'El Chojin': "No puedo prohibirles a los neonazis que piensen"
El rapero publica su cuarto libro 'Siete Martes' (Grijalbo), su primera novela escrita a "dos tintas"
No hay forma de entender el rap en España sin El Chojin. Bajo ese apodo basado en el nombre del Dios del manga japonés Urotsukidōji se esconde desde los 90 Domingo Antonio Edjang Moreno, cuando empezó a rapear en su Torrejón de Ardoz (Madrid) natal, donde el ambiente de la base militar hizo que se generara un caldo de cultivo perfecto para generar la primera escena del rap español junto a nombres como Frank T. o los Verdaderos Kreyentes.
Con más de 20 años de trayectoria a sus espaldas, el rapero de padre ecuatoguineano y madre extremeña ha publicado su cuarto libro, Siete Martes (Grijalbo), con el que narra una historia sobre salud mental y amor, bajo dos perspectivas distintas escrita a dos tintas que se ven influenciadas claramente por el racismo.
Precisamente su conciencia sobre el racismo, los problemas sociales, el machismo, la salud sexual —recordemos su hit Lola y ese “no, no sin condón”— e incluso la salud mental se plasman en sus letras. Para él la libertad de expresión no tendría que tener ningún límite. “Si hablamos de la libertad, no conoce límites”, explica. Por esa razón asegura que le “pareció bien” la manifestación neonazi en el barrio de Chueca (Madrid) del 18 de septiembre. “Si no, vivimos en un mundo en el que estamos negando todo el tiempo que existen. ’No hay que dejar que hablen ni que se reúnan”. A mí me gustaría que no existieran, pero lo hacen y quiero saber que están”, detalla.
Siete Martes es tu cuarto libro, pero tu primera novela con estas características digamos “escrita a dos tintas” dando voz a sus dos protagonistas, ¿cómo te la planteaste?
Como lector me suelo enfadar con los autores de los libros que más me gustan porque me dan solamente una visión de la historia normalmente, cosa que tiene sentido porque cuando hablamos realmente solemos dar nuestra visión, no la de los demás, pero siempre se me quedaban cojos. Esta es la historia que cuenta el protagonista, pero cómo lo ve la coprotagonista. Y pensé, “bueno, puedo ser yo el que haga entender que la realidad tiene, como mínimo, un ángulo diferente por cada uno de los implicados”. Me pareció que era buena idea contarlo así, de hecho, una de las cosas más bonitas que me ha dado la novela ha sido, a través de la visión de la persona que no era yo, convencerme de que el autor estaba equivocado cuando estaba planteando una idea.
Te encargas de derribar prejuicios y de mostrarlos, tanto la visión acomodada de Carol como las de las personas afrodescendientes. ¿Vivimos estereotipados?
Cada vez más, o al menos, cada vez es más evidente. Creo que esto de las redes sociales lo pone a las claras. Tenemos una idea, nos gusta pensar que nuestra idea es irrebatible y empezamos a pensar que todo aquel que no tiene la idea que tenemos nosotros está, como poco, equivocado. Entonces, una de las fallas que tenemos es que no nos enseñan a entender que la otra persona es tan persona como tú, aunque piense cosas que tú nunca vas a entender. Muchas veces tratamos de deshumanizar al que no compramos su discurso.
¿Por qué tenemos tanto pudor a decir la palabra negro?
Esto te da para un reportaje entero (risas). La palabra negro es un insulto, lo es porque el blanco lo inventó como un insulto. El europeo no veía al africano, a partir de cierto momento de la historia, como una persona. De modo que para poder deshumanizarlo utilizaba la palabra negro, que no es más que un adjetivo calificativo no un sustantivo. Lo que haces con eso es quitarle la parte de sujeto a la persona a la que te refieres y solo lo haces con ese calificativo.
Ahora hay una corriente muy importante dentro de la afrodescendencia que dice que se acabó entender negro como un insulto: si blanco es blanco, negro igual. Pero el blanco se siente todavía preocupado porque sabe que es un insulto, entonces intenta no decirlo, en parte por esa idea de superioridad que tiene el europeo que dice “ay, pobrecito no le voy a decir negro porque encima que lo es no se lo voy a recordar”. Tendríamos que quitárnoslo de encima y pensar que si estamos jugando a colores y que hay un grupo de gente que es blanca a la que llamamos blanca, pues el grupo de gente que es negra se la llama negra y no pasa nada.
Solo en el primer trimestre de 2021 se registraron más de 300 agresiones por motivos racistas, ayer mismo aunque no haya sido una agresión se han recibido multitud de insultos xenófobos hacia una fallera mayor en Valencia ¿cómo hay que protegerse ante esta oleada de odio?
