Don Otto, el alemán que modernizó Sevilla antes de que Queipo lo matara
Empresario, benefactor, pacifista y republicano, la capital andaluza le hace ahora justicia rotulando una calle con su nombre.
Este jueves, Sevilla ajusta cuentas con su memoria. Poniendo el rótulo a una calle con el nombre de Otto Engelhardt, rescata la figura de un hombre de luz que murió asesinado en 1936 por las tropas comandadas por el teniente general golpista Gonzalo Queipo de Llano. Un alemán que eligió ser español, declarado republicano y pacifista, que modernizó la capital andaluza, que se enfrentó al nazismo y que lo acabó pagando con su vida. Tenía 70 años cuando acabaron con ella.
Como lamenta su biznieta Ruth en Todos los nombres, la base de datos de represaliados por el franquismo, los que acabaron mandando "se encargaron de que su vida y sus obras cayeran en el olvido", pero el Ayuntamiento de Sevilla decidió el pasado diciembre que ya era el momento de hacer justicia con quien "tuvo un papel indiscutible en la vida pública" de la ciudad.
Su historia da para una película y, al menos, ya se está haciendo un documental, con estreno previsto en noviembre. Otto nació en Braunschweig, en la Baja Sajonia alemana, el 7 de agosto de 1866. En Alemania se hizo ingeniero y como tal trabajó en la compañía Allgemeine Elektricitäts-Gesellschaft (AEG) en Berlín y fue director de la Strassenbahn und Electrizitätswerke en Anhalt.
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En 1894 echó a andar la Compañía Sevillana de Electricidad, que estaba entonces participada mayoritariamente por AEG y por el Deutsche Bank, que se encargaron de la planificación, la construcción de la central y el suministro de maquinarias. A Sevilla mandaron entonces a este especialista, que en poco tiempo se convertiría en director de la compañía. Literalmente, se dice de Engelhardt que fue quien llevó la luz a la ciudad y quien la impulsó al nuevo siglo, más tarde, como director de la Compañía de Tranvías de Sevilla, con un diseño revolucionario del transporte local.
En esos años se ganó el aplauso de sus trabajadores -que hasta le hicieron homenajes- y de los vecinos, con gestos solidarios como engalanar unos vagones de tranvía para recaudar fondos para los heridos de Guerra de Marruecos; el rey Alfonso XIII le concedió la medalla de Isabel la Católica en 1911 por este gesto. Tuvo tiempo, en paralelo, para ser un adelantado a su tiempo en el campo de la farmacia y crear en San Juan de Aznalfarache -donde aún se conserva su casa y donde una plaza lleva su nombre- la marca Sanavida, que comercializaba productos para el tratamiento de la epilepsia, el insomnio o los vómitos del embarazo. Fue el primer vendedor de Ceregumil en Sevilla.
Su popularidad creció hasta el punto de ser nombrado cónsul honorífico de Alemania en Sevilla, cargo que ocupó desde 1903 hasta 1919, cuando cesó por decisión propia. Años de gestiones de todo tipo, desde pelear por un colegio alemán para la ciudad a detener un acontecimiento que podría haber acabado con la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial: Engelhardt logró impedir un intento de sabotaje por parte de un oficial de la Armada alemana que se iba a cometer en el Puerto de Sevilla, contra barcos españoles que transportaban contrabando.
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"Don Otto", como se le conoce en la ciudad, estaba tan convencido de sus principios que los pregonaba con frecuencia en los artículos que escribía en El liberal de Sevilla. Sus palabras fueron los clavos de su ataúd: sus textos, llenos de referencias democráticas y antifascistas, acabaron por llegar a la Embajada de Alemania en Madrid y, de ahí, a Berlín. Eran los tiempos del ascenso del nazismo, que estaba envenenando su país, y que Engelhardt despreciaba profundamente. Los diplomáticos que ya mandaba Adolf Hitler le conminaron a dejar de escribir, pero él se negó. Cada día era, por contra, más crítico.
En junio de 1931, devolvió al Gobierno de su país todas las condecoraciones con las que éste le premió después de la Gran Guerra y un año más tarde, la Segunda República le concedió la nacionalidad española, renunciando a la nacionalidad alemana. Entonces escribió, por ejemplo:
No podía gustar en esos tiempos un hombre que no estaba afiliado a partido alguno -"No pertenezco más que a la República Española", decía-, que se declaraba "absolutamente pacifista, sin violencias". Su nombre acabó en una lista negra de la Guardia Civil, lo que implicaba seguimientos y sospechas.
Llegó entonces el glorioso alzamiento de julio de 1936 y Sevilla cayó pronto aplastada por la bota de Queipo. Enfermo, convaleciente de una flebitis, fue sacado del Hospital de las Cinco Llagas del barrio de La Macarena al recibir el alta y llevado a la Delegación de Orden Público, donde estuvo detenido hasta su ejecución. Corría el 12 de septiembre de 1936. Poco más se sabe después de ese arresto, salvo que fue fusilado, en una colaboración entonces insólita entre los fascistas españoles y la Gestapo. Su cuerpo podría estar en la fosa de Pico Reja, en Sevilla capital, en la que se calcula que yacen más de un millar de represaliados. Uno de sus dos hijos, Conrado, fue al lugar donde supuestamente estaba detenido para recuperar sus objetos personales. Salió sin ellos, pero con serias amenazas de muerte cargando sobre su ánimo.
Como resume su familia, Otto Engelhardt fue muerto "por manifestar abiertamente sus ideas liberales y pacifistas y su oposición al fascismo". Ahora los ayuntamientos de sus dos ciudades en España, Sevilla y San Juan, con el apoyo de la Junta andaluza y, sobre todo, con la batalla de las asociaciones memorialistas y de las centrales sindicales (CGT, UGT, CCOO, SAT), van a rescatar su historia, perenne entre los suyos. "Su foto vestido de cónsul sigue presidiendo el salón familiar y su nombre lo llevan su biznieto y tataranieto", escribe su biznieta.