El 'autogolpe de protoestado de farol' y la que se avecina
Aplicar el 155 y largas penas de prisión a independentistas que ganan elecciones es un pésimo programa político en el largo plazo.
Escribo estas líneas desde Ginebra, ciudad Suiza a la que me he mudado a principios de este año por cuestiones de trabajo, el día en que finalmente hemos conocido la sentencia a los políticos presos por el “procés”. Desde el extranjero, como se está viendo ya, en general no va a entenderse bien que 9 responsables del “procés” hayan sido condenados a penas de 9 a 13 años de prisión. Seguro que no va a haber unanimidad al respecto y algún periodista en algún rincón de Europa defenderá la solidez de la sentencia, pero meter en la cárcel a rivales políticos cuyas acciones no violentas estaban motivadas “ideológicamente” resulta antiestético, y que duda cabe, los independentistas van a explotar el “feísmo” subyacente (y ya lo están haciendo).
No cabrá culpar al periodista extranjero que simpatice con Junqueras y compañía. El hecho de que los condenados hubieran obtenido una sentencia similar en el país desde el que escriban esos periodistas sus crónicas no evitará que los condenados susciten sus simpatías. La unidad de España no es un fetiche para el periodista europeo medio y los líderes de un movimiento independentista que amenace la misma no van a ser percibidos como peligrosos criminales mal que les pese a algunos no independentistas. El carácter no violento del “procés” que la propia sentencia (que descarta la rebelión) ya recoge (aunque sea bajo la fórmula matizada de que no hubo “violencia instrumental”) facilitará que desde fuera se simpatice con unas aspiraciones que no dejan de ser similares a las de tantos escoceses o quebequenses, por poner ejemplos, cuyos líderes independentistas no han pisado nunca la cárcel, aunque eso es así porque esos líderes tampoco han protagonizado lo que personalmente yo llamo un “autogolpe de protoestado de farol” y el Tribunal Supremo llama sedición.
“Autogolpe de protoestado de farol” no es un tipo penal en nuestro código penal ni en los demás (e incluso la sedición no tiene una correspondencia clara en el código penal de otros países, como sospecho que los jueces belgas van a determinar en poco tiempo), por lo que no resulta fácil explicarle a un extranjero que es lo que ocurrió ahora hace dos años en Cataluña ni será fácil para el mismo extranjero entenderlo. “Autogolpe” es quizás la parte más fácil de explicar del asunto si lo entendemos como lo define la Wikipedia (un líder elegido legalmente que asume arbitrariamente poderes que el legislativo no le reconoce). “Protoestado” es quizás menos fácil de entender, pero desde mi punto de vista Cataluña no era un Estado soberano hace dos años y sigue sin serlo, por lo que las asonadas (según la misma sentencia) afectaron solo a una autonomía y no a todo el Estado. La parte de “farol” del asunto estuvo clara para quien esto escribe desde el principio y es uno de los argumentos clave de la sentencia para descartar la rebelión: la finalidad de los condenados no era tanto la “vanamente prometida independencia” para la que “no disponían de los más elementales medios” como persuadir al Gobierno español a negociar.
Es decir, lo que ocurrió no sería muy distinto a una estafa, cuya pena máxima en nuestro país son 8 años de cárcel si la cantidad defraudada excede 250.000 euros. Ahora bien, las cosas son ciertamente más complejas en este caso; aunque los condenados fueran conscientes de que no iban a lograr la independencia asumo que la mayoría de ellos son sinceramente independentistas y me consta que no perciben sus acciones como una estafa sino como necesarias para crear las aún inexistentes condiciones para lograr su tan anhelada independencia. Muchos de sus votantes independentistas comparten esa visión con ellos, como ya sabemos y veremos muy pronto en las elecciones que se avecinan.
Tejero, Milans y Armada fueron condenados a 30 años por rebelión, si bien los dos últimos llegaron a beneficiarse de indultos. La sentencia pues no da la razón a los que durante tanto tiempo han llamado “golpistas” a los condenados puesto que las penas no son las mismas que las que recibieron golpistas confesos como Tejero o Milans. Los condenados son otra cosa (autogolpistas de protoestado en grado de tentativa). Supongo (espero) que la derecha modulará en adelante su lenguaje para tildar a los políticos presos sino como tales por lo menos de “sediciosos” en vez de “golpistas”. Por su parte, los independentistas van a redoblar el discurso de “fascistas” a todo aquel que no piense como ellos que los políticos presos (o presos políticos según ellos) son inocentes. Lo cual, y espero equivocarme, va a acrecentar la antipatía entre no independentistas e independentistas, lo que a la postre beneficia a los independentistas.
Más allá de que personalmente la sentencia me parezca tanto fundada como excesiva, de lo que estoy seguro es de que a la larga no arregla nada. El 155 y la sentencia sientan un precedente, pero la verdad es que con la aceleración del “procés” ahora hace dos años era previsible que todo esto iba a ocurrir. Pero aplicar el 155 y largas penas de prisión a independentistas que ganan elecciones es un pésimo programa político en el largo plazo, especialmente si los independentistas logran algo así como un 55% de los votos en lugar de un 47% como hasta ahora, lo que en teoría podría ocurrir en menos de un mes, y para lo cual más represión no sería, y creo que muchos coincidimos en esto, una respuesta democrática.
Que no hemos avanzado en absoluto es igualmente cierto para los que creen en el proyecto independentista, que sigue siendo tan vago como lo era hace ya dos años. Cuestiones totalmente centrales, como la pertinencia a la UE o no de una Cataluña independiente, siguen sin estar resueltas (o al menos no lo están en el sentido en que los independentistas pretenden). El Brexit y la dificultad práctica de materializarlo (teniendo el Reino Unido un Banco Central del que Cataluña carece) solo ponen de relieve lo quimérico del proyecto si éste implica una salida de Cataluña de la UE, como debería ser en toda lógica.
Pero los independentistas son obstinados y ya sabemos que no van a cejar en su empeño. En mi opinión haríamos bien en dotarnos de algo parecido a una Clarity Act a la canadiense. Actualmente en España no sabemos cómo se resolvería una situación en que los independentistas obtuvieran un 55% o un 60% de los votos en Cataluña si descartamos un 155 permanente (que no es políticamente viable). En Canadá lo saben: habría un referéndum que los independentistas habrían de ganar de manera clara y solo después se empezaría a negociar una hipotética independencia, que bien pudiera ser resuelta en términos draconianos en contra de los propios intereses independentistas (por ejemplo con un referéndum en Montreal para que sus ciudadanos decidieran si se unen al nuevo estado o continúan siendo canadienses).
Aún mejor, y más difícil de imaginar a día de hoy, sería convertir España en una auténtica federación, como lo es el país en el que hoy resido. Pero eso quizás sea carne para un próximo post…