El Consejo más largo: UE, España, RUPs
Quien no haya entendido todavía lo que está en juego, es que no ha entendido nada.
Avanzado el mes de julio, escribo esta reflexión a propósito del que ha resultado ser el Consejo Europeo (reunión de jefes de Gobierno) más largo de la historia. Desde el viernes hasta el lunes, cuatro jornadas interminables de tensos tiras y aflojas entre los líderes de la UE27 muestran sus contradicciones, pero también la resistencia de quienes como el presidente del Gobierno de España, han abogado sin desmayo por una respuesta ambiciosa y solidaria que, por primera vez, incluya bonos europeos con cargo a sus Presupuestos, para generar los recursos para la Recuperación tras la crisis de la covid.
Inmediatamente después de la emergencia sanitaria decretada en toda la UE y sus Estados miembros (EE.MM.) ante la pandemia, el PE adoptó resoluciones que pueden llamarse históricas por su densidad y extensión. La Comisión Europea presidida por Ursula von der Leyen (Com VDL) acogió, tras intensos debates, la apuesta respaldada por la mayoría europeísta del PE: un MFF a la altura de la responsabilidad del momento, para afrontar una crisis sin precedentes: de salud pública, sí, pero también de consecuencias económicas y sociales de honda gravedad, a las que pueden subseguir un daño político potencialmente catastrófico para el proyecto europeo en su conjunto.
Cuando empezó la pandemia, muchos acudimos al esfuerzo -que entendimos necesario- de explicar la botella medio llena: los indicadores apuntaban que la UE había aprendido esta vez las lecciones de la pésima gestión de la Gran Recesión (¡“too little, too late”, y en la dirección equivocada!), para reaccionar ahora con suficiencia de recursos, inmediación y prontitud, y en la dirección correcta. Pero la procrastinación del Consejo Europeo -su tardanza en decidir, como penosa consecuencia de su división interna y de las contradicciones de intereses contrapuestos entre los distintos gobiernos de los EE.MM., está desinflando esperanzas. Y vaya si cunde el desaliento.
A estas alturas de julio, la batalla sigue abierta. Pero quien no haya entendido todavía lo que está en juego (¡esos contumaces frugales, cómplices de la “noEuropa”!), es que no ha entendido nada. Ni de la naturaleza y alcance del proyecto europeo, ni de cuánto depende de la calidad, prontitud y eficacia de la respuesta para la recuperación del crédito de la UE ante una parte creciente de la ciudadanía europea propensa a la desafección o al euroescepticismo a base de acumular angustias y preocupaciones.
Como socialista europeo, hago mías las prioridades de las extensas y contundentes resoluciones del PE: un próximo Marco Financiero Plurianual (MFF) 2021/2027 que debe ser, como nunca, ambicioso, solidario y eficaz.
Debe ser, sí, ambicioso, para rescatar la UE de la desafección y de la tentación de irrelevancia, porque de eso nada menos es de lo que se trata ante una crisis tan enorme, corolario de diez años de tropiezos y traspiés desde la Gran Recesión. El MFF 2021/2027 debe incrementar como nunca sus partidas, con Recursos propios/Own Resources y nuevas figuras tributarias (impuestos sobre las grandes corporaciones tecnológicas, impuestos ecológicos: sobre los plásticos, tasa sobre transacciones financieras), y un techo de gasto mayor que nunca en la historia de la UE (ampliando así el margen para los EE.MM. ante el denominado “semestre europeo”). Debe ser solidario: porque nadie ni tampoco ningún EM de la UE es culpable por el impacto del virus; ni tampoco de endeudarse por apoyar a los más vulnerables o desfavorecidos a resistir los estragos sociales del cese de actividad económica y productiva y/o el paro masivo con un mayor gasto público. Y debe ser eficaz, porque debe financiar la Reconstrucción y la Recuperación y al mismo tiempo apuntalar las prioridades fijadas previamente tanto en la investidura como en el Working Programme de la Comisión VDL: innovación para una UE para las nuevas generaciones (Agenda Digital y Artificial Intelligence) y una transición justa hacia una economía libre de carbono que ponga a la UE en la vanguardia y en el liderazgo global de la lucha contra el cambio climático y el calentamiento global.
