Cómo educar a un niño feminista
Cuatro expertas dan las claves de por qué es importante criar a los varones en igualdad y dan las pautas para hacerlo.
Estamos en 2022 y aún están a la orden del día lo de “el rosa es de niñas” o que sea casi hasta tabú que un niño se pinte las uñas. “El machismo que se genera en nuestra sociedad no es espontáneo”, recuerda la escritora y activista feminista Iria Marañón. La buena noticia es que los padres tienen en sus manos una poderosa herramienta para revertirlo: la educación de sus hijos en el feminismo.
“En el momento en el que asumimos que el sistema patriarcal funciona porque los varones ejercen la dominación sobre las mujeres tenemos que entender que, para que este sistema desaparezca, lo fundamental es educar a los niños para que se liberen de sus privilegios”, defiende Marañón, autora de Educar a un niño en el feminismo.
Cristina, responsable de Babymachismos, perfil dedicado a visibilizar estereotipos de género, abrió los ojos cuando se quedó embarazada de su primera hija y se empezó a dar cuenta de las diferencias que se hacían y de las que a veces ni somos conscientes, “desde la típica pregunta de ’¿Qué prefieres, niño o niña?”.
En su opinión, “en los últimos años se ha dado mucha importancia a empoderar a las niñas, a impulsarlas a que ocupen un puesto que tradicionalmente era de niños varones. Nos hemos centrado mucho en esto y a día de hoy ya es muy normal que una niña juegue al fútbol; sin embargo, con los niños todavía nos cuesta ver que tengan actitudes tradicionalmente asociadas a niñas”, reflexiona. “Ese pasito es el que creo que debemos dar en pos del feminismo para, precisamente, que nuestra sociedad deje de ver lo femenino como algo inferior, como algo secundario”, añade.
Una herramienta contra la violencia machista
Clara Merín, de Educaiguales, coincide en que “el énfasis que hay que hacer es diferente”: “Digamos que a las niñas hay que empoderarlas y a los niños, de alguna manera, quitarles privilegios que les dan el género y el patriarcado”. “En ellas hay que enfatizar por ejemplo el liderazgo, las ganas de ocupar los espacios públicos, de proyectarse en empleos que han sido tradicionalmente masculinos... Hay que darles el mensaje de que su espacio no es únicamente el doméstico, sino que pueden desarrollar sus ambiciones e inquietudes en el espacio público”, detalla.
A ellos, en cambio, habría que “enseñarles que pueden expresar sus emociones y sentimientos, que no son menos por mostrarse vulnerables, que no siempre tienen que ser líderes, sino que pueden también dar espacio a las niñas y escuchar y respetar lo que tienen que decir”. Para Merín también es importante educarles para no resolver los conflictos con violencia, “algo muy arraigado en el estereotipo masculino” y que las chicas también “asumen e integran” como algo normal en los chicos. “Luego esto, llevado a las relaciones de pareja cuando empiezan a relacionarse, es muy tóxico”, advierte.
Para Iria Marañón, esta educación feminista es “una vía fundamental” para atajar con la violencia machista, “porque estaríamos rompiendo con todo lo que la construcción del género le está inculcando a ese niño”: “A los niños se los educa para ser fuertes, para tener poder sobre otros niños y sobre las mujeres. En el momento en el que eduquemos a los niños quitándoles esos privilegios y coeducando de la misma mañera que educamos a las niñas, estaremos realmente rompiendo el sistema patriarcal y esa dominación”.
“En las escuelas está demostrado por estudios que a los niños se les da más la palabra en clase, interrumpen más e interrumpen más a las niñas. Le estamos mandando un mensaje a las niñas de que lo que tienen que decir ellas vale menos y es menos importante”, pone como ejemplo. La autora también cita que cuando a un niño se le dice ‘lanzas como una niña’ o ‘juegas como una nena’, “se está desprestigiando lo que es una niña y los niños no quieren bajo ningún concepto parecerse o ser como una niña porque lo ven como algo inferior”. “Es importante que quitemos toda esa construcción del género de la educación de los niños, todos esos factores que parecen inofensivos, pero son los que cimentan la sociedad machista y patriarcal”, sostiene.
Por su parte, Cristina de Babymachismos también cree que un niño feminista será un adulto “más consciente de que no hay diferencias entre lo que pueden hacer un hombre y una mujer”, lo que contribuye a fomentar el respeto y que se minimice la violencia machista.
