Dolor, vómitos o desmayos: cómo es vivir con reglas dolorosas
Cinco mujeres describen los síntomas que sufren cada mes y valoran qué supondría para ellas que existiera una baja laboral por este motivo.
″¡Hola, soy tu menstruación!”, decía una mujer vestida de rojo en un célebre anuncio de compresas. Se presentaba y mostraba buenos modales ante una adolescente que estaba en clase, pero la realidad dista mucho de esa ficción. Para muchas mujeres, la llegada de la regla viene acompañada además de fuertes dolores —con su consiguiente medicación para intentar aplacarlos— y muchos otros síntomas incapacitantes, que van desde el cansancio hasta incluso desmayos. Todo un problema de salud que va más allá de la incomodidad y que afecta a la vida estudiantil, laboral y personal.
Este martes se prevé que el Consejo de Ministros apruebe el anteproyecto de la Ley del Aborto que, entre otras cuestiones como la interrupción del embarazo para chicas de 16 y 17 años sin permiso de sus padres o el ofrecimiento en los centros educativos de productos gratuitos necesarios para la menstruación, incluye bajas por reglas dolorosas “en función de lo que necesite cada mujer”. Según fuentes del Ministerio de Igualdad, serán “asumidas” por la Seguridad Social y no por las empresas.
De aprobarse, España sería pionera en este sentido entre los países europeos. Este tipo de bajas sí existen en algunos países asiáticos, como Japón o Corea del Sur.
En los últimos días ha habido mucho debate, tanto en el seno del Gobierno (por si esta medida podría estigmatizar a las mujeres de cara a ser contratadas), como en la sociedad: solo en Twitter abundaban los mensajes escépticos sobre si la regla es para tanto o si habría mujeres que fingirían dolor para beneficiarse de la baja.
Basta leer los testimonios de mujeres que cada mes viven con sufrimiento la llegada del sangrado, como los cinco que recogemos a continuación, para entender qué sienten en su cuerpo y cómo condiciona su vida todos y cada uno de los meses del año.
Marta, de 26 años, lleva 11 sufriendo todos los meses, que describe así: “Es un dolor incapacitante, contracciones que duran de media 20 segundos con descansos de tres segundos durante horas. Los dos primeros días, con diarrea, náuseas y vómitos, a veces desmayos y también se me va la cabeza y no me centro ni pienso muy claramente”.
No le hacen efecto ni el ibuprofeno, ni el paracetamol ni el antalgin. “A veces el Enantyum, pero solo porque me atonta y hace que ni pueda pensar en el dolor. Mi remedio más útil es ponerme la manta eléctrica a tope hasta que me queme la piel casi y dormir, que es como si me desmayara”, relata.
Para intentar no pasarlo tan mal, procura no comer ni fritos ni lácteos en los días previos a la regla para facilitar la digestión y tener menos hinchazón, y bebe mucha agua. Recurre además al “aceite de CBD, bien con masajes o debajo de la lengua”. “Probé también un aparato que a través de electrodos te da descargas constantes, que alivia un poco pero tampoco hace milagros”, reconoce. También intenta hacer ejercicio con frecuencia, pero ni los dos días previos ni los dos siguientes a que le venga es, sencillamente, “imposible”, porque no le responden las piernas: ”Con cualquier mínimo esfuerzo me dan calambres desde la rodilla hasta la nuca y pierdo la visión unos segundos”.
Por supuesto, tanto dolor le afecta en su faceta profesional y, normalmente, el primer día de regla tiene que marcharse del trabajo a casa: “También me pasaba en el instituto, me daban bajones de tensión y tenían que venir a buscarme”. Por eso piensa que una baja por reglas dolorosas “daría la razón a tantas mujeres que tenemos que escuchar todo el tiempo frases de que los exageramos”. “Con 17 años, un ginecólogo me dijo literalmente ‘el ser humano tiende a exagerar el dolor por naturaleza’ cuando le conté mis dolores. También he escuchado mucho eso de ‘tomate un Ibuprofeno y se te pasa’. Son días en los que necesitamos descansar y reponer energía, y que estuviese reconocido sería un paso adelante muy importante”, asegura.
