El Atlético, el Qarabag FK y las guerras del Cáucaso
El Atlético del Cholo tiene fama de equipo aguerrido, de esos que pelean hasta el final y saltan al campo como si jugaran mucho más que un simple partido. Todo lo puede este Atleti. Sin embargo, los atléticos no saben que hoy van a la guerra, una guerra que comenzó hace un cuarto de siglo y que continuará cuando se hayan ido. Hoy juegan contra el Qarabag FK, equipo exiliado en Bakú de la ciudad de Agdam. ¿Que por qué está exiliado? Todo comenzó hace 25 años, cuando armenios y azeríes fueron a la guerra en Nagorno Karabaj.
Al calor del colapso de la Unión Soviética, más de una decena de repúblicas socialistas se convirtieron en Estados independientes. En el mapa del Cáucaso aparecieron Georgia, Armenia y Azerbaiyán, tres países que, a pesar de su Historia común, no iban a tener las mejores relaciones. Para empezar, tanto Bakú como Ereván tuvieron serios problemas para delimitar sus fronteras: ambos reclamaban el territorio del Alto Karabaj y, lo que es peor de todo, ambos tenían buenas razones para hacerlo.
De un lado, los armenios recordaban cómo el enclave siempre había formado parte de la conocida como "Armenia histórica"; solo una salomónica decisión en 1921 de Iósif Stalin lo había separado de sus hermanos de Ereván. Durante los siguientes 67 años, el Karabaj fue administrado desde la República Socialista de Azerbaiyán, aunque sus habitantes nunca se sintieron azeríes. Tanto es así que en 1988 el Parlamento de Nagorno Karabaj forzó una votación para separarse de Bakú y volver a reintegrarse en Armenia. Tras la polémica decisión, difícil de encajar en el Derecho soviético, vinieron los años de los pogromos, las independencias y, finalmente, la guerra. De 1991 a 1994, los recién creados Estados de Armenia y Azerbaiyán pelearon por el control del Karabaj. El saldo final se podría resumir en miles de desplazados, más de 30.000 fallecidos y una pírrica victoria para Armenia, que logró hacerse con el dominio del Karabaj, pero no consiguió materializar su anexión y reconocimiento internacional.
Sin embargo, volvamos al fútbol y a la ciudad de Agdam. Durante la guerra, la pequeña localidad azerí, limítrofe entre Nagorno Karabaj y el resto de Azerbaiyán, intentó continuar con su tradicional estilo de vida. A pesar de los bombardeos y los combates, el Qarabag FK cumplía a rajatabla con su calendario futbolístico. Para los jugadores, todos de la ciudad, el fútbol se convirtió en una obligación sagrada, una forma de alejar Agdam durante 90 minutos de la guerra. La ciudad se merecía el pequeño descanso, y el equipo incluso logró levantar la Supercopa de Azerbaiyán el 2 de agosto de 1993; habría sido una gran celebración si diez días antes Agdam no se hubiera rendido al ejército armenio. Tras tres años de guerra, el reciente campeón nacional marchaba al exilio en Bakú; atrás quedaban una ciudad fantasma, un estadio en ruinas y un entrenador muerto en el conflicto. Sin apenas recursos y jugando como eterno visitante, los siguientes años fueron muy duros para el Qarabag FK. En 2001 el club estaba en bancarrota.
¿Qué salvó al equipo? Su increíble historia. En el Gobierno de Azerbaiyán, una férrea dictadura con el control de muchos recursos energéticos, entendieron que el Qarabag podía ser el trampolín ideal para elevar sus reclamaciones sobre Nagorno al mundo. Un opaco holding con muy buenas relaciones con İlham Aliyev, presidente de Azerbaiyán, invirtió millones en el equipo. Con dinero y un gran apoyo gubernamental, solo fue cuestión de tiempo que el Qarabag empezara a conseguir buenos resultados. La Champions es el último gran acto en una década en la que Aliyev y los suyos han instrumentalizado el fútbol para fines políticos. El Atlético, que hasta hace no demasiado llevaba publicidad de Azerbaiyán en su camiseta, se enfrenta a todo un país. Quizá les consuele saber que a menos de 300 kilómetros unos tres millones de armenios se sentirán por una noche colchoneros.
El autor forma parte del equipo de El Orden Mundial