Lo más importante, no para la comunidad afro sino a nivel personal, es no dibujar un mundo que no existe. Hay que dibujar el mundo tal y como es. A todos nos gustaría vivir en un mundo en el que el racismo no existiera, pero ese mundo no existe, ese mundo no es real. Cuando crías a un niño afrodescendiente o racializado de cualquier otro lugar tienes que enseñarle que estás viviendo en un mundo que te va a mirar distinto y te va a poner las cosas complicadas, y hacer que ese niño sea un poquito más duro que vive en su misma sociedad. Es una mierda, pero hasta que no vivamos en ese mundo como decía Martin Luther-King que a nadie le importe el color de su piel, lamentablemente eso existe y hay que convivir con ello.
A mí lo que pasó el otro día en Madrid en Chueca con la manifestación neonazi me pareció bien, en el sentido de que se ponga sobre la mesa que esa gente existe, que están ahí. Si no, vivimos en un mundo en el que estamos negando todo el tiempo que existen. “No hay que dejar que hablen ni que se reúnan”. A mí me gustaría que no existieran, pero lo hacen y quiero saber que están. ¿Qué hago, les prohibo lo que hacen o les prohibo que piensen? No puedo prohibirles que piensen, así que me hablen, que me digan lo que tienen en la cabeza, que yo necesito ponerles cara también. Cosas como esta desmontan el discurso de la presidenta de la Comunidad de Madrid, que dice cosas como que el racismo o la homofobia están solo en la cabeza de la izquierda.
Bueno, recientemente ha dicho que el indigenismo es el nuevo comunismo.
Sí, lo he estado escuchando, que dice que es un delirio reescribir la historia. Que los españoles fueron muy buenos en Latinoamérica….Pero bueno, en fin. Ese es el discurso de Ayuso, pues ya está. Pero es lo que decimos, no me gusta ese discurso, pero no puedo prohibirlo ni soñar con prohibirlo. Tengo que convivir con él porque estoy rodeado de gente.
A veces se piensa que tienen más poder mediático el asesinato de George Floyd y el movimiento Black Live Matter cuando aquí los jornaleros de Almería están recibiendo violencia constante o en las calles sigue habiendo estas agresiones diariamente. ¿Le damos más importancia a lo que se ve fuera?
Tenemos una visión propia mejor de la que tenemos de los demás porque las sociedades se construyen así. Es una tontería, no eres mejor persona por nacer en España que por nacer en Estados Unidos. Todos venimos de donde venimos y ya no solo los jornaleros que viven en régimen de semiesclavitud, es que tenemos ahí el Mediterráneo, que mueren miles de personas y muy pocas veces se habla de ellos como personas. Algunas veces los llaman inmigrantes tus compañeros en prensa, volvemos a lo mismo, se utiliza un calificativo para definir a alguien. Estamos dejando que esa persona deje de ser persona.
También se les dice subsaharianos, como si Subsaharia fuera un país. ¿Estamos hablando de personas negras? Pues vamos a hablar primero de personas, y después de que son negras. El racismo está institucionalizado y cuesta mucho porque nadie se quiere retratar como racista. Por eso es más fácil señalar a otros y cuando ocurren las cosas aquí, negarlo y mirar para otro lado.
¿Se siente protegido el racismo ahora? ¿Qué papel juega Vox y la ultraderecha en todo esto?
Sí, por supuesto. Esto lo he dicho alguna vez. Yo ya tengo una edad y en los 90 cuando le decías a alguien racista era un insulto y el propio racista lo negaba. Ahora ya es una opción, si me apuras, respetable. “Bueno, es racista, pero… Cada uno tiene derecho a pensar lo que quiera”. Sí, gracias a esos mensajes que se dan desde la ultraderecha y la derecha también muchas veces.
El problema fundamental es que no tenemos clara la definición de racismo y, a partir de ahí ya es muy complicado tildar algo de racista, porque ¿qué es el racismo? Hay gente que piensa que única y exclusivamente es colgar a un negro de un árbol o que le quemen una cruz en la puerta de su casa, pero eso o que le peguen una paliza es un delito, no es racismo. Está motivado por eso, sí, pero son cosas diferentes. El racismo es entender que alguien de un color diferente al tuyo es menos por ser de ese color y tratarle en consecuencia. A esta gente se les llena la boca diciendo que no es racista cuando tienen un discurso racista.
Hablas también en el libro de los microrracismos que sufren sus protagonistas como que le toquen el pelo o que les digan que tienen mucho ritmo, ¿te has enfrentado a muchos comentarios así?
