El binomio feminista
En la era de la polarización, más que nunca, debemos dar espacio a no tener una opción cerrada.
Llevo días intentando escribir esta reflexión de la manera más clara posible. Creo que, finalmente, he encontrado las palabras, espero que entendibles.
Ha surgido una cierta polémica desde hace tiempo sobre la evolución del feminismo y la vertiente que ésta debe tomar. Por un lado, las feministas teóricas de base (que indudablemente se conocen al dedillo a De Beauvoir and company y están en disposición de hablar con conocimiento sobre el movimiento), aseguran que la cosificación de las mujeres y el fomento que éstas mismas pueden hacer de sus cuerpos de manera indirecta es síntoma de la complicidad de la educación patriarcal. Y que todo lo que sea cosificación de los atributos físicos femeninos es, en definitiva, alimento fresco para la cultura machista.
Por otro lado, las neo feministas más mediáticas, no menos empoderadas, acentúan el discurso de la libertad absoluta de sus cuerpos para enseñarlos cuándo y dónde quieran, y apuntan que lo que falla es la lupa patriarcal con la que son observadas. Hablan de la educación de esos ojos, más que de su conducta.
Lo cierto es que ambos discursos me resultan igual de válidos. Admiro y respeto profundamente a las feministas teóricas, a las que se les debe TODO el avance. Pero también creo que el feminismo debe adaptarse a los tiempos y hacer su labor social.
Sin embargo, no dejo de pensar, que la exclusiva cosificación de las mujeres, actualmente, sigue siendo símbolo de objeto y no de sujeto.
La verdad es que cuanto más me documento, menos soy capaz de inclinarme hacia ninguna vertiente, lo cual, lejos de hacerme sentir desconcertada, me hace sentir con una mirada más amplia. En la era de la polarización, creo que más que nunca, debemos dar espacio a no tener una opción cerrada... reflexionar sobre la misma y respetar su evolución.