Disputas y polémicas en la historia de las elecciones presidenciales de EEUU
La mayoría de los ojos estarán puestos en Trump, quien no ha dicho si aceptará o no el resultado si pierde.
Por Robert Speel, profesor de Ciencias Políticas, Erie campus, Penn State:
Independientemente del resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, parece probable que demócratas y republicanos terminen en los tribunales.
A pesar de declararse ganador, el presidente Trump ha dicho que va a impugnar los resultados de las elecciones, y ha llegado incluso a decir que está convencido de que será la Corte Suprema la que tome la decisión final. Mientras tanto, el candidato presidencial demócrata, Joe Biden, tiene un equipo de abogados preparados para dar la batalla legal.
Los cambios sin precedentes en los procedimientos de votación debido a la pandemia de coronavirus han creado oportunidades para que los candidatos sospechen de juego sucio. Los republicanos han argumentado que ampliar los plazos para recibir y contar las papeletas generará confusión y fraude, mientras que los demócratas creen que los republicanos están trabajando activamente para privar de sus derechos a los votantes.
Si alguno de los candidatos se niega a aceptar los resultados, no sería la primera vez que la confusión y las denuncias de fraude dominan los días y semanas posteriores a las elecciones en Estados Unidos.
Las elecciones de 1876, 1888, 1960 y 2000 figuran entre las más disputadas de la historia de Estados Unidos. En cada caso, el candidato y el partido perdedores reaccionaron a los resultados de manera diferente.
En 1876, 11 años después del final de la Guerra Civil, todos los estados confederados habían sido readmitidos en la Unión, y la Reconstrucción estaba en pleno apogeo. Los republicanos tenían más apoyo en las áreas unionistas del norte y las regiones afroamericanas del sur, mientras que el apoyo demócrata se concentró en torno a los estados blancos del sur y las áreas del norte que no secundaron la Guerra Civil. Ese año, los republicanos nominaron al gobernador de Ohio Rutherford B. Hayes, y los demócratas eligieron como candidato a la presidencia al gobernador de Nueva York Samuel Tilden.
Pero el día de las elecciones se produjeron episodios generalizados de intimidación contra los votantes republicanos afroamericanos en el sur. Tres estados sureños, Florida, Luisiana y Carolina del Sur, tenían juntas electorales dominadas por los republicanos. En esos tres estados, algunos resultados iniciales parecían indicar victorias del candidato demócrata, Tilden.
Pero, debido a las acusaciones generalizadas de intimidación y fraude, las juntas electorales invalidaron suficientes votos como para dar los estados –y sus votos electorales– a Hayes. Con los votos de los tres estados, Hayes obtendría una mayoría de 185-184 en el Colegio Electoral.
De esta manera, en enero de 1877 el Congreso recibió dos recuentos distintos, con resultados opuestos, por lo que la cámara votó para crear una comisión bipartidista: 15 miembros del Congreso y magistrados de la Corte Suprema determinarían cómo asignar los votos electorales de los tres estados en disputa. Siete comisionados serían republicanos, siete demócratas y habría uno independiente, el juez David Davis de Illinois.
Davis, que había sido seleccionado por los demócratas de Illinois para servir en el Senado (en aquella época los senadores todavía no se elegían directamente por los votantes), renunció a la comisión. Fue reemplazado por el juez republicano Joseph Bradley, quien procedió a unirse a una mayoría republicana de 8-7 que otorgó todos los votos electorales en disputa a Hayes.
Los demócratas decidieron no pelear ese resultado final debido al “Compromiso de 1877”. Un acuerdo que permitió que, a cambio de dar a Hayes la Casa Blanca, se finalizaran la Reconstrucción y la ocupación militar del Sur.
El resultado final fue un solo mandato presidencial Hayes, considerado ineficaz, mientras que se destruyó cualquier posibilidad de influencia política afromaericana en el sur. Durante el siguiente siglo, los estados del sur, libres de la supervisión del norte, implantarían leyes que discriminaron a los negros y restringirían su capacidad para votar.
En 1888, el presidente demócrata Grover Cleveland de Nueva York se postuló para la reelección contra el exsenador de Indiana Benjamin Harrison.
En aquel entonces, las papeletas electorales se imprimían en la mayoría de los estados, eran distribuidas por los partidos políticos y la votación era pública. Se sabía que ciertos votantes (llamados “floaters”) vendían sus votos al mejor postor.
El candidato republicano, Benjamin Harrison, había designado tesorero del comité Nacional Republicano a un abogado de Indiana, William Wade Dudley. Poco antes de las elecciones, Dudley envió una carta a los líderes locales republicanos en Indiana con los fondos prometidos e instrucciones sobre cómo repartirse a los votantes receptivos en “bloques de cinco” para recibir sobornos a cambio de votar a Harrison. Las instrucciones describían cómo cada activista republicano sería responsable de cinco de estos “floaters”.