Como socialista español, me preocupó seriamente la serie de contrapropuestas lanzada por el presidente permanente del Consejo, el liberal Charles Michel, a la propuesta promovida originariamente por la Comisión VDL. Celebro el liderazgo de España y de Portugal -Pedro Sánchez, Antonio Costa- en la incansable búsqueda de una solución solidaria y europea ante este envite -que la Comisión VDL ha hecho suya, recabando para ella el respaldo de Alemania (que ostenta en este segundo semestre de 2020 la presidencia rotatoria de la UE), y de Francia e Italia, entre otros- contra las objeciones de los autodenominados frugales, anclados en una visión tacaña, mezquina y miope del proyecto común y la integración europea.
Como socialista canario, apoyo la resolución adoptada en semana de comisiones de julio por la Comisión de Política Regional (Com REGI) del PE: en el próximo MFF debe garantizarse que a menos el 1% del Fondo de Transición Justa (40.000 millones de euros en la propuesta de la Comisión VDL, rebajados a 30.000 en la contrapuesta de Charles Michel) deben destinarse a las regiones insulares y alejadas que conocemos como RUPs (Canarias, RUP española).
A este preciso propósito, muchas de mis intervenciones en el PE he puesto de manifiesto la paradoja canaria: desde el inicio de esta crisis, de todas las CC.AA. españolas, Canarias presenta la menor tasa de contagios y fallecimientos por su total de población: trascendió ágilmente de fases de confinamiento (fases 1, 2 y 3) hasta el levantamiento general del estado de alarma -seis prórrogas, todas difíciles- en todo el territorio nacional. Es más, algunas de sus islas (La Graciosa, El Hierro y La Gomera) quedaron muy prontamente “libres de coronavirus” (pese a que, irónicamente, había sido en La Gomera donde se localizó el primer caso de contagio detectado en toda España: un turista alemán que había contactado con una persona venida de China en Alemania antes de viajar a la isla). Pero también, sin embargo, dada su alta dependencia del turismo y de la conectividad (frecuencia de conexiones aéreas y marítimas), Canarias sufre un colapso económico y social (con una previsión de paro disparado como nunca) tanto como consecuencia de la emergencia sanitaria, con sus restricciones de vuelos y de movilidad, pero también, sobre todo, del derrumbamiento a plomo de los insumos del turismo y del clima de confianza en que pueda sustentarse su pronta reanimación. Las perspectivas son sombrías. Pero una cosa es indudable: todo (todo en Canarias, junto al conjunto de España) depende de la intensidad y de prontitud de la respuesta de la UE, en términos de “fire power” (“potencia de fuego” de la ayuda del Presupuesto Europeo y del desbloqueo y reparto del próximo MFF).
Y una última reflexión. Una crisis tan tremenda, que hasta hace tan poco nos hubiese parecido inimaginable, nos está dictando lecciones inapelables, de obligada lectura, a todos/as los ciudadanos/as europeas y a todos los gobiernos de los EE.MM. de la UE.
Nos enseña que la globalización no es una superstición, sino un escenario terminante para la entera humanidad, tan real como definitivo, tan cierto como e irreversible. Nos enseña que lo público es valioso, y que debemos preservarlo frente a quienes lo asaltan o erosionan so pretexto de mantras ideológicos que encubren un descarnado darwinismo social o una insolidaria y cruel apoteosis de la desigualdad y todas las injusticias sociales que de la desigualdad derivan. Con Presupuestos (y un MFF europeo) que garanticen la sostenibilidad de los servicios públicos que realizan los derechos fundamentales de titularidad universal (educación, salud, pensiones, servicios sociales), y muy particularmente de los prestacionales (los que requieren inversión en los pilares sociales). Financiando con dignidad la Sanidad. Y retribuyendo con justicia a sus profesionales. Y nos enseña también que vivimos en comunidad, que dependemos unos de otros, interconectados, que nos necesitamos, y que necesitamos también reglas para convivir con solidaridad y con plenitud humana. ¡Y nos enseña también, que, en la globalización, como nos recuerda el verso memorable de John Domme (“For whom the Bell tolls”), ya nadie es, nunca una isla!
Canarias es un ejemplo de esta retadora metáfora.