El año de Inés de Castro (II): Una obra barroca sobre amor, poder, sexo y asesinato
La Inés de Castro de Ignacio García es trascendente, sufridora, sangrienta, barroca.
En mis años en EEUU tenía la costumbre de darles títulos sonoros a los cursos que impartía en la universidad (Sexo, amor y prostitución en la Edad Media, Identidades transatlánticas, Literatura de lo oculto), de todos el que me quedaba por dar era Amor, poder, sexo y asesinato en el Barroco. Sin duda, hubiera incluido Reinar después de morir de Luis Vélez de Guevara (1578-1644) en el programa.
La obra trata la historia de Doña Inés de Castro (1325-1355), alta dama orensana y esposa del rey don Pedro I de Portugal quien es, sin duda, una de las protagonistas de este año teatral. Reinar después de morir viene con el marchamo de calidad de un equipo que lleva muchos años haciendo teatro clásico, y muy bien. El director, Ignacio García, ha realizado más de 50 piezas entre comedias barrocas, zarzuelas, y obras contemporáneas. El adaptador, José Gabriel López Antuñano, ha trabajado en numerosas ocasiones con textos barrocos. Podríamos destacar su versión de la calderoniana La gala de Ingalaterra en un magnífico Enrique VIII que se estrenó hace años en la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Cabe destacar que Antuñano López es autor del principal manual de teatro contemporáneo: La escena del siglo XXI, un texto ineludible para conocer la realidad teatral europea de nuestros días. La directora, Pepa Pedroche, es una avezada actriz de la compañía que ha trabajado en múltiples producciones anteriores. Podríamos destacar, entre muchas otras, su ¿De cuando acá nos vino? lopesco. Son, como vemos, unos estupendos mimbres para una producción más que interesante. Se trata esta de una coproducción entre el Festival de Teatro de Almada y la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Se estrenó hace meses en su versión portuguesa donde tuvo un gran éxito en un entorno en el que no es común encontrarse con mucho teatro clásico.
Cabe destacar, sobre todo, su espectacular escenografía. Es esta una rampa semicircular con dos escotillones laterales que se utilizan de manera constante para la entrada y salida de los personajes. La rampa es de madera está policromada con imágenes reminiscentes de los mosaicos portugueses. En los laterales izquierdo y derecho se encuentran símbolos de luna creciente y de luna llena respectivamente. La obra ha sido trabajada desde y para la rampa. La proxemia está marcada por una trabajada coreografía en la que los personajes suben y bajan de la rampa, se deslizan por ella, la asaetean y desaparecen por los escotillones.
Es un equipo que lleva muchos años haciendo teatro clásico, y muy bien
De entre todos los actores, podemos destacar el trabajo de David Boceta quién era el que más utilizaba la rampa para los desplazamientos dramáticos, a la par que escénicos, de su personaje. Después de este, podemos recalcar el trabajo de Lara Grube, quien ha sustituido a Carmen del Valle en una muy difícil circunstancia. La actriz principal se lastimó una pierna en los últimos ensayos de la obra. La nueva tuvo que sustituirla con solo tres días de ensayo. El trabajo de esta persona es más que notable, sobre todo, si tenemos en cuenta el muy escaso tiempo que tuvo para la preparación del personaje. El personaje de Inés de Castro aparece destacado semióticamente por medio de su vestido, el único blanco y por medio de la iluminación de su largo cuello. Esto va en consonancia con el texto original que destacaba que Inés de Castro tenía el sobrenombre de Cuello de Garza Blanco en múltiples ocasiones. Es de agradecer que los dramaturgos lean los trabajos de filólogos como Mitchell Triwedi, quien había destacado este aspecto en un trabajo seminal.
La dramaturgia mantiene aproximadamente un 60 % de los versos del original, que he leído en la versión canónica de George Peale. La obra ha quedado reducida a una hora y 20 minutos. Aunque esto puede dotarle a esta obra, sin duda, un alarde de velocidad y virtuosismo (sin llegar al exceso frenético de La hija del aire que Mario Gas puso en el teatro de la Comedia), López Antuñano se ha centrado en las escenas de mayor eco poético (la muy bella de la garza, los encuentros con los niños) quizá hubiera sido deseable haber incluido algunas de las indicaciones escénicas del tercer acto pues, en ocasiones, resulta difícil seguir la trayectoria de don Pedro y de doña Inés.
La música es, como siempre que hablamos de Ignacio García, excelente. Los elementos musicales subrayan los momentos melodramáticos de la pieza, acompañan el desarrollo psicológico de los personajes y ayudan a la vez a meter al espectador dentro del complejo mundo barroco de Vélez de Guevara.
Se puede destacar algunos signos escénicos: doña Blanca de Navarra, en una gran interpretación de Manuela Velasco (actriz televisiva con un gran recorrido teatral), va siempre acompañada de un ramillete de flores que son, a la vez, unos dardos con lo que intenta cazar a una simbólica garza en el segundo acto de la obra. A la vez, unos crisantemos descienden marcando los momentos en que llevarán al rey don Alonso a matar a doña Inés. Esta es, sin embargo, la historia de un triunfo post mortem.
La Inés de Castro de Ignacio García es trascendente, sufridora, sangrienta, barroca
Anteriormente, hemos podido ver en el teatro de la Abadía una dramaturgia a partir de Nise lastimosa y Nise laureada de Jerónimo Bermúdez de Castro, en deliciosa versión de Nao d’amores estrenada en diciembre de 2019. Como recogimos en su momento, se trata de una interesantísima tragedia renacentista realizada por la compañía que mejor entiende el teatro del Quinientos, una obra estupenda. Ambas producciones tienen paralelismos y diferencias significativas (para leer más véase mi entrada en www.teatrero.com).
En resumen, una grandiosa puesta en escena y una versión muy interesante de uno de los grandes autores barrocos, Vélez de Guevara, que está a la espera de consagrarse, ya definitivamente en el Parnaso de nuestros autores clásicos. El mito de Inés de Castro pervive porque toca una fibra sensible en nuestra sociedad, la del erotismo (eros) y la muerte (thánatos) mezclada con el triunfo absoluto de la coronación: una obra de profundidad barroca sobre los límites del poder y el amor.