Desobedecer y resistir
"Puede que en lo banal se encuentre el mal, pero es también en los pequeños gestos donde se gestan las grandes revoluciones".
En 1970 la filósofa Hannah Arendt escribía sobre la desobediencia civil aludiendo a la delgada línea en la que se sitúa la rebeldía: a medio camino entre lo moral y lo legal. Si bien esto último, la ley, no puede amparar la desobediencia, la moralidad confronta su dialéctica a esta y alienta la insubordinación en un compromiso con un fin más justo, saltándose la norma.
Los y las artistas han sido, muchas veces, desobedientes, algo que se explica por la propia conciencia que acarrea la creación, sobre todo cuando intuye una de sus facetas fundamentales: cuestionar y responder al sistema que vivimos. En esta línea de pensamiento, el comisario Adonay Bermúdez presenta en la Sala de Bóvedas del Centro de Cultura Contemporánea Condeduque (Madrid) la exposición Desobediencias y resistencias, con obras cuyo eje central se ha movido entre esta rebeldía, pero también en su heredera natural, la resistencia.
La muestra reúne distintas acciones individuales de desobediencia civil que son materializadas en actos cotidianos, invisibles incluso, donde el cuerpo en solitario es empleado como vehículo transmisor, tanto desde el punto de vista del receptor como del emisor. Obras de los y las artistas Marina Abramović, Teresa Correa, Regina José Galindo, Jürgen Klauke, Sigalit Landau, Matt Mullican, Shirin Neshat e Itziar Okariz, que abordan cuestiones muy diversas en sus planteamientos, incluso en su lugar como artistas.
Frente a quienes exponen el cuerpo de manera evidente (siendo en algunos casos protagonistas de la acción) hasta quienes utilizan la sutileza como una estrategia política.
Así, nos encontramos obras donde gestos tan simples como contar monedas o jugar al hula hoop se convierten en verdaderos desafíos a las lógicas de mercado, a las fronteras entre países o al sistema patriarcal.
Desde el siempre bienvenido vídeo de Itziar Okariz orinando en espacios públicos, hasta el silencio ensordecedor de Shirin Neshat, las performances en estado hipnótico de Matt Mullican o el infructuoso intento de Regina José Galindo de domar a un toro mecánico en Texas, aludiendo sutilmente a cuestiones como la opresión de las comunidades indígenas o la lucha contra el poder colonial.
Desobediencias y resistencias es una exposición rotunda, incluso diría que inquietante (si pensamos en esa idea de lo siniestro que Freud definió como lo familiar que se vuelve extraño), y profundamente política.
Volviendo a Arendt y su polémica defensa de que en lo banal y mundano estaba la verdadera maldad, Desobediencias y resistencias nos muestra la poderosa capacidad del arte y de los y las artistas de desobedecer, de resistir. En un contexto como el actual, con el fascismo en auge de nuevo, esta exposición es aún más necesaria. Puede que en lo banal se encuentre el mal, pero es también en los pequeños gestos donde se gestan las grandes revoluciones.