El desarrollo también se come
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Acabo de estar en Washington DC, donde se celebraron las Reuniones de Primavera del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, la cita anual de dos de los organismos clave del sistema financiero global, durante las que evalúan el estado actual de la economía mundial y las perspectivas para el futuro.

Es una semana llena de contactos entre las delegaciones, reuniones de alto nivel y decenas de eventos. Este año fue uno de estos eventos lo que llamó particularmente mi atención, pues se trataba de un tema que no solemos relacionar con el mundo de la banca multilateral para el desarrollo: la comida.

“¿Pueden ser los alimentos la medicina para el planeta?” (en inglés), rezaba el título del encuentro que reunió a ejecutivos del Banco Mundial, altos funcionarios de gobierno y organizaciones de la sociedad civil que trabaja en el tema de preservación del medio ambiente, cambio climático y alimentación, además de una destacada chef estadounidense.

En la apertura del evento, la Directora General del Banco Mundial, Kristalina Georgieva, contó la siguiente anécdota: hace poco se reunió con el presidente del capítulo estadounidense del Fondo Mundial para la Protección de la Fauna (WWF, por sus siglas en español) y le preguntó cuál sería el desafío más importante que deberíamos acometer las instituciones de desarrollo para proteger al planeta. La respuesta la desconcertó: los alimentos.

La respuesta llama a la reflexión porque, quizá por su presencia cotidiana, los alimentos no suele ser uno de los temas a los que dedicamos más atención en las instituciones que financiamos el desarrollo, sin embargo, tienen que ver con tantos de los otros temas de los que sí nos ocupamos, que quizá es el momento de que los pongamos un poco más en el centro de nuestras conversaciones.

En un informe presentado recientemente por la revista científica The Lancet y la ONG EAT, se intentó dar respuesta a la interrogante de si será posible alimentar a todos los seres humanos (los siete mil millones de ahora y los 10 mil millones que seremos dentro de poco) sin convertir al planeta en un desierto erosionado por la agricultura intensiva.

La respuesta combinada de 37 de los mejores expertos del mundo en el tema es que es posible ayudar a aliviar el problema del hambre, reducir la mortalidad por enfermedades asociadas con el sobrepeso y la obesidad y, al mismo tiempo, mejorar la salud del planeta. ¿Cómo? Mejorando la forma en que comemos y producimos alimentos.

¿Por qué esto es relevante para FONPLATA? Fundamentalmente porque los cinco países que integran nuestra institución -Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay- dedican grandes extensiones al cultivo de alimentos. Tanta, que la producción agrícola combinada de los cinco países podría dar de comer a cerca de la cuarta parte de la población mundial.

¿Cuál sería el desafío más importante que deberíamos acometer las instituciones de desarrollo para proteger al planeta? La respuesta la desconcertó: los alimentos.

La contribución de la agricultura al Producto Interno Bruto de cada uno de estos países fluctúa entre poco menos del 5%, en el caso de Brasil, hasta casi 12% en el caso de Bolivia, según datos del propio Banco Mundial.

Por eso no es casual que uno de los pilares de nuestro trabajo sea el desarrollo rural y el apoyo a la actividad agrícola. Con el Puerto Las Palmas en la provincia argentina del Chaco, por ejemplo, estamos facilitando el transporte de soja y otros granos desde los campos de cultivo hacia los principales puertos marítimos internacionales.

Los puentes que construimos en el departamento de Cochabamba, en Bolivia, ayudarán a cientos de pequeños productores rurales a trasladar sus productos hasta los mercados cercanos, y a llevar a sus fincas los equipos y los insumos que necesitan para seguir produciendo.

Del mismo modo, las carreteras que estamos haciendo y manteniendo en Paraguay, facilitan el tránsito por las ricas zonas ganaderas del país, del mismo modo que en Uruguay, donde además de los programas de mejoramiento vial, especialmente en zonas rurales, estamos trabajando en la ampliación del Puerto de Montevideo, para que la carne y otros productos puedan llegar más rápido a sus destinos internacionales.

Estos son apenas algunos de los ejemplos de cómo nuestro trabajo apoya la producción agrícola de nuestros países miembros. Nuestra aspiración es seguir ayudándolos a impulsar una agricultura fuerte y productiva que respete al medio ambiente.

Con respecto a la forma en la que nos alimentamos, el informe Lancet/EAT sugiere cambios importantes en la dieta, especialmente en los países más desarrollados, a los que recomienda consumir menos carnes rojas, alimentos procesados y azúcares añadidos. Y al, mismo tiempo, aumentar el consumo de frutas y verduras frescas, frutos secos y legumbres.

Si se siguen estas recomendaciones y se logra cambiar la cultura alimentaria de buena parte de la población, lógicamente, habrá cambios en la demanda de alimentos y en la forma de producirlos. Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay deben estar preparados para esos cambios, y las instituciones como FONPLATA tenemos que estar listos para ayudarlos a que lo logren. Porque el desarrollo también se come.

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