“He llegado a pasarme una tarde en urgencias porque pensaban que tenía apendicitis y se trataba de un coágulo de la regla”
Miriam, de 29 años, a veces aguanta con un ibuprofeno al día durante los primeros que tiene la regla: “En general, los tres o cuatro primeros días tengo que tomarme ibuprofeno cada 8 horas para poder aguantar (hacer vida normal, vaya). Si lo tuviera que describir, diría que es “como si algo desde dentro se me estuviera desgarrando y retorciendo y, entre medias, también aparece algún pinchazo nítido. Es difícil de explicar”. Cita una ilustración de Agustina Guerrero que cree que define “muy bien cómo es el dolor de ovarios”.
“A veces el dolor es tanto que toda la parte del abdomen me duele como si tuviera negrones o como si tuviera muchísimas agujetas”, añade.
Miriam se medica en cuanto nota “el mínimo dolor”, porque si tarda ya no le hace efecto. “He llegado a pasarme una tarde en urgencias porque pensaban que tenía apendicitis y finalmente, se trataba de un coágulo de la regla que, hasta que se desprendió al día siguiente, no pude deshacerme de ese dolor. Nada de lo que me dieron me funcionó”, relata.
Que le baje le condiciona “absolutamente todo”, desde planes en su tiempo libre como ir a la playa o hacer senderismo, “o simplemente pasar varias horas en un lugar en el que no tenga acceso a un baño”. “Mi regla decide en mi ocio, ella manda, tengo que cuadrar los planes cuando no la tenga”, recalca.
Ahora teletrabaja, algo que le sirve para llevarlo mejor porque le alivia poder ponerse “algo caliente en el abdomen”, tomarse una infusión o simplemente por “el hecho de estar en casa”, un espacio más relajado: “Y con ropa cómoda es otra cosa”. Muchas veces se despierta de madrugada por los dolores y las noches son terribles, por lo que recuerda que antes “cogía el metro para ir a la oficina superdolorida, agotada física y mentalmente”. “Me cuesta concentrarme más, si tengo que escribir no soy tan creativa, me siento más torpe pensando e incluso relacionándome con mis compañeros”, apostilla.
“Siempre he ido a trabajar estuviera en las condiciones que fuera. Mi regla ha sido así desde siempre y he ido a varias ginecólogas y la respuesta siempre ha sido: ‘tu regla es así’. Así que he aprendido a resignarme”, explica. “Precisamente en el entorno laboral siento que las mujeres no solo tenemos que gestionar ese dolor que estamos sufriendo, sino también aparentar no tenerlo y seguir ofreciendo un rendimiento y una productividad como si nada estuviera ocurriendo en nuestro cuerpo”.
Lógicamente, que existiera una baja por reglas dolorosas le parecería “un avance en los derechos sobre el cuerpo de la mujer”: “Personalmente, supondría el reconocimiento de que es una condición que me limita ciertos días al mes y que no es una impresión o una sensación mía, aislada. Me permitiría poder descansar, recuperarme y cuidarme en los días más complicados para poder seguir siendo productiva y eficiente el resto”.
Mucho dolor de ovarios, sensación de inflamación, molestias lumbares y en los riñones, además de sensación de mareo, cansancio y dolor de cabeza es lo que siente Patricia, de 34 años. “La regla me condiciona el día”, afirma. No solo le limita “bastante” la parte social —“claro que he tenido que anular muchos planes de ocio y otros compromisos por la regla, tanto por el dolor como porque anímicamente tampoco me sentía bien”, cuenta—, sino también su vida laboral: “Al final no te encuentras con tus capacidades al 100%”.
“Me siento un poco privilegiada en ese sentido porque trabajo rodeada de mujeres y cuando tenemos malestar y nos encontramos en esta situación, nos comprendemos mucho y nos cuidamos. Pero en otros trabajos, sí que me he tenido que plantear abandonar mi puesto por no poder más del dolor”, relata.
Para sobrellevarlo, recurre a un saquito térmico de semillas que le da calor en la tripa y se da masajes: “Intento que sea de la forma más natural posible. Si ya me veo muy mal, tengo que recurrir a algún antiinflamatorio”.
