El despido de Rex Tillerson confirma que la prioridad de Trump es Rusia
De poco sirve hacer previsiones meteorológicas a largo plazo en pleno paso de un huracán. Apenas ha pasado un día desde la destitución del secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson y probablemente debamos mordernos la lengua antes de pronosticar nada. No obstante, en este momento ya son visibles algunas consecuencias y podemos plantear ciertas predicciones.
Donald Trump ya había tenido sus más y sus menos con el ahora ex secretario de Estado, Rex Tillerson, pero el hecho de que lo despidiera por Twitter mientras este se encontraba en un viaje fuera del país es una clara muestra de desprecio y rencor. El comunicado del Departamento de Estado decía que Tillerson tenía toda la intención de permanecer y que no conocía el motivo de su despido, por lo que quedaba claro que tanto él como el departamento captaron el mensaje de Trump. Es una maravillosa muestra de que los diplomáticos, como buenos caballeros, nunca son maleducados, al menos no a propósito. (El subsecretario de diplomacia pública, Steve Goldstein, en cuyo nombre se emitieron las declaraciones, parece haber sido despedido también.)
Dejando de lado todo este dramatismo propio de un reality, la destitución improvisada del secretario de Estado despierta cierta preocupación en los políticos y los altos cargos, y acarrea consecuencias negativas en varios aspectos.
En primer lugar, esta forma tan brusca de despedir al secretario provocará mucha polémica y no dará pie a un debate racional sobre política, lo cual supone unas condiciones desastrosas para hacer política exterior. El presidente ha dejado claro que le preocupa bastante más conseguir sus objetivos que pensar en lo que él (o su país) necesita, y que cualquier persona que se interponga en su camino será tratado con la delicadeza propia de una bola de demolición.
En segundo lugar, Mike Pompeo, el que parece ser el sustituto de Tillerson, se ha visto perjudicado antes incluso de empezar. Lo ideal para proteger la imagen del país y su credibilidad habría sido propiciar una elegante destitución de Tillerson y una calmada transición para Pompeo. Así, Pompeo habría dado la imagen de ser un hombre de confianza para Trump en asuntos de política exterior de cara a los aliados y adversarios. De este modo se habría convertido en alguien con poder en la Casa Blanca. Ningún secretario de Estado puede tener éxito sin esas condiciones. Esa dinámica también habría servido para impulsar a los profesionales asediados del Departamento de Estado, levantando sus ánimos y resaltando la importancia del trabajo que hacen por los ciudadanos estadounidenses.
En cambio, dadas las circunstancias, a los interlocutores extranjeros ahora les preocupa que Pompeo hará todo lo posible por que la Casa Blanca escuche únicamente lo que quiere escuchar. Los diplomáticos estadounidenses se preguntan si va a respetar la cultura de debate abierto del Departamento de Estado o si la frenará, restándole (aún más) peso al Departamento.
Resulta especialmente inquietante que el motivo de la destitución de Tillerson parezca ser su apoyo a la primera ministra británica Theresa May. May pidió explicaciones al gobierno ruso respecto al envenenamiento del doble espía Serguéi Skripal en suelo británico, algo que Reino Unido consideró un ataque "directo". Tillerson calificó el incidente de "acto indignante" y señaló que claramente Rusia era responsable. Horas después, fue despedido.
Trump y Tillerson han tenido varios encontronazos en asuntos políticos de suma importancia: Irán, Israel, la paz en Oriente Medio, Corea del Norte, los aranceles sobre el acero, la expansión de las fuerzas nucleares, etcétera. Pero parece que el tema de Rusia le ha costado el puesto.
No podemos sobrestimar la gravedad de la conexión del despido con Rusia, pues envía un mensaje escalofriante a nuestros aliados más cercanos y a todos los miembros de la OTAN: no pueden contar con Estados Unidos cuando Rusia esté de por medio. Y esto despierta mucha inquietud, lo cual perjudica a Estados Unidos, tanto a nivel internacional como nacional: Rusia parece ser la prioridad para las políticas que se toman en la Casa Blanca.
Steven Pike es profesor adjunto en relaciones públicas y diplomacia pública en la Universidad de Syracuse. Trabajó durante 23 años como diplomático en asuntos exteriores en EEUU y dejó su cargo en 2016.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' EEUU y ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao