Drogas y salud mental: más allá de la propia adicción
La patología dual es una enfermedad cada vez más frecuente, desconocida para muchos y prácticamente sin cuidados en la sanidad pública.
El consumo de drogas ocupa grandes campañas de prevención, aparece en estadísticas estatales y se trata de mandar el mensaje de que los estupefacientes generan adicción y que pueden tener consecuencias fatales para la salud. Pero no siempre se aborda desde el punto de vista de la salud mental.
Sin embargo, la relación está ahí. Los especialistas no dudan al afirmar que en muchos casos van de la mano. “Es evidente la existencia a la vez de un trastorno psiquiátrico y un trastorno por dependencia de sustancias”, señala el psiquiatra José Carlos Fuertes.
Los psiquiatras y psicólogos consultados por El HuffPost apuntan a un fenómeno concreto: la patología dual, que refiere a las personas que tienen un trastorno por adicciones que convive con otro problema de salud mental. Según el artículo Salud mental en personas con trastorno por consumo de sustancias publicado en Anales de Psicología en 2020, entre los síndromes clínicos más frecuentes que conviven con el consumo de sustancias está la ansiedad (62,7%), siendo superior en mujeres (76,9%) que en hombres (59,5%).
En ese mismo estudio también se reflejan distintos trastornos de la personalidad, como el trastorno antisocial de la personalidad que lo presenta el 30,3% de los consumidores de drogas de la muestra o el paranoide (10,6%).
La patología dual, un problema que pasa desapercibido
Esta convivencia entre dos trastornos psicológicos como sucede con la patología dual, es más frecuente de lo que se suele pensar, pero pese a esto, los expertos denuncian que no tienen una atención correcta. Además, esta enfermedad es un factor de riesgo para el suicidio: según datos de Confederación de Salud Mental de España, quienes la padecen tienen un 40% más de ideas suicidas.
“Desde el punto de vista epidemiológico, sabemos que más del 75% de las personas con trastornos mentales graves van a tener otro trastorno que será una adicción, sobre todo a sustancias”, señala Néstor Szerman, psiquiatra y director de la Sociedad Española de Patología Dual. “Por otro lado, si lo miramos desde el punto de vista de las adiciones, desde el punto de vista también científico, sabemos que no puede existir una adicción sin que se exprese también con otros trastornos mentales”, explica.
Szerman se queja del desconocimiento en general de esta patología, de la que no existe un área concreta ni a nivel sanitario nacional ni autonómico, lo que dice que lleva al “síndrome de la puerta equivocada”. “En salud mental le decimos al que tiene una adicción que vaya al centro de adicciones a que le traten la adicción de la droga, en los centros de drogas no hay personal con conocimiento y experiencia en tratar trastornos mentales, el paciente se encuentra en ninguna parte y esto aumenta la morbilidad y la mortalidad de nuestros pacientes”, señala.
“Es una situación, en ese sentido, muy dramática para los que la sufren, para los pacientes y sus familias, que no encuentran un lugar donde sean tratados adecuadamente, de forma integrada, porque no podemos separar las adiciones, que son trastornos mentales, de los otros trastornos mentales”, denuncia Szerman. Para el psiquiatra, esta ausencia de servicios públicos hace que las personas afectadas tengan que recurrir a lo privado “muchas veces de dudosa calidad”.
La psicóloga y directora del centro de salud mental Ita de Urgell (Barcelona), Andrea Sánchez, apunta a que este tipo de patología es cada vez más frecuente. “A nivel de números no se puede decir un número exacto, pero sí estamos viendo que cada vez hay más brotes psicóticos”, apunta. Aunque explica que “también se tienen que tener en cuenta que no son porque sí, que hay mucha relación entre una parte biológica y otra que relacione la frecuencia, la sustancia, qué tipo de consumo, etc.”
Fuertes señala que la pregunta que acompaña a esta patología es qué se dio primero, si el otro problema de salud mental o la adicción a las drogas. “Lo que está claro es que el uso de drogas o abuso de las mismas produce una alteración psicológica y mental. Y lo que también es evidente es que hay determinadas enfermedades para las que se usan las drogas para mitigar los síntomas o para disminuir el sufrimiento. Las personas se apoyan en el uso de determinadas sustancias y esto parece que les hace bien”, detalla.
Todos los expertos coinciden que hay un cierto factor de predisposición, ya sea genético o social, a caer en las adicciones. Szerman se muestra tajante y recalca que “no se elige”, igual que sucede con otras enfermedades como la psicosis o la depresión. “Nosotros podemos elegir tomar alcohol, tabaco o drogas ilegales, pero nadie elige tener una adicción, eso aparece en personas que son vulnerables, y esta se expresa habitualmente, normalmente, con otros trastornos mentales”, sentencia.
Para Sánchez, esto no siempre es así. “Una persona que sufre ansiedad, que viene derivada de ciertos factores o estresores y le están generando este malestar y no sabe manejarla, que no tiene recursos para gestionar sus emociones, a eso le sumamos el consumo de una sustancia a través de la cual se siente más relajado, obviamente puede provocar esta dependencia”, explica.
La psicóloga recuerda que el consumo de drogas por sí mismo no tiene por qué acabar desarrollando un “trastorno bipolar o una esquizofrenia”, pero sí que es un factor de riesgo. “No hay ningún estudio que nos diga cómo es el cerebro de cada uno. Es como una tómbola, pero si hay un histórico a nivel genético donde vemos que hay varios miembros de la familia que presentan un trastorno mental, evidentemente aumenta la probabilidad”, detalla. ”Es una de las características de la adicción, cuando una persona ve o siente que hay un beneficio de ese consumo, hay dificultad de renunciar a ello. La adicción va mucho más que el nivel físico, porque eso pasa, la dependencia es más difícil porque proyecta el efecto de saciedad, de evasión, de relajación…”, apunta.
Por su parte, la especialista pone el foco especialmente en los jóvenes, que son quienes están protagonizando en una mayoría este aumento de diagnósticos. “No dejan de ser alteraciones químicas que lo que generan a nivel cerebral es cambiar o modificar lo que este está segregando. Al final, el consumo de sustancia lo que hace es como si a un cableado echas agua, que echa chispas. Eso es lo que llamamos un brote psicótico”, explica.
No todas las sustancias son iguales
Aunque todos admiten que las drogas —tanto legales como el alcohol o el tabaco— como las ilegales tienen un efecto en el cerebro, no todas tienen el mismo, ni generan el mismo tipo de adicción.
“Con alcohol, hay más trastornos de regulación emocional (depresión, bipolaridad, trastorno límite o como le llamemos) y con a cocaína va más ligada al TDH o a trastornos de la impulsividad”, explica Szerman, quien recuerda que también se da en otras adicciones sin sustancia como la ludopatía. “El trastorno por juego está vinculado a la impulsividad; el 80% tiene elevadísima impulsividad, además de otros trastornos mentales. El 80% de los jugadores tiene depresión, pero es una depresión específica, es un fenotipo de depresión que cursa con una elevada impulsividad”, apostilla.
Los especialistas ven importante valorar la sustancia en cuestión de la que se abusa. Fuertes se atreve a calificar como la cocaína la más peligrosa. Cabe destacar que según datos del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, España es el país donde más se consume esta sustancia con una prevalencia de un 11,2% de personas entre 15 y 64 años.
“Lo es por la potencia que tiene directa por sus daños cerebrales, por la capacidad de producir alteraciones vasculares, porque es una sustancia que parece no crear una adicción. Lo que pasa es que la encubre, la solapa, y el consumidor de cocaína durante un tiempo largo de uno o dos años, piensa que no tiene una dependencia”, explica el psiquiatra.
Tanto él como Sánchez también incluyen el cannabis en su peligrosidad por producir en muchos casos “problemas psiquiátricos serios, los cuadros depresivos, problemas de ansiedad, angustia, incluso cuadros psicóticos”. “Y además la peligrosidad viene de la mano de que es considerada una sustancia poco dañina”, señala el psiquiatra.
Entre los otros efectos de las drogas destacan que las drogas de diseño, como las anfetaminas, “destruyen la plasticidad neuronal” y que el LSD, al ser alucinógena, lo que provoca es “directamente un cuadro psicótico”.