Patricia ve necesario que se reconozca el derecho a la baja: “Las personas que menstruamos sufrimos una serie de síntomas que nos limitan muchísimo. Si un médico hace una valoración que concluye que sufres una serie de síntomas, en muchos casos muy agudos, debería ser un derecho natural, como si fuese una enfermedad”.
El paracetamol es el salvavidas de María, de 39 años, porque no puede tomar antiinflamatorios: “Eso me alivia un poco e intento llevar el día, pero aún así no se me quita del todo”. “Es cierto que en el pasado me ha dolido más, pero ahora, cuando me baja la regla, me encuentro fatal. Ahora me noto como enferma, como cuando tienes gripe que te duele todo, con mucho cansancio y no puedo moverme del sofá. Además, la hinchazón también es molesta y, aunque me duelen menos los ovarios, noto dolores y pinchazos en la vagina muy incómodos”, relata.
Aunque hay veces que hace “el esfuerzo”, tira para adelante y sale de casa para no alterar sus planes debido a la regla, si los puede anular lo hace: “Hay meses en los que me encuentro realmente mal”. No falta al trabajo, pero sí que ha tenido que marcharse en medio de la jornada en algunas ocasiones: “Tengo cierta flexibilidad y, si no puedo soportar el dolor, pues me puedo marchar sin problemas y terminar el trabajo en otro momento o el fin de semana”.
Defiende que “hay casos en los que es necesario el derecho a baja”: “Entiendo que es complicado regularlo pero hay personas a las que algunos meses nos imposibilita hacer una jornada laboral normal”. Al mismo tiempo, opina que es “un atraso” que la regla aún siga impidiendo a las mujeres hacer ciertas cosas: ”Durante mucho tiempo nos han vendido que si te pones un tampón puedes ir al gimnasio, a la piscina… ¡Pero no es cuestión de un tampón! La incomodidad, el dolor es tal que a mí me jode tener que estar así una vez al mes y no entiendo como no se ha investigado más sobre eso, sobre cómo hacer que la gente se sienta mejor cuando tiene la regla; no se trata sólo de tomar una pastilla para el dolor sino algo que de verdad te alivie y no te condicione el calendario. No sé si se investiga o no, si interesa o no, pero me sigue pareciendo un atraso”.
A Cristina, de 30 años, le duele todos los meses, algunos más que otros. “Hace más o menos cinco años era igual de fuerte siempre y ahora noto una mejoría alterna”, matiza. “El dolor lo describiría como agudo, a veces me cuesta incluso respirar. Dicen que es parecido a las contracciones”. Para ella, no solo es más incómodo vestirse, debido a que está más hinchada, sino que va “mucho más al baño”, tiene cólicos y dolor de cabeza, además de sentirse “más floja”.
“Me medico y como llegue tarde para tomarme la pastilla para la regla puede suponer que en todo el día no pueda hacer nada más que estar tumbada y padecer”, detalla. “No es una opción para mí no medicarme cada ocho horas el resto de días que tengo la regla, porque me incapacita”, asegura. Intenta seguir sus rutinas, pero adaptándolas: “No puedo permitirme no ir a trabajar, o no estudiar, pero si hago ejercicio normalmente y esos días tengo estos dolores fuertes, evidentemente lo cancelo. Intento hacer planes con los que puedo sentirme mejor, tomarme una bebida caliente, estar relajada, tumbarme un rato si puedo hacerlo”.
No ha faltado al trabajo debido a la regla, pero sí le ha ocurrido que una vez allí se le ha pasado el efecto de la medicación y le ha tocado aguantar el resto de la jornada “bastante mal”. Por ese motivo, para ella que existiese una baja “sería maravilloso”, pero con matices: “A veces pienso que en mi profesión, que es la docencia, sería difícil de llevar porque desaparecer una vez al mes dos o tres días no sé cómo se podría encajar. Igual te podrían dar unas horas concretas de horas de refuerzo o coordinación de otros cargos. Por ejemplo, si soy coordinadora de inglés y doy clases y refuerzo, que me permitan descansar en los refuerzos. Sería una forma. Me parece una baja necesaria y no sé cómo no se ha hecho todavía”.