Dorothy Levitt, la pionera que cambió nuestro modo de conducir sin que lo supiéramos
Símbolo del feminismo, la primera piloto de Reino Unido se convirtió en un fenómeno social en la Europa de 1900.
Fue una pionera, una inventora y hasta una influencer un siglo antes de que nadie utilizara ese término. Sin embargo, hoy sigue siendo una gran desconocida. El nombre de Dorothy Levitt no significa nada para la inmensa mayoría. El paso del tiempo, tan injusto con algunas personalidades, especialmente mujeres, ha silenciado su importancia: la de ser la primera gran piloto de la historia, un símbolo del feminismo de principios de 1900 y una precursora a la que se le debe el origen de los actuales espejos retrovisores.
Una vida de novela que no tenía quién la contara hasta ahora. La escritora Celia Santos ha profundizado en la importancia de Dorothy en su obra Más rápida que la vida (Penguin Random House Grupo Editorial España). Un trabajo que nació sin casi pretenderlo. “Me estaba documentando para otra novela y me llamó la atención de inmediato. Como además era un perfil muy desconocido, investigué todo lo que pude y me resultó fácil vender el proyecto a mi editorial”, confiesa.
El relato, “una mezcla de personajes y situaciones reales con otros ficticios”, toma la figura de la automovilista para situarla “en un contexto real, como es el feminismo y la lucha por los derechos de las mujeres de comienzos de siglo”, explica la autora.
Pudo construir una novela de carreras, un relato de sus muchos logros deportivos en tierra, mar y aire –Dorothy dominó las tres disciplinas–, pero la escritora quería otro hilo conductor. “Llevar a 2020 la causa feminista de 1900”. Y recuperar alguna de aquellas reclamaciones, porque, como defiende, “hoy no le damos importancia a sus logros y hasta hay quienes nos acusan de tener privilegios”. “Cuando las sufragistas luchaban por sus derechos de voto, de un sueldo digno... se les tachaba de terroristas. Se les encarcelaba y torturaba y no hay que olvidarlo”.
En ese ambiente se movió la piloto que revolucionó el motor y los circuitos entre 1903 y 1910. Utilizada por unos como un reclamo publicitario y ninguneada por otros en su condición “de mujer en un mundo de hombres”, hizo de su fuerte carácter su mejor arma. Así, se impuso, no solo en la pista, a ricos y poderosos, los conocidos como gentlemen drivers.
Porque si marcó la agenda de los medios en las carreras, también creó tendencia en la calle. Una influencer adelantada a la propia palabra tan de moda hoy. Mujer soltera, independiente, contestataria, con una estética en el coche radicalmente opuesta a los estándares masculinos... Eran muchos motivos para no acabar siendo una celebrity.
Su apoyo a la “causa feminista” se ligó a su colaboración con las sufragistas que luchaban por el voto de la mujer en Reino Unido y más allá, pero no se quedó en ser la cara popular de un movimiento semiclandestino. Su mero ejemplo llamó a que un buen número de mujeres se lanzase a conducir. A ello ayudaron sus columnas en la cabecera The Graphic, que terminaron dando lugar a un libro de título bastante explicativo: La mujer y el automóvil: un manual amigable para todas las mujeres que compiten en automovilismo o desean hacerlo. Tanto se implicó en acercar el automóvil al sector femenino que llegó a ejercer de “profesora de autoescuela” antes de que estas existieran; enseñó a conducir nada menos que a la reina consorte inglesa, Alejandra de Dinamarca.
Y los conductores del siglo XXI le debemos mucho. Algo tan básico como los espejos retrovisores, que nacieron a partir de su ingenio y de su “polvera”, un pequeño espejito de mano que llevaba siempre consigo. Se trataba de “levantarlo ocasionalmente y ver lo que hay detrás”, como recomendaba hacer en su libro. Tan obvio y tan rupturista a la vez. Aunque no disfrutó de la patente del invento, como tantas otras mujeres creadoras, al menos sí lo hace de la autoría moral.
Poco se sabe de su vida y milagros desde 1910, fecha de sus últimas competiciones, hasta su muerte en 1922. Ahora, un siglo después, Dorothy vuelve a los medios, donde ella tan a gusto se manejó en sus años dorados.
¿Quién es hoy Dorothy Levitt?, le preguntamos a la autora. “Hoy todas somos un poco ella. La señora que lleva al niño al colegio, luego se va a trabajar, al llegar se encarga de la casa y acabar por recoger al niño. También la mujer que va a una manifestación del 8 de marzo...”.
“Todas debemos hacer como ella: alzar la voz por nosotras y por aquellas a las que no dejan tener voz. Nos toca a nosotras dar un paso adelante, porque también tenemos derecho, incluso, a equivocarnos”, remata Celia Santos, la última en dar “voz” a un pilar del feminismo y de la conducción... aunque aún no lo supiéramos.