Fuertes no se olvida del alcohol y recuerda que pese a que esté normalizado produce una “morbilidad enorme” y “cantidad de ingresos”. “Su adicción mata a personas”, recalca.
A la hora de elegir una terapia o un tratamiento para esta patología dual, los especialistas recalcan que es importante conocer el contexto de cada persona y darles las herramientas para tratar tanto la adicción —que conviene identificar correctamente— como el trastorno que la acompaña así como darles estrategias de gestión emocional que eviten el abuso de sustancias.
“Cuando alguien solicita un acompañamiento psicológico o psiquiátrico cuando se da cuenta de que tiene una adicción es porque le pasa algo, y ese algo es a veces difícil de ver, cuando tu carta de presentación es ser 'adicto", señala Sánchez. “Cuando alguien decide dejar de hacerlo, obviamente, aparece muchísimo malestar y es desde ahí donde empezamos a trabajar”, indica.
Fuertes recuerda que hay que seguir varios pasos para que una persona salga de una adicción. Primero, desintoxicar, que puede pasar incluso en un mes. Después, la deshabituación, que es donde las “recaídas son más frecuentes” y puede ser incluso de año y medio. Por último, la rehabilitación que acaba hasta cinco años después. “Se usan muchas tácticas médicas farmacológicas, psicoterapéuticas, sociales, terapias de familia. Es tan complejo, como no sé, como la gripe, que no hay tratamiento en sí. Hay que intentar paliar los problemas, si es una persona con una drogodependencia que tiene además problemas delictivos, tiene problemas familiares, etc”, explica.
Los especialistas coinciden que, pese a las recaídas y la dependencia, cuando se frena el consumo de sustancias —excepto en casos de psicosis o esquizofrenia— mejora la sitomatología. “Hay muchas depresiones, muchos cuadros de ansiedad, trastornos de angustia que basta que la persona entre en un estado de abstinencia prolongada para que su depresión o ansiedad mejore necesariamente cuadros psicológicos”, explica Fuertes.
La banalización de las drogas, el principal factor de riesgo
Las drogas están en todas partes. Están en la televisión, en las series —aunque esta haga subir la edad de recomendaciones para menores— y, sobre todo, en la sociedad, donde según los expertos, cada vez está más oculta y más normalizada.
“En general, si quitamos la heroína, la gente no tiene una percepción adecuada del riesgo que se expande al consumo de sustancias. Todas ellas se trivializan, se banalizan”, explica Fuertes, quien destaca que se consumen por “todas las edades y en todos los estratos sociales”. “Hay una especie de mantra de que bueno, sí pueden producir daño, pero como yo controlo, entonces a mí no me parece que tenemos un problema, ¿no?”, recuerda.
Basta con ver los datos de consumo de drogas. Por ejemplo, el cannabis ha crecido entre 2017 y 2019, siete puntos en hombres y seis en mujeres, según la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España. Aunque de nuevo, más preocupante es el auge de la cocaína especialmente en hombres, que ha pasado a consumirse por un 2,9% en 2015 a un 4% en 2019.
Para Sánchez hay una excesiva banalización de las sustancias. “Desde mi punto de vista, la gente minimiza estos riesgos y como que se naturaliza, llegamos a decir que es normal que un chaval de 16 años fume porros, es como que está super en el día a día. Esto al final está creando una conciencia a nivel social de poco valor a la salud mental”, explica.
Szerman explica que la prevención debería darse también a nivel de predisposición biológica. “Hay que enfocar las cosas de otra manera, hay que enfocarlas a grupos de riesgo, hay que hacer una prevención primaria de otra manera. Todos decimos a nuestros hijos, adolescentes: ‘no consumas drogas, que son muy malas’. Y está bien ese mensaje simple, pero los adolescentes crecen y se encuentran en la calle con lo que hay, entonces tenemos que dar información basada en la ciencia, más que en la moral”, explica y destierra la idea de que dependa únicamente de la sustancia.
La psicóloga además cree que las campañas y las charlas que se basan en que “consumir es malo” no son efectivas como sí lo pueden ser las más emocionales.