Desmontando las críticas a la aplicación del etiquetado Nutri-Score
Algunas de las voces críticas que afirman que el semáforo nutricional no es útil se basan en argumentos muy discutibles para desacreditarlo.
Tras las polémicas sobre Nutri-Score que han surgido en los últimos meses suele haber problemas de comprensión de lo que se puede esperar de Nutri-Score y lo que Nutri-Score puede (o no) aportar. A veces tienen un componente ideológico. Otras responden a la defensa de intereses económicos o políticos, sin importar la salud pública.
Y en ciertos casos encierran una verdadera falta de honestidad intelectual de aquellos que no quieren escuchar los argumentos o respuestas de científicos cuando van en contra de su opinión, su ideología o sus intereses.
Algunas de las voces críticas que afirman que Nutri-Score no es útil se basan en argumentos discutibles para desacreditarlo. Analicémoslos uno por uno.
Este argumento falaz, ya utilizado en otros países para tratar de bloquear el despliegue de Nutri-Score, le reprocha que no tiene en cuenta todas las dimensiones de los alimentos. Especialmente su grado de transformación (procesado) o su impacto medioambiental.
Vayamos por partes. Nutri-Score es un sistema de información sobre la calidad nutricional. Como cualquier logotipo nutricional, no es capaz de abarcar todas las dimensiones de salud de los alimentos (grado de transformación, presencia de aditivos o de pesticidas, respeto con el medio ambiente y salud del planeta, etc.).
Es muy fácil condenar a Nutri-Score acusándolo de no integrar las dimensiones ambientales, el grado de procesamiento o el contenido en azúcares añadidos y polifenoles –éstos dos últimos datos, por cierto, no están disponibles en el etiquetado nutricional obligatorio–. Lo difícil es proponer una fórmula científica práctica para crear ese logotipo ideal –y, a nuestro juicio, imposible– que responda a todas las exigencias.
Nutri-Score solo cubre la calidad nutricional de los alimentos. Y eso ya es mucho en términos de salud pública.
Éste es otro argumento absolutamente discutible. Hay que recordar que la puntuación desarrollada para su cálculo ha sido objeto de un proceso científico riguroso que ha durado varios años, integrando numerosos trabajos que permiten justificar los nutrientes o elementos retenidos en su algoritmo. Se ha demostrado que tener en cuenta las frutas y hortalizas en el cálculo de Nutri-Score es un excelente indicador del contenido de vitaminas del alimento, como es el caso, por ejemplo, de la vitamina C o el beta-caroteno.
Del mismo modo, se ha demostrado con bases científicas sólidas que las proteínas son un indicador del aporte de minerales como el calcio y el hierro. Así pues, el algoritmo tiene en cuenta muchos más elementos (especialmente vitaminas y minerales de interés) que la única lista de los que se muestran para su cálculo.
Además, también hay que tener en cuenta que los datos sobre la composición detallada de vitaminas y minerales no están disponibles para muchos alimentos ya que no son obligatorios según la normativa europea. Sólo Nutri-Score, y el etiquetado HSR en Australia reflejan el aporte de determinadas vitaminas y minerales de interés para la salud.
Se trata de nuevo de una polémica sustentada en falsos argumentos ampliamente difundidos por algunos sectores agrícolas. Éstos dan a entender que si un alimento forma parte del patrimonio culinario español, eso le confiere automáticamente el estatuto de “pilar” de la dieta mediterránea. Y por tanto se asume que tiene una buena calidad nutricional y un interés para la salud. Cosa absolutamente incierta.
Consideramos que este tipo de argumentos falsos se utilizan con fines electoralistas o políticos, a veces para defender sectores económicos regionales y sus tradiciones locales, haciéndoles creer erróneamente que están amenazados por Nutri-Score.
Quienes acusan a Nutri-Score de clasificar mal ciertos alimentos de la dieta mediterránea mezclan voluntariamente en su discurso un verdadero “pilar” cuyo consumo debe privilegiarse (el aceite de oliva) con alimentos que no lo son, como el jamón o el chorizo.
Es más, las recomendaciones nutricionales dictan que el consumo de estos alimentos se debe limitar dada su alta densidad calórica y su alto contenido en grasas saturadas y en sal. Por tanto, es totalmente coherente que estos productos estén clasificados en las categorías Nutri-Score D y E.
Cabe destacar que los alimentos que son realmente la base de la dieta mediterránea (frutas y verduras, legumbres, frutos secos,…) están bien clasificados por Nutri-Score. Y en cuanto al aceite de oliva, se sitúa en la mejor categoría existente para los aceites y las grasas añadidas.
