El arte de criar silencios
A veces, normalmente después de una soberana estupidez gestacional y unas contra(di)cciones de parto, rompo aguas y, casi con diez centímetros de dilatación, doy a luz un SILENCIO hermoso y delicado que rompe su llanto sietemesino en mi estómago.
Después lo limpio, lo arropo y lo amamanto; de un pecho, orgullo, del otro, paciencia. Le doy sus tomas cada cuatro horas y le cambio el pañal cuando se hace notar. Y así lo voy criando, hasta que se hace tan mayor que él solito abandona el recuerdo para convertirse en el olvido de un coito prescindible.