Docentes interinos: esclavos de una oposición
Una generación de profesores continúa encadenando contratos temporales y preparando unas oposiciones.
Existe una generación de docentes interinos que lleva años encadenando contratos y ceses laborales. Una generación de profesores y profesoras que se desplazan a diario cientos de kilómetros para llegar a sus puestos de trabajo o que de lunes a viernes establecen su residencia en un lugar que está a varias horas de su hogar. Estos profesionales cada curso suelen cambiar de ciudad y de centro educativo cuando algo primordial en el proceso de aprendizaje es la continuidad del enseñante en una materia.
Esta generación de profesores comenzó su andadura en la enseñanza pública hace más de una década. Por aquel entonces, se acordó que había que darle estabilidad al gran número de interinos que ya existía en el sector educativo. Se crearon convocatorias transitorias en la que los aspirantes sin tiempo de servicio tenían pocas posibilidades de conseguir una plaza independientemente de sus buenas notas. Esa calificación era, por otra parte, un requisito fundamental para que comenzaran a llamar de las bolsas de trabajo para cubrir sustituciones.
Esos mismos docentes que se quedaron sin plaza en una época en la que disponían de tiempo para estudiar, pero no de experiencia laboral, también sufrieron los recortes en la educación pública durante la crisis económica. Al poco tiempo de meter la cabeza en el sistema, se vieron de nuevo fuera de este, ya que la subida de horas y de ratios en el sector provocó que estuvieran varios cursos sin trabajar. La crisis también ocasionó la cancelación de algunas convocatorias a pocos meses de la fecha establecida, así como que las administraciones ofrecieran números de plazas irrisorios.
Los años no pasaron en balde. Esos interinos, que antes planificaban su vida en función del momento en el que conseguían la plaza, se dieron cuenta de que se les pasaba la vida esperando a que esa ocasión llegara.
Cuando por fin las aguas volvieron a su cauce, estos profesores habían dado un paso más en sus vidas. Muchos de ellos ya habían formado una familia, pero los kilómetros diarios seguían presentes, al igual que los continuos cambios de destino. También seguían encadenando contratos temporales y preparándose unas oposiciones que poco sentido tenían para quienes las habían aprobado en varias ocasiones y para los que llevaban años desempeñado su labor con profesionalidad.
Hartos de tanta inestabilidad laboral, estos docentes comenzaron a reclamar una plaza fija. Al igual que lo hacían otros trabajadores interinos de otras administraciones públicas.
Sin embargo, existía un problema sistémico que perpetuaba esta situación. Aunque las administraciones insistían en que las oposiciones reducirían la temporalidad, la realidad es que poco podían hacer los interinos al enfrentarse a pruebas eliminatorias para conseguir una plaza frente a aquellos que disponían todo el tiempo para prepararlas.
Además, la opinión pública se había mostrado con frecuencia contraria a sus reivindicaciones. Especialmente se oponían los aspirantes a esas plazas que, olvidando que ellos también se podían ver en la misma situación, insistían en que los interinos debían estudiar como todo el mundo.