Con la polémica suscitada con el aceite de oliva nos enfrentamos a un problema importante de interpretación del logotipo frontal Nutri-Score. Esta polémica ha podido inquietar a algunos profesionales y científicos que desean, como todos los nutricionistas, promover el consumo de aceite de oliva. Que es innegablemente saludable.
Pero lo cierto es que no hay razón para polemizar. El aceite de oliva está clasificado en la escala de Nutri-Score en C, la mejor categoría posible para una materia grasa añadida. Ningún aceite está clasificado A o B, mientras que la gran mayoría de los aceites están clasificados D o E. Sólo los aceites de colza y de nuez están también clasificados como C, ya que disponen de una composición nutricional que justifica este posicionamiento.
Todos los documentos relativos a Nutri-Score recuerdan que Nutri-Score no es un logotipo binario que caracteriza la calidad nutricional de los alimentos en valor absoluto, bueno frente a malo, “saludable” frente a “no saludable”.
Nutri-Score, con sus 5 categorías, se ha diseñado para comparar la calidad nutricional de alimentos similares. Por tanto, confrontar la calidad nutricional de productos cuyo uso no tiene nada que ver, como el aceite de oliva y los cereales para el desayuno, carece de toda lógica.
Como tampoco tiene sentido que sigamos interpretando que los productos clasificados como A/B corresponden a productos “saludables” y los D/E a productos “no saludables”.
En cuanto a la acusación también habitual de que “hagamos lo que hagamos, de todos modos los consumidores interpretarán siempre en valor absoluto el Nutri-Score y compararán el aceite de oliva con los cereales del desayuno y los refrescos, lo que los inducirá a errores en sus compras”, no se basa estrictamente en ninguna demostración científica y no es más que una especulación.
Como argumento en contra de esta acusación están los numerosos estudios científicos que han demostrado que Nutri-Score se comprende y utiliza bien, y condiciona favorablemente la calidad nutricional de la cesta de la compra en beneficio para la salud. Sin embargo, los detractores de Nutri-Score nunca quieren ver estos trabajos científicos. Es más, ni siquiera los citan.
Peor aún, esta negación de la ciencia se traduce en ocasiones en declaraciones asombrosas sobre el hecho de que Nutri-Score no reposa sobre fundamentos científicos, omitiendo así los más de 45 estudios sobre Nutri-Score que demuestran su interés y eficacia en comparación con la ausencia de logotipo u otros logotipos existentes.
Este tipo de crítica suele formar parte de la batería de argumentos esgrimidos por los grupos de presión con el objetivo de poner en duda una medida de salud pública que les molesta pidiendo siempre más estudios y, sobre todo, estudios imposibles.
Evaluar mediante estudios de intervención un logotipo nutricional sobre el riesgo de enfermedades crónicas (cáncer, enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes, etc) es totalmente inviable. ¿Cómo se puede comparar una población que tenga la posibilidad de hacer sus compras en lugares donde los alimentos muestran el Nutri-Score con una población control que compraría en lugares donde los alimentos no añaden Nutri-Score en sus envases? Es un argumento irreal tanto desde el punto de vista metodológico como de viabilidad.
Ningún estudio de este tipo ha sido realizado para ninguno de los logotipos existentes en el mundo. En cambio, Nutri-Score ha sido el único logotipo que ha seguido las diferentes etapas recomendadas en su diseño por la OMS, incluyendo estudios prospectivos de cohortes, varios de ellos realizados en España y en Europa con grandes poblaciones.
Algunos estudios realizados con más de 500 000 sujetos seguidos durante 15 años ponen de manifiesto que las personas que consumen alimentos bien clasificados por Nutri-Score tienen un menor riesgo de padecer (y fallecer por) enfermedades crónicas. Además, existen estudios de intervención aleatorizados que demuestran que Nutri-Score tiene un efecto beneficioso sobre la calidad nutricional de la cesta de la compra.
En conclusión, podemos decir que Nutri-Score no es perfecto al 100 % y puede ser mejorado. De hecho, se ha establecido recientemente un Comité Científico Europeo que debe reunirse regularmente, y que se encargará de su actualización en función del progreso de los conocimientos científicos.
Es lamentable que las polémicas, en el mejor de los casos por incomprensión y en el peor de ellos movidas por una deshonestidad intelectual, intenten alterar la implementación de un instrumento de salud pública basado en fundamentos científicos sólidos y solicitado por los consumidores. En definitiva, los grandes beneficiarios de estas polémicas son los grupos de presión que quieren impedir su implementación.