El 'cierre' del mundo desarrollado, una oportunidad para la integración de América Latina
Resistiendo los nuevos vientos que soplan del norte y sus empujes populistas, sigo siendo un convencido de que la integración regional pensada en nuestra gente es el camino para potenciar el desarrollo económico y social de América Latina. Además, es la manera más idónea de fortalecer nuestra presencia en un mercado global cada vez más competitivo.
Ante las actuales tendencias del mundo desarrollado,como el Brexit (que decidió la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea), o el "America First" (los estadounidenses primero) del actual Gobierno de Estados Unidos, que favorece el proteccionismo comercial y los acuerdos bilaterales, América Latina está en una posición única para profundizar los otrora fallidos esfuerzos de integración regional y hacerlos una realidad tangible para sus ciudadanos.
En su visión más básica, la integración funciona si la carretera que une dos ciudades fronterizas trae beneficios económicos y sociales para los habitantes de la zona. Funciona si el puerto o el aeropuerto en construcción dinamizan la economía y el acceso a bienes y servicios de los habitantes de la región.
Esta integración de infraestructura -que es fundamental- tiene un valor tangible que se refleja en nuevas oportunidades de progreso en las zonas de frontera de los países involucrados. Es el criterio que guía nuestros proyectos.
Pero a la integración física se deben unir la integración productiva y la comercial. Tras medio siglo de esfuerzos regionales, las cifras de integración comercial son desgarradoras. Tan solo el 20% del comercio latinoamericano es intra-regional, según un reciente informe del Banco Mundial. Una realidad bastante mejorable si se la compara con el comercio intra-regional de la Unión Europea y de los países del Sudeste Asiático, en un 60% y 50% respectivamente.
La ecuación aumento del comercio intra-regional más exportaciones al resto del mundo resultó en mayor crecimiento y bienestar para los ciudadanos del Sudeste Asiático. ¿Por qué no podría lograrse lo mismo en nuestra región latinoamericana?
Para ello, es crítico mejorar nuestras condiciones operativas. Aún hoy, los costos logísticos de América Latina son el doble, por lo menos, que el de los de Europa o del Sudeste Asiático.
Según el Banco Mundial, casi el 70% de las carreteras latinoamericanas no están pavimentadas, un porcentaje bastante alto, en comparación con Asia Oriental y el Pacífico, Medio Oriente, y Norte de África (menos del 30%), por no mencionar al Sudeste Asiático y Europa.
Además, muchas de las carreteras desde y hacia las fronteras no se usan en horario nocturno a causa de la inseguridad ciudadana, lo que hace que los tiempos de exportación se demoren y se generen situaciones poco competitivas.
Por suerte, ya hay movimiento para reorientar la integración hacia una mayor eficiencia y relevancia. Hace apenas unos días, la Alianza del Pacífico (que integran Chile, Perú, Colombia y México) acordó generar la categoría de miembro asociado, una aspiración de muchos países que hasta el momento solo han sido observadores.
Al mismo tiempo, se está buscando un acercamiento entre los países del Mercosur y la Alianza del Pacífico para estudiar variantes de cooperación entre los dos grupos regionales de mayor relevancia.
Es que en materia de integración regional, la diversidad latinoamericana puede favorecer la complementariedad comercial y fortalecer, al mismo tiempo, la capacidad competitiva a nivel global.
Es bien sabido que los procesos de integración regional se favorecen con la presencia de países grandes como Brasil, Argentina, Venezuela o México, porque son justamente los que –más allá de coyunturas— tienen la mayor capacidad de absorción de importaciones, por un lado, y por el otro, pueden ofrecer más productos y servicios que los países medianos y pequeños.
En tanto, los países pequeños y medianos tienden a gravitar alrededor de las grandes economías cercanas y tienen más dificultades para exportar a latitudes distantes por los elevados costos logísticos, excepto en el caso de productos o servicios con una gran ventaja comparativa, como ocurrió con las materias primas en la pasada década.
Por eso, una aproximación entre estos dos bloques (Mercosur y Alianza del Pacífico) que acerque las dos sub-regiones y los países que las componen podría provocar un posicionamiento comercial único para la región.
Este acercamiento, junto a una mayor inversión en Investigación y Desarrollo (I+D) y en seguridad pública significaría para América Latina la oportunidad de aprovechar la actual coyuntura de retracción de varios países desarrollados de la escena comercial mundial y conquistar un espacio que hoy no tiene.