Sí, por supuesto. Desde siempre, desde pequeñito. Tuve una anécdota superestúpida hace unos días la última vez que estuve en Hacienda, que me atendieron de maravilla. Yo me siento ahí, me piden el DNI y se lo doy y cuando me ve, me dice “¿eres español?”, le digo “sí”, y me vuelve a preguntar, “¿seguro?”. Son tonterías, luego me atendió de maravilla y demás, pero me pides la documentación, ¡te doy mi DNI!, lo tienes en la mano y aún así me preguntas si soy español. Ese tipo de cosas son constantes, no se hacen con mala idea como el caso este de los nazis, pero sin mala intención están ahí.
Tratas de deconstruir como bien dices a la “niña bien” Carol, que te ha acabado sorprendiendo a ti mismo, ¿qué papel juega la situación económica en la educación o los valores? ¿Se paga?
Primero habría que hablar de qué es la educación, si es a nivel de estado o de currículo escolar y demás, pero no es solo eso. La educación está dentro de las aulas como fuera, hay una cosa que me parece muy curiosa que entendemos que nadie en el colegio te enseña a ser racista, entonces ¿dónde aprendemos a serlo? Fuera, en la sociedad. Ahí están tus padres, tus tíos, los deportistas que te gustan, los periodistas que ves… Está en algún sitio, si están fuera, habrá que lucharlo fuera. En el colegio no creo que haya ningún discurso radicalmente machista o racista. Hay retazos, como al hablar de la conquista de América, cuando se habla de la propia Reconquista…
Cuando te hablan de los emperadores de Roma de Adriano, de Trajano, pero luego cientos de años después la primera persona que voló era cordobesa [Abbās ibn Firnās], pero era musulmán. No he escuchado a nadie sacar pecho de que fuera española, porque claro era moro. Pero cientos años después de Trajano del que tanto sacas pecho porque era “español”.
La trama principal de la novela abarca la importancia de ir al psicólogo, ¿seguimos pensando que es fragilidad hablar de salud mental?
Aquí solo tengo una creencia, no tengo ninguna afirmación. Vuelvo a lo de antes, nos gusta dibujarnos mejores de lo que somos tanto en sociedad como individuo. Nos cuesta aceptar nuestros problemas y vendemos constantemente que estamos mejor de lo que estamos, somos guapos y más listos de lo que somos, y más sanos de lo que estamos.
Reconocer que estás yendo al psicólogo es poco menos decir que tienes problemas y ¿cómo vas a tener problemas? Cuando no serías humano si no los tuvieras. De hecho, tengo varios amigos psicólogos que recomiendan que no vayas al psicólogo cuando tengas un problema, sino para intentar tener menos problemas. Hace tiempo que pienso que esa parte de la salud debería estar muchísimo más cuidada y normalizada porque, al final, de la cabeza sale todo. Si no tenemos algo parecido a la paz, es más fácil que tengamos problemas fuera, que gritemos en el coche, discutamos en el trabajo o le gritemos a nuestra pareja.
También en tu tema Y está bien también abordas eso, ¿vivimos rodeados de mensajes tipo Mr. Wonderful positivos para que nos creamos que todo va a ir bien?
Eso es todo mentira. No está bien y está bien no estar bien (risas). Cuando miramos dentro de nosotros nos gusta mucho sacar lo positivo y nos da tanto miedo lo negativo, que lo terminamos odiando. Si miramos lo bueno que tenemos nos estamos perdiendo la mitad de lo que somos, aunque no nos guste. Es necesario para conocernos a nosotros mismos saber lo que te hace sentir bien y lo que te hace sentir mal. Eres la unión de las dos cosas. A nivel personal, he encontrado mucha tranquilidad en eso, en saber que hay cosas que no se hacer, cosas que se me dan mal, que tengo que mejorar y que no me gustan de mí. Trabajarlas y saber qué mejorar. Eso un profesional, un terapeuta te puede ayudar a entenderlo y a quitarte la presión esa de estar siempre sobresaliente. Como es inalcanzable, genera frustración.
¿Y en el mundo del rap? ¿Siguen primando los egos y ese beef que se ve de puertas para afuera?
Creo que ahí se va a mantener. Es parte de su esencia también. Esto es un poco largo (risas). Hay que tener en cuenta que el rap se desarrolla en el Bronx (Nueva York, EEUU), un barrio deprimido con problemas de alcohol, droga, delincuencia. Un sitio donde la gente necesitaba autoestima, el rap llegó para eso. Permitía coger un micrófono y decir que eras muy bueno y al hacerlo con un flow que molaba, la gente lo repetía. Eso te daba un chute de autoestima que era necesario para hacer frente a ciertas cosas. A partir de ahí, cuando se extiende al resto del mundo, lo hace con estos principios de quererte y demostrarte. De decir que eres muy bueno a eres el mejor, hay un paso muy pequeñito y si dos sois el mejor ya hay un problema. En España no los ha habido, pero en Estados Unidos sí, se ha llegado a matar incluso. Es una parte de la que no hay que sentirse del todo orgulloso, pero no reniego de ella.
