El caso Rocío Carrasco o cómo el fin justificó los medios
Lo más importante de anoche fue que un personaje tan de casa y tan popular como Rocío Carrasco contase su maltrato y el vínculo de este con la maternidad.
Nadie como Telecinco y La fábrica de la tele —la productora de la casa que se ha encargado del especial sobre Rocío Carrasco—, nadie como ese paradigmático (de lo bueno y de lo malo) imaginario de Mediaset podía hacer lo que hizo ayer en televisión. Un 33,2% de audiencia, 3.700.000 espectadores.
¿Fue un espectáculo lo de Rocío Carrasco de anoche? Claro. Pero al acabar pensé en una frase tópica y típica: el fin justifica los medios. Ayer Telecino jugó en una liga, cómo decirlo ¿más sincera? ¿más sólida?
Tranquilos, ya sé que la puesta en escena, los silencios, las músicas, esos momentos en los que Jorge Javier se levantaba a ofrecer 12.000 euros tras un testimonio letal de Rocío Carrasco, eran show televisivo puro, pero, salvo todo eso —insisto, sé que es mucho, pero así es la tele de Vasile, que vemos todos, no nos vamos a llevar ahora las manos a la cabeza—, el especial —la entrevista de ella, fundamentalmente— estuvo a la altura de lo que se venía anunciando desde el martes. La historia había colonizado la parrilla y otros tantos medios digitales, era un bombazo televisivo en toda regla, y sí, el contenido parecía ser dinamita. De la mala.
Yo que estoy bregada en procelosos momentos televisivos, que suelo ir con el chaleco antibalas puesto ante estos dramas, me quedé estupefacta y conmovida. Por supuesto me creí a esta mujer a quien no conozco en persona, pero a quien he visto, crecer, casarse, presentar programas, llorar, desaparecer, renacer… También he visto cómo la propia cadena que anoche la acogía, la había despedazado día a día. En el documental, que está hecho sin remilgos, a saco, se pudo ver un buen resumen de ese machaque. Invito a cualquiera a imaginarse en esa situación sólo unos minutos. Y luego a alargar esos minutos a 20 años.
Sí, ya sé —o ya supongo, porque nadie ha comunicado de manera oficial nada en esa dirección— que Rocío Carrasco ha hecho este especial a cambio de una sustanciosa cantidad económica, ya sé que Telecinco no lo ha hecho para luchar contra la violencia de género o para hacerse perdonar por la hija de la Jurado. Todo eso lo sé. Pero también sé que anoche estaba frente a la tele un público diverso, el especifico de Telecinco y el otro, el que no se suele acercar a su universo. En ambos hay mujeres maltratadas, seguro, mujeres que nunca lo cuentan por miles de razones, mujeres de todo tipo. Cultas, analfabetas, adineradas, discretas, madres, famosas… Y las frases mortales de la hija de Rocío Jurado se quedaron ahí, en sus cabezas, y quizá las llevó a tomar decisiones. A contarlo todo ante quien deben contarlo: la policía, los jueces…
Lo más importante de anoche fue que un personaje tan de casa, tan popular como Rocío Carrasco contase su maltrato y el vínculo de este con la maternidad, algo de lo que se habla poco y de lo que yo sé poco o nada. Pero también fue importante por varias cosas, relacionadas con la trascendencia televisiva, que nunca me cansaré de repetir:
1. Que la tele puede ser muy cruel y destrozar y levantar reputaciones y en lo que dura una pausa publicitaria.
2. Que su repercusión es siempre mayor de la que nos creemos. A Rocío Carrasco, una mujer muy hecha desde pequeña a los medios, que ha negociado mil veces con ellos, que conoce su lenguaje perverso, sus trampas, la condujo, literalmente, a un intento de suicidio.
3. Que dar voz, minutos, risas, defensas, a maltratadores, elegir a los gallitos del corral en los castings (da igual que estén en La Isla de las tentaciones, en Supervivientes, en los platós de tertulianos, en Mujeres, hombres y viceversa, en GH…) emponzoña el mundo y es perverso. Y debería, sí, estar vetado.