El Bauhaus y el renacimiento de la cultura europea
A la Europa de hoy, como en el XIX, también le sobra el nacionalismo.
En su discurso sobre el estado de la Unión Europea, la presidenta Von der Leyen anunció, entre otras propuestas, la posible creación de una especie de “Bauhaus” Europeo. Ahora ya va cogiendo forma.
El Bauhaus original, una escuela de arte y arquitectura alemana que aguantó desde 1919 hasta que los nazis la cerraron, pretendía combinar artesanía y bellas artes. Estética y funcionalidad.
Esta nueva propuesta llega ligada a Pacto Verde Europeo. Y pretende arrancar como un laboratorio de ideas que combinando ciencia y tecnología, diseño y funcionalidad pueda acelerar la transición a un entorno de vida -y habitabilidad- sostenible. “Lo necesario, también puede ser bonito”, en palabras de Von der Leyen. Una buena metáfora aplicable al trabajo -y la comunicación- de las instituciones europeas.
Poco ruido ha hecho. Y las criticas señalan que igual la necesidad no es tanta y la prioridad inexistente. La realidad es que la Comisión Europea puede lidiar con proyectos diferentes al mismo tiempo. Presentar el plan del Bauhaus Europeo no significa abandonar el resto.
Va a arrancar con cinco nuevos proyectos europeos en los diferentes países de la UE. Proyectos de sostenibilidad, adaptados a las condiciones locales y con un el foco en la eficiencia energética, la demografía, la movilidad y/o la innovación digital eficiente en recursos.
Pero detrás de esta propuesta -y con vistas a otras fases de acción- la Comisión Europea puede encontrar, además, la respuesta a uno de los objetivos históricos del proyecto de la UE: la identidad europea. La ansiada unidad, el despertar del sentimiento de pertenencia. Una apuesta por el poder unificador de la cultura para crear -o potenciar- el europeísmo del siglo XXI.
La cultura como canalizador del europeísmo no es una idea nueva. Se ha intentado a nivel institucional en muchas ocasiones. Tantas como las veces que se ha atribuido erróneamente a Jacques Monnet aquello de “si tuviera que hacerlo de nuevo, empezaría por la cultura”. Tantas como las ocasiones en las que se ha menospreciado su potencial.
Antes, en el siglo XIX, la máquina de vapor y los raíles por Europa, consiguieron propagar por todo el continente el arte, la música, la pintura. Un encuentro cultural. Un amanecer de la exportación y explotación comercial.
Orlando Figueras nos lo cuenta en su libro Los Europeos y nos da detalles de cómo las óperas italianas de Rossini -interpretadas por una española- triunfaron en Rusia… o cómo la poesía alemana de Goethe y las pinturas españolas de Velázquez inundaron el continente.
Ahora, el Bauhaus que propone la Comisión, centrado en la ciencia, la tecnología y lo “verde”, puede ser el punto de partida para el renacimiento de esa cultura europea. Que sea un laboratorio que impulse estética, funcionalidad y valor en todos los ámbitos de la cultura (y más allá) y no sólo en la arquitectura.
Al europeísmo cultural del XIX, dicen, le faltó una lengua común (aunque se intentó con el francés) y le sobró el nacionalismo. El mismo que acabó con el Bauhaus en Alemania. El veneno que llevó a la destrucción de Europa en las dos guerras.
Igual, este Bauhaus europeo, si deriva en realidades concretas y tangibles, si no queda a cargo de “los de siempre”, si no lo “malean” los estados miembros, si no se convierte en un nido clasista… igual es una oportunidad. Un primer paso para ese nuevo europeísmo que las Instituciones de la UE persiguen desde sus inicios. Ciencia, tecnología, arte y cultura para potenciar ese “modo de vida europeo”.
Nada que ver con la creación de un homo europaeus que piense, cree y actúe bajo unas mismas premisas. Nada que ver con imponer una corriente única, de cultura o pensamiento -normalizado y deseado por muchos-. La cultura o es diversa o deja de serlo. Con la UE, ocurre lo mismo. Los experimentos del pensamiento único y la posesión de la verdad, regados con victimismo, solo conducen al abismo. O diversidad o caos.
Como dice mi admirado Nacho Alarcón, lo que une a los europeos son, también, “las cosas a las que no estamos dispuestos a renunciar”. La diversidad debe ser una de ellas.
A la Europa de hoy, como en el XIX, también le sobra el nacionalismo. A esta propuesta de Bauhaus Europeo le faltan detalles y le sobran eslóganes.