Los demócratas consiguieron una copia de la carta y la publicitaron ampliamente en los días previos a las elecciones. Harrison terminó ganando Indiana por solo unos 2.000 votos. Aún así, el estado habría sido republicano, incluso sin la mayoría de los votos, ya que había ganado el Colegio Electoral.
De hecho, el candidato demócrata Cleveland ganó el voto popular en todo el país por casi 100-000 votos. Pero perdió su estado natal, Nueva York, por cerca del 1% de los votos, colocando a Harrison como ganador en el Colegio Electoral. Se cree que la pérdida de Cleveland en Nueva York también pudo haber estado relacionada con la compra de votos.
Cleveland no impugnó el resultado del Colegio Electoral y se tomó la revancha contra Harrison cuatro años después, convirtiéndose en el único presidente en cumplir mandatos no consecutivos. Mientras tanto, el escándalo de bloques de cinco llevó a la adopción en todo el país de papeletas secretas para votar.
Las elecciones de 1960 se disputaron entre el vicepresidente republicano Richard Nixon y el senador demócrata John F. Kennedy.
El voto popular fue el más ajustado del siglo XX, con Kennedy derrotando a Nixon por solo unos 100.000 votos, una diferencia de menos del 0,2 por ciento del censo.
Debido a esa diferencia tan justa, y a que Kennedy derrotó a Nixon por menos del 1 por ciento en cinco estados (Hawai, Illinois, Missouri, Nueva Jersey, Nuevo México), y por menos del 2 por ciento en Texas, muchos republicanos gritaron “tongo”. Se obsesionaron con dos lugares en particular: el sur de Texas y Chicago, capital de Illinois, donde la maquinaria política liderada por el alcalde demócrata Richard Daley supuestamente produjo los votos suficientes para darle a Kennedy el estado. Si Nixon hubiera ganado Texas e Illinois, habría tenido una mayoría en el Colegio Electoral.
Si bien los periódicos de tendencia republicana procedieron a investigar y concluir que se había producido fraude electoral en ambos estados, Nixon no impugnó los resultados. Siguiendo el ejemplo de Cleveland en 1892, Nixon se postuló nuevamente para presidente en 1968 y ganó.
En 2000, muchos estados todavía usaban la papeleta de tarjeta perforada, un sistema de votación creado en la década de 1960. A pesar de que estas papeletas tenían una larga historia de mal funcionamiento de las máquinas y votos perdidos, nadie se daba por enterado hasta que todos los estadounidenses se dieron cuenta de repente de que la tecnología obsoleta había creado un problema en Florida.
El día de las elecciones, los medios de comunicación nacionales descubrieron que una “papeleta mariposa” (una papeleta de tarjeta perforada con un diseño que violaba la ley del estado de Florida) había confundido a miles de votantes en el condado de Palm Beach.
El diseño de la papeleta en cuestión hizo que algunos votantes eligieran al candidato del Partido Reformista Pat Buchanan pensando que habían votado por el candidato demócrata Al Gore. Se calcula que Pat Buchanan recibió unos 3 000 votos de electores que probablemente tenían intención de votar por Gore.
El caso es que Gore terminó perdiendo Florida ante Bush por 537 votos y, al perder este estado, perdió las elecciones.
El proceso para determinar el ganador de las elecciones presidenciales duró un mes.
En Florida, los lectores electrónicos de papeletas no registraron ningún voto para presidente en más de 60.000 papeletas. Sin embargo, en muchas de las tarjetas perforadas, los pequeños trozos de papel que son expelidos cuando alguien vota con este tipo de tarjetas, conocidos como chads, todavía colgaban de una, dos o tres esquinas, y no fueron contabilizados.
Gore fue a los tribunales para que esas papeletas se contaran a mano para tratar de determinar la intención de los votantes, según lo permitido por la ley estatal. Bush apeló contra la solicitud de Gore. Si bien Gore ganó en la Corte Suprema del Estado de Florida, la Corte Suprema de Estados Unidos dictaminó a las 10 de la noche del 12 de diciembre que el Congreso había establecido una fecha límite para que los estados eligieran electores, por lo que no hubo más tiempo para contar los votos.
Gore aceptó los resultados al día siguiente. El drama y el trauma nacional que siguió al día de las elecciones en 1876 y 2000 podrían repetirse este año. Por supuesto, dependerá de lo ajustado de los resultados y de cómo reaccionen los candidatos.
La mayoría de los ojos estarán puestos en Trump, quien no ha dicho si aceptará o no el resultado si pierde.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés.