Desnaturalizar brutalidades
En la sección de Las 20 mejores fotos de la semana, El País incluye esta. El pie de foto dice: "Una niña de etnia kayan, también conocida como una niña de cuello largo, se sienta en la tienda de recuerdos de sus padres en el pueblo de Kayan (Tailandia)".
Sé que El País ha vuelto a ser un diario progresista y sé que defiende los derechos humanos. También sé que es casi imposible que, en esta o en cualquier otra publicación, no se "cuele" alguna salvajada. Sobre todo cuando las salvajadas están interiorizadas en nosotr@s, normalizadas, socialmente "naturalizadas". Pero justamente por eso, creo que debemos señalarlas, hacer un esfuerzo de irracionalización (Celia Amorós, dixit), clave para acabar con la desigualdad y la violencia hacia las mujeres.
Esta práctica de la etnia kayan no es un rito sin más, ni una "exótica" costumbre sin mayores consecuencias. Es de una extrema brutalidad. Estamos ante una grave violencia que ocasiona deterioros corporales dolorosos e invalidantes a niñas y mujeres. Y, por lo mismo, no se puede aludir a ella en tono "aséptico", como si "aquí no pasa nada", cosas del folclore de los pueblos...
Hay que resaltar, además, que esta agresiva aberración había empezado a perder fuerza, estaba en decadencia hasta que apareció el turismo y las agencias de viajes introdujeron en sus tours "la visita a las mujeres jirafas". La etnia kayan descubrió un modo de vida nuevo: montar tiendas de objetos típicos y souvenires atendidas por mujeres anilladas que son exhibidas como reclamo.
Aterroriza, además, comprobar que quienes en occidente escriben o hablan de estas brutalidades patriarcales, aún se hacen eco de "justificaciones" intragables tales como que el objetivo para anillar a niñas y mujeres es impedir que los tigres las degüellen. ¡Mira tú! ¡qué tiernos!
¡Claro! ¿Cómo no lo habíamos pensado? Igual que antes –no hace tanto- nuestra sociedad mantenía a las mujeres encerradas y controladas "por su bien", para que no fueran depredadas por los varones que andaban sueltos. ¡Siempre es por nuestro bien aunque nosotras, ingratas, no nos demos cuenta!
Y, podemos preguntarnos ¿qué hacen los gobiernos de Myanmar (Birmania) o de Tailandia donde vive esta etnia? Exacto, nada. ¿Y qué hacen los organismos internacionales para obligarlos a que actúen? Exacto, nada.
Y habría mucho que hacer: además de presionar a esos estados, reclamar sanciones para las agencias de viajes que incluyan visitas turísticas a estas zonas. Las agencias están en nuestros países occidentales, es fácil actuar contra ellas.
Claro que, algunos pensarán: ¿y no es peor ver las calles llenas de niñas en exposición que los pedófilos pueden alquilar durante días o semanas, como si de un coche se tratara? ¿No es más cruel aún la ablación del clítoris que se practica sobre cientos de miles de mujeres cada año?
Me niego a entrar en esas comparativas. Cierto que hay grados de horror pero el hecho de que haya alguno aún mayor no significa que los otros no deban sublevarnos.
No se puede actuar con permisividad o con manga ancha cuando de defender derechos humanos se trata (y no está de más recordar que los derechos de las mujeres son también derechos humanos).