento de algunas de las canciones nuevas, del álbum DNA que da nombre a la gira y que está presente en cada rótulo como si de la marca de una franquicia se tratase. La primera a cargo del protagonismo de Litrell, Nobody else, seguida de New Love.
Los movimientos sincronizados y, aunque más calmados que antaño, daban paso a una de las canciones más movidas y pícaras de la noche, un Get Down que hizo las delicias de los asistentes en la que los miembros de la boy band hicieron alarde de movimiento de cadera.
Llegó el turno de Howie, que también se luce en solitario con una de las últimas canciones, Chateau. Eso sí, a pesar del título francés de la canción, no faltó un “viva España” en su presentación antes de salir por una trampilla del escenario mientras las pantallas delanteras descendían.
Cada vez que los miembros del grupo salían del escenario era para un cambio de vestuario, lo hicieron hasta en cuatro ocasiones. Llevan 30 años en esto, el público lo sabe y no se conforma con ver a sus ídolos de cualquier forma. Siguen siendo estrellas pop en toda regla con todo el despliegue técnico que conlleva a nivel de luces, montaje y, por supuesto, vestuario.
Tras esta llegó otra icónica de su Millenium (1999), Show me the meaning of being lonely, y un Incomplete, de los últimos temas de la banda antes de la salida de Kevin Richardson durante seis años y que es un éxito asegurado también en generaciones posteriores gracias a la potente armonía de las voces de sus componentes.
Unos micrófonos de colores, marca de la casa, acompañaron al conjunto en More than that donde aprovecharon para recoger las cartas de alguna afortunada, flores y regalos del público, que seguía levantando pancartas y llamando la atención de sus ídolos.
Precisamente uno de los que más pancartas tenía dedicadas era Nick Carter, quien toma el relevo al frente y pide al público que cante la tonada repetitiva del disco homónimo: “Backstreet’s back”. También aprovecha para decir unas frases en un español más o menos correcto: “Te amo, te quiero mucho, you’re my fuego”.
Backstreet’s back, alright
Saben que tienen al público en el bolsillo y no pierden oportunidad para tener gestos con ellos. Se deben al fenómeno fan, como cualquier otra boy band a la que han abierto paso véase One Direction o los potentísimos coreanos BTS. Llegó el turno de otra que no faltaba en el walkman de muchos de los asistentes: Shape of my heart, que el público acompañó con globos, cómo no, con forma de corazón amarillos.
Esta canción lleva al momento de los dos backstreets más discretos: AJ y Kevin. Los asistentes, entregados, aprovechan el momento para cantarle cumpleaños feliz a Richardson. Nada menos que 51 años, de los cuales 30 ha dedicado a la banda.
Ambos juegan con el público y firman autógrafos hasta que deciden volver a “subir la temperatura” cambiándose tras unos biombos en el escenario con lanzamiento de calzoncillo al público incluido a los sones de Quit Playing Games (With My Heart). El “equipo culo” como ellos mismos se bautizaron acabó acompañado por sus compañeros para entonar As Long as You Love.
Tras esta llegó un choque de realidad, No place, en cuyo videoclip proyectado en las pantallas del Wizink, los miembros aparecen acompañados de sus mujeres y sus hijos. Porque sí, ya no son los chicos de la calle de atrás por mucho que durante varias canciones hagan aún el gamberro.
Además de la bandera de España, Richardson cogió una bandera LGTBI ante los aplausos del público. Esta no fue la única reivindicación contra el exceso de testosterona que se hizo sobre las tablas, AJ respondió ante las bromas de sus compañeros que decían que le tenían que pintar el bigote de adolescente: “Me maquillo el bigote hoy en día aún y me pinto también las uñas y está bien”.
Tras esto llegó una racha nostálgica con imágenes de sus primeros discos en los que apenas eran unos chavales —Nick Carter recordó que tenía 14 años cuando el grupo nació— y de baladas en la que sonaron Don’t Wanna Lose You Now, casi a capella, la versión en español de I’ll Never Break Your Heart y All I have to give.
Entonces llegó el segundo momento álgido de la noche. Se acercaba el final y el repaso a su Backstreet’s Back (1997) se hizo patente, además de con una coreografía con sombreros que le hizo desaparecer del escenario, en un remix futurista con un despliegue de láseres que iluminaban cada una de las localidades de las 15.700 personas reunidas en el WiZink Center.
Regresaron de blanco, como se les esperaba para afrontar un bailado hasta la saciedad Everybody. A ella le siguen otras con la misma esencia noventera en sus bases, incluso con guiños a las bases de Timbaland, que siguen siendo coreadas por el público como el primer día como We’ve Got It Goin, It’s Gotta Be You, The one o That’s the way I like it.
Todo ello antes de llegar a su himno por excelencia, con permiso de Everybody, ese I want it that way con su icónico “tell me why” que el grupo enfrenta perfectamente formado y con una improvisación más que controlada hacia el público.
Así se despedía la boy band del público que de sobra sabía que le esperaban otras dos canciones, que acabarían con un setlist de más de una treintena de temas. Casi a uno por año en activo. El concierto acabó con el tope de la coreografía y la sincronicidad entre sus componentes en Don’t go breaking my heart y Larger than life y con un cañón de serpentina azul y blanca que acabó por llevar al público a la catarsis adolescente. Aunque aún había quien buscaba a los componentes a su salida del escenario.
Este fenómeno generado a manos del excelso productor Max Martin ha marcado la vida de una generación más de lo que pensaban entonces sus padres. Todas a las que le decían, en tono paternalista, que ya se les pasaría “la tontería” de esta boy band se reunieron en el WiZink Center una vez más (y ya van ocho) para cumplir los sueños de esas adolescentes que se refugiaban en su cuarto con pósters de la SuperPop o la Bravo a ensayar la coreografía de fin de curso a la que ponían banda sonora sus ídolos. Los Backstreet Boys viven, el fenómeno fan sigue.