Por dónde empezar
Bajar al terreno de lo práctico quizá no es sencillo y puede haber padres que se sientan algo perdidos y sin saber cómo poner en práctica estas cuestiones. Para Merín, “lo primero es revisarnos nosotros como personas que estamos criando qué estereotipos de género tenemos asimilados; muchos seguimos creyendo que los niños son más agresivos, valientes, que toman más la iniciativa, que les gustan más los juegos dinámicos... o que las niñas son más bondadosas, más dulces, más amorosas, cuidadoras”. Como subraya, “todo esto es género, no tiene ninguna justificación biológica”.
En la misma idea incide Marañón, que asegura que lo primero que hay que entender es que “el género se construye desde antes del nacimiento”: “Las niñas y los niños nacen con un sexo y la sociedad les impone un género, a ellas la feminidad y a ellos la masculinidad. Para romper esto lo que tenemos es que romper el género, todo lo que la sociedad construye sobre las niñas y los niños”.
Esto queda patente incluso en detalles a priori tan insignificantes como la voz. Según explica Marañón, “a los bebés niños se les habla de manera más fuerte, se les intenta poner de pie... eso tenemos que asumirlo. En los estudios que se han hecho se ve que los padres y madres tienen distintas expectativas respecto al calendario evolutivo de sus hijos e hijas: los de un niño van a pensar que conseguirá hacer algo antes que los de una niña”.
“Luego viene todo lo que construimos a su alrededor: el fútbol, los colores, la ropa”, añade. Sin olvidar, recuerda la activista, el papel de la sociedad y la ficción: “Van a ver que los hombres son los que tienen el poder y la responsabilidad, en el colegio van a ver que son los referentes y han aportado cosas a la humanidad, tanto en Ciencias, como en Historia, como en Literatura... Todo lo que hacen los hombres socialmente está mucho mejor valorado, como el fútbol, o tener una esfera pública, mientras que el espacio del hogar y la crianza o el trabajo doméstico está peor valorado”.
A remangarse todos
Sobre las tareas del hogar tiene mucho que decir Ana Sancho, de Pequeños Amos de Casa, gran defensora de “formar equipo en la familia” y desterrar la palabra ayudar, que implica que “la responsabilidad es de otro”: “Me gusta hablar siempre de compartir, de colaborar, de participar. Todos estamos conviviendo y todos tenemos que tomar responsabilidades, tanto grandes como pequeños.
Sancho, que se dedica a educar en igualdad a través de la tareas de hogar a niños y adolescentes, apunta que el primer paso es hacer una reflexión de quién se ha estado encargando de ellas en casa y después, repartirlas pero de una manera negociada y siendo flexibles. “Las tareas del hogar en lugar de tener el cliché de tan aburridas o tan rollo, para mí son fuente de valores: trabajo en equipo, ser autónomo, ser organizado, avanzar en igualdad... Lo bonito de ser equipo es que estamos dando ejemplo, los adultos somos ejemplo de los más pequeños”, comenta.
Recomienda utlizar el refuerzo positivo y no criticar cuando los pequeños realicen estas tareas: “Siempre valorar la acción más que el resultado. A base de repetir va a ir perfeccionándose y, por lo tanto, no hay que preocuparse”. Y, principalmente, “no quitarles la voluntad”: “Cuando alguien quiere hacer algo siempre hay que recibirlo bien. Si estamos cocinando y pensamos que el fuego puede ser peligroso, pues igual le podemos hacer partícipe con ‘acércame la sal, abre este cajón y dame tal’. Es la forma natural de involucarlos y de hacer que todo esto de la coresponsabilidad y la igualdad avance muy rápido”.
Sancho, coautora de Tareas compartidas, familia feliz, hace un llamamiento a los padres porque, por lo que detecta cuando imparte formaciones, los niños “si no participan más igual es porque en casa no se les involucra”: “En los talleres que hago es increíble lo bien que responden, tanto niños como niñas”.
Iria Marañón resalta la importancia de que los adultos prediquen con el ejemplo: “Es mucho más importante lo que ven que lo que les dices. Si ven que en su casa hay corresponsabilidad, que tienen una figura masculina que se ocupa de la crianza, los cuidados, el trabajo doméstico, de la misma manera que la femenina va a ser el ejemplo que les va a hacer ver que la sociedad se puede estructurar de otra manera”.
