El 30% de las gasolineras de Francia, sin combustible al endurecerse una huelga de refinerías
El bloqueo de los depósitos de carburantes por parte de los huelguistas se endurece desde que el Gobierno impuso servicios mínimos, una "afrenta" para los trabajadores.
Una huelga de refinerías está poniendo en jaque a Francia. Un tercio de las estaciones de servicio del país están ya sin combustible y la situación no pinta bien. El presidente, el liberal Emmanuel Macron, cree que hasta la semana que viene no se estabilizará la situación, agravada porque el bloqueo de los depósitos de carburantes por parte de los huelguistas ha ido a más, después de que París impusiera servicios mínimos que son, dicen, una “afrenta” a los trabajadores.
Desde ayer miércoles por la mañana, el Gobierno obliga a trabajar a operadores -bajo la amenaza de penas judiciales-, del depósito de Port-Jérôme Gravenchon en Normandía (oeste de Francia), perteneciente a ExxonMobil. Y eso que hace una semana, ante las primeras propuestas, se dijo que “no había problemas de escasez”. Ahora sí hay problemas y, además, los trabajadores están muy enfadados.
Actualmente, y según datos oficiales del Ministerio de la Transición Energética, el 31,3% de las gasolineras en Francia sufre escasez de combustible. Ya había problemas puntuales desde hace unos diez días, pero se han agudizado en las últimas horas. Se concentran especialmente en la región de Hauts-de-France, en el norte, donde el porcentaje se eleva al 60%. En el área metropolitana de París, un nudo logístico clave, la escasez llega al 45%. Algunos departamentos han introducido el racionamiento y limitan la cantidad de gasolina a 30 litros por vehículo.
La raíz de esta crisis se encuentra en una huelga de seguimiento masivo que se inició hace dos semanas. A ella se han sumado empleados de Total y de Esso ExxonMobil. Hasta un 90% de sus operadores han secundado los paros en tres de las seis principales refinerías del país y en varios depósitos de combustibles. También bloquean el acceso a estas instalaciones, lo que complica el acceso incluso allí donde el seguimiento es menor.
Se ha generado la tormenta perfecta: se cierran las plantas y, a la vez, los ciudadanos se lanzan a las gasolineras a comprar combustible por si hay escasez en los días por venir. Las colas en las estaciones de servicio son la tónica de estos días. Las encuestas sostienen que, pese al caos, se apoya a los trabajadores, porque reclaman lo que los demás ciudadanos: una subida de salarios con la que hacer frente a los tiempos de inflación (la inflación acumulada en 2022 es del 4,6% y la del mes pasado, del 5,6).
Los trabajadores de Total quieren subidas del 10% en su sueldo y los de Esso-Exxon, un 7,5%. Son más que la inflación, cierto, pero es que entienden que las empresas están teniendo espectaculares beneficios en mitad de la crisis energética y no repercuten en sus obreros. Sólo Total ha tenido un beneficio neto de más de 10.000 millones de euros durante el primer semestre, un récord, informa RFI.
Hay adelantos en las negociaciones, las empresas acceden a subir, pero no al nivel que reclaman los sindicatos. Sólo se ha cerrado un pacto con las centrales más templadas. La Confederación General del Trabajo (CGT) y Force Ouvrière aún dicen que no es suficiente. Hablan de “afrenta” por la oferta y por la obligación de trabajar, que “rompe” el derecho de huelga. Hasta van a acudir a los tribunales a denunciar estos servicios mínimos “extremos”.
El coordinador sindical de la Confederación General del Trabajo en Exxon Mobil, Christophe Aubert, se mostró firme ayer: “Vamos a luchar contra esto porque es claramente un desafío al derecho a la huelga. Lo que decimos es que desgraciadamente ya no estamos en un estado de Derecho y de libertades. Sufrimo s un ataque frontal a nuestro derecho a la huelga, pero no lo vamos a permitir”, dijo según AFP.
El Gobierno justificó los servicios mínimos por el acuerdo salarial alcanzado el lunes entre dos sindicatos con la dirección de la empresa. La primera ministra francesa, Élisabeth Borne, insiste en que hablamos de trabajadores “esenciales” cuya ausencia hay que regular. El Gobierno de Macron intentó, primero, no prestar mucha importancia a esta huelga, que anticipa un otoño caliente en el país debido a la crisis por la guerra en Ucrania, pero le ha explotado en la cara. De fondo, su voluntad de alargar la edad mínima de jubilación, de los 62 a los 65 años, no ayuda.
El portavoz del Ejecutivo, Olivier Véran, dijo el miércoles pasado que “no hay problemas de escasez”. Seis días después, las autoridades apostaron por la mano dura con la requisición de los depósitos de combustible y obligando a trabajar a aquellos operarios necesarios para el suministro. También amenazan con hacer lo mismo con las refinerías de Total.
Tras haber bajado a 1,50 euros el litro en septiembre gracias a una subvención estatal de 30 céntimos, su precio ha subido en pocos días a 1,80. Además, servicios básicos, como líneas de autobuses escolares, quedaron interrumpidos en algunas localidades de la región parisina. Y también se produjeron momentos de tensión entre automovilistas, hasta con un caso de apuñalamiento de un padre ante sus hijos. Las petroleras insisten en que el suministro está garantizado.