Siempre se ha visto al rap como un género machista y actualmente, por ejemplo, en el mundo de las batallas de gallos Sara Socas está haciendo historia ¿está cambiando o sigue siendo un argumento insultar a la madre o la novia del otro?
Ahora en Colombia, la que ha ganado es una chica. Eso ha cambiado, cuando ves las batallas de gallos de ahora no se suele hablar de eso ni de madres ni de novias ni de hermanas. Eso ha evolucionado rápido porque el rap es un tipo de música que, al final, funciona mejor cuanto más pegado a la sociedad esté. Es un altavoz. Si la sociedad es más machista, vas a encontrar rimas más machistas, ahora mismo la sociedad española está intentando luchar contra el machismo y creo que es una de las prioridades a nivel social, aunque queda mucho por hacer, es por eso también.
Con las condenas de Valtonyc o Pablo Hasel, ¿crees que hay menos libertad de expresión ahora que en 1999 cuando sacaste tu primer disco Mi Turno?
No, creo que hay mucha menos o, más bien, está más vigilado lo que tienes que decir. En cualquier caso, yo tengo la teoría de que a Valtonyc o Pablo Hasel no se les condena tanto por lo que dicen sino por cómo lo dicen. Algo que no aparece en ningún lado es la antipatía. Todos los raperos hemos dicho lo mismo de la monarquía o de los distintos partidos que han estado gobernando. Nos hemos metido con todo el mundo y estos, por lo que sea, han caído mal a los que toman las decisiones. Tú eres un señor de la Audiencia Nacional de 70 años que eras el más listo de tu promoción, por eso estás ahí, y te encuentras un chaval de veintipico sentado frente a ti con cara desafiante y que se ha pasado de listo, pues dices “te voy a meter en la cárcel, chaval”.
Estoy totalmente en contra de que se limite la libertad de expresión, por el propio término si hablamos de la libertad, no conoce límites. De modo que vivimos en una sociedad en la que todo el mundo puede decir lo que piensa, no solo si piensa lo que yo.
Como comentabas antes con los neonazis.
Claro. Me dan asco, que conste, y me gustaría que no estuvieran. Pero, ¿qué le hago si están? A veces nos comportamos como niños pequeños y digo “me enfado, como no quiero que exista esto lo borro”. No quieres, pero eso da igual. Lo mismo pasa en este asunto, puedes pensar que alguien es un tonto por cómo rapea, pero no por eso tienes que pasar por un juicio o por la cárcel porque al final, lo que estás haciendo es expresarte.
¿Cómo convive el rap con el auge del trap?
Al principio no sabíamos muy bien qué estaba pasando, la gente que hacía trap eran raperos todos que hacían rap con otra base musical, en principio era eso. Pero ha sido bastante rápido que se han separado ambos géneros musicales. Creo que son dos estilos de música tan suficientemente distintos como para que no tengamos que saber los rappers de trap ni los traperos de rap. Nos han metido a todos en un saco que llaman música urbana, que me hace mucha gracia, el rock no es de la urbe o el pop. Urbano es todo menos tocar la gaita o cosas así. Nos meten a todos en el mismo saco y lo que importa, que es el público, tiene que diferenciar qué es lo que le gusta. Muchas veces las etiquetas nos fallan porque puedes hacer un estilo indistintamente llamado trap y darle unas letras muy de rap, o al revés, hacer rap con letras muy de trap. Todo es muy difuso.
Yo no tengo mucha idea de trap, quise estudiarlo al principio porque pensaba que iba a ser algo que tenía mucho que ver con nosotros, pero luego no fue así.
En 2019 anunciaste tu último disco, ¿se está perdiendo el formato?
Creo que una de las cosas más felices que nos pasan es que haces algo por última vez y no lo sabes. Yo sabía que el último disco iba a llegar tarde o temprano, pero quería tenerlo bajo control, sacar un disco que fuera “el último”, no quería que en el futuro estuviera sentado en el sofá y pensase “pues el último disco que saqué no pensaba que iba a ser el último”. Dije voy a tomar las riendas y voy a decidir cuándo se acaba esta parte de mi vida tan importante que he estado toda mi vida adulta grabando discos. Es una pena, pero llegó el momento de acabar con eso porque se consume la música de otra manera. Hay que aceptarlo. No me gusta, si tuviera poder, se seguirían escuchando discos, pero como no lo tengo (risas)...