Una educación consciente
Como condensa Cristina, de Babymachismos, “lo que busca el feminismo en el fondo es que todos seamos considerados iguales, pero claro, en una sociedad machista, hay que hacer esos cambios un poco activistas, educar al niño de una forma más consciente”, agrega. Esto se puede hacer dándoles herramientas “para desaprender” aquello que quizá están absorbiendo “casi sin que nos demos cuenta ninguno”: “Si solo le regalamos coches a un niño, posiblemente cuando vea una muñeca va a pensar ’eso no es de niños, eso no me corresponde”. Por eso da tres ideas: elegir para ellos ropa alegre y colorida, como rosa y morada, que no suelen estar en las secciones de niños, ofrecer juguetes de roles de cuidados y ver con ellos películas con personajes femeninos y resaltar su presencia
También recomienda a los padres “ser un poco proactivos al identificar cómo les tratamos”: “A los niños les envalentonamos más, les animamos ‘campeón’... y a las niñas las vestimos con ropa más mona, estamos siempre con la palabra en la boca de ‘no te manches, no te subas que te puedes caer”. También a “no dar por hecho ciertas situaciones como masculinas o femeninas”: “Se puede jugar a ‘vamos a ver quién conduce el autobús’, no dar por hecho que viene un conductor hombre”.
La responsable de Babymachismos también entiende como fundamental fomentar su pensamiento crítico: “Para que, primero, cuando lo escuchen no lo aprendan y segundo, para que defiendan esa igualdad. Si en el patio del recreo alguien dice ‘las niñas no pueden jugar al fútbol’, que nuestro hijo diga ’Eh, ¿por qué no, si los niños y las niñas somos iguales?”.
Clara Merín, de Educaiguales, también es partidaria de “ofrecerles juguetes variados y diversos, abrir un poco el espectro” y siempre explicar a los niños que “la ropa no tiene género, que los colores son de todos y que no hay juguetes de niño o de niña”. “Como madres que educamos en el feminismo tenemos un gran poder, en realidad, porque podemos hacerles ver que eso no tiene ninguna lógica, que es un rol que nos imponen desde fuera y que nos limita. Como madres queremos educar en empoderar, en liberar, en que cada niño y cada niña se exprese como quiera, vista como quiera, juegue a lo que más le apetezca y sienta que tiene permiso para ser como quiere”, expone.
Como plantea, cuando son algo más mayores, se puede “empezar a educar en ellos esa mirada un poco crítica: ¿Por qué creéis que se asocia siempre a las niñas con eso? ¿Es verdad? ¿Conoces a alguna que sea de otra manera? Y ellos rápidamente reflexionan”.
En la misma línea, Marañón afirma que “no existen cerebros rosas o azules”: “No por ser niños juegan mejor al fútbol o les interesan más los coches o la violencia, o las niñas por serlo estar predestinadas para cuidar o para ir de rosa. Eso tenemos que desterrarlo”.
Insiste también en la importancia de los referentes televisivos, entre otros: “Todos los inputs que tienen a su alrededor les están mandando mensajes. Por ejemplo, las redes sociales, cualquier youtuber o instagramer les está mandando señales de cómo tiene que ser una niña o un niño. Si te das cuenta las chicas en redes lo que hacen es hipersexualizarse, ser un adorno que se viste o se desviste, mientras que los niños juegan a cosas agresivas, violentas, mucho más activas”.
Según la activista, “es raro encontrar referentes masculinos que rompan con el género, y no se trata de que se pinten las uñas o se pongan falda; se trata de que tengan inquietudes reservadas hasta ahora al género femenino: que cuiden, que se dediquen al trabajo doméstico, que se ocupen de la carga mental... eso es una ruptura de género de verdad”.
Una forma “perfecta”, en su opinión, de irles inculcando el ya mencionado pensamiento crítico sería ir conversando con ellos cuando, por ejemplo, observemos que están viendo unos dibujos animados sexistas: “No podemos apartar a nuestros hijos de lo que tienen a su alrededor, lo que es fundamental es desarrollarles el pensamiento crítico, que sean ellos mismos quienes juzguen lo que están viendo. Si desde pequeñitos se lo vas diciendo cada vez que ves algo donde se evidencian esos roles sexistas, con el tiempo lo van a acabar señalando ellos”.