Hay otra guerra que sí ha estallado en Ucrania: la de la desinformación
Noticias falsas, imágenes sin verificas, falta de contexto, medias verdades... La propaganda belicista clásica sigue siendo determinante para caldear los ánimos.
Durante la Primera Guerra Mundial, en 1917, el senador estadounidense Hiram Johnson dijo: “La primera víctima de la guerra es la verdad”. La frase es tan manida como cierta. Antes de que rompan las hostilidades, las clásicas y las modernas, la contienda se libra en los comunicados y vídeos oficiales, en la prensa formal y, ahora también, en las redes sociales. La crisis de Ucrania no es una excepción: hay mentiras, tergiversaciones, medias tintas, manipulación, silencios. Hay confusión, sobre todo. Y ni la prensa ni los ciudadanos sabemos bien a qué atenernos.
Miguel Vázquez Liñán, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, explica que es lo habitual: “La guerra lleva casi ocho años en el Donbás. Esta, la anunciada, aún no ha empezado, pero la propaganda de guerra sí, por supuesto, siempre precede al inicio de las hostilidades militares. La confusión es uno de los objetivos claros, es una meta de los todos los bandos”. Usa una imagen muy clara para entenderlo. “Es como si los propagandistas de todas las partes quisieran crear una especie de niebla informativa, de forma que tú estés perdido dentro de esa niebla y, si los bombardeos empiezan, sea por sorpresa, te los encuentres a la salida de esa niebla”, señala.
El autor de La trinchera permanente. Guerra, propaganda y campañas electorales es un estudioso, en particular, de la estrategia de Moscú en estas lides, pero asume que “cuando la tensión sube como aquí, de forma tan preocupante, no existe un bando que no haga propaganda, ni ha existido ni existirá”. Es decir, que se habla mucho de las campañas que vienen del Kremlin, pero que también salen de la Casa Blanca y del cuartel general de la OTAN en Bruselas.
“Todos nos tienen que convencer de por qué estamos yendo a la guerra, quién es el malo. Nosotros vivimos donde vivimos, recibimos sobre todo una de las propagandas, pero a los rusos o a su zona de influencia les pasa lo contrario, ven otra, la que le dice que Occidente es igual de hipócrita que siempre y no hay que fiarse de lo que ellos digan. Si hay algún culpable es el otro, esta es siempre la norma número uno de la propaganda: “yo no he sido”. Quieren conseguir, además, que desconfiemos de toda la información que recibimos, de forma que lleguemos a no distinguir la verdad de la mentira. Es un objetivo y lo están consiguiendo”, remarca.
La investigadora belga Jonne Vanhamme recopila datos las universidades de Bruselas y Leiden (Países Bajos) sobre propaganda y habla de tres bloques de básicos de informaciones que ayudan a generar esa niebla: las noticias falsas, las tergiversadas y las “conscientemente” incompletas. “Conforman una campaña sostenida y coordinada de desinformación”, sostiene, complementaria a la militar y a la diplomática. “La meta, en el caso de Vladimir Putin, es consolidar su poder y debilitar a los adversarios, que son sobre todo EEUU y la OTAN y, secundariamente, la Unión Europea, y la del bloque contrario es exactamente la contraria, debilitar a Moscú y venderlo como una amenaza mundial”, señala. “Suena básico, y lo es, pero la estrategia es profunda”, apunta.
Cómo se hace
Hay una serie de temas y lugares comunes que cambian “en absoluto” de una contienda a otra, comparten los dos expertos. El básico: que la culpa la tiene el de enfrente. “Nadie quiere aparecer como el culpable del inicio de una guerra, porque es fea, no gusta, a nadie le apetece pasar así a la historia. Pero las nuevas tecnologías han transformado esos mensajes viejos, tradicionales, de la propaganda de guerra .Se está viendo con los vídeos que no sabemos si son falsos o verdaderos, por ejemplo, o con los movimientos de tropas, exagerados o no y difícilmente verificables sin prensa sobre el terreno. Una provocación cualquiera podría iniciar un asalto o una invasión militar más importante y las informaciones para ese momento están trabajadas, ahí. Cualquiera puede ser usada como justificación de que hay que intervenir ya, hay que hacer algo más”, ahonda.
El profesor de la Hispalense sostiene que estamos ante una “abundancia impensable de información” respecto a otros momentos de la historia, a la que se suma “una rapidez igualmente impensable”, que genera al final “confusión” y más cuando “llueve sobre mojado”, porque ya existe cansancio, desapego o desconfianza ante determinadas informaciones. “Estamos completamente perdidos en el momento en el que más información hemos tenido de la historia”, lamenta.
Ese es el marco. Vanhamme pone los detalles: tanto Rusia como el bando aliado, por así llamarlo, están recurriendo a “filtraciones interesadas de Inteligencia imposibles de corroborar de forma independiente, acusaciones basadas en información clasificada igualmente inaccesible e incomprobable, escenificaciones medidas, tanto en las imágenes como en los comunicados, tiempos ajustados a sus intereses y abundancia de mensajes lanzados en masa por todos los canales posibles para garantizarse la diana”.
Y enumera los casos en los que es “imposible” saber realmente lo que está pasando: “no sabemos cuántas tropas de Rusia hay en la frontera de Ucrania, porque el dato que da Occidente va variando y lo que vemos son imágenes de satélite tomadas por empresas privadas que son prestigiosas, pero no son oficiales, pero en los mismos comunicados en que se denuncia eso se oculta cuánto personal ha desplegado ya la OTAN y EEUU y dónde exactamente para hacer frente a esta crisis”, por ejemplo. “Y ese “comportamiento agresivo”, como lo llama el Pentágono, justifica todo lo que ha ido viniendo, a sus ojos”, dice.
Rusia, por su parte, “informa constantemente a su población y la de su radio de influencia de instalaciones de nuevas bases de la OTAN o de supuestas agresiones o discriminaciones a población prorrusa o de raíces rusas en países como Ucrania, lo que alienta el orgullo herido de la época postsoviética”, casos que han acabado siendo desinflados o incluso negados con el tiempo. Una situación que se arrastra desde 2014, cuando la anexión de Crimea y la autoproclamación de independiencia de dos zonas del Donbás, pero que cala en su gente, que se escandaliza por los “genocidios” que sufren sus iguales.
Todos están a la que salta ante cualquier desliz del lado contrario, sea de Gobiernos o de medios, además. “Es un cuadrilátero, cada despiste se aprovecha. Y Ucrania y los ucranianos, en medio”, apunta.
Desde las instituciones
La propaganda y la desinformación no es sólo cosa de bots en las redes, de envíos masivos de material viejo y desubicado en mensajería instantánea. Es una preocupación que llega a los Gobiernos y por eso, en esta crisis, se están viendo hasta comunicados cruzados de Moscú y Washington recopilando las supuestas mentiras del contrario, en diferentes idiomas y soportes.
En el caso de la Unión Europea, recuerda Vázquez Liñán, existe EUvsDisinfo, un equipo especializado en combatir las mentiras rusas sobre Europa, específicamente, y que está siendo muy activo estos días. Es “sobre todo una iniciativa polaca, con ayuda de otros estados”, alentada tras la ampliación de la UE y la OTAN al este, a partir de 2004, con el acceso de “muchos países que tienen muchas cuentas pendientes con Rusia”. Se ha llegado a poner a Rusia al nivel del Estado Islámico como dos dos peores enemigos para la estabilidad del club comunitario.
“Eso no le sentaría bien a ningún país, claro, pero por otro lado, Rusia no ha hecho otra cosa en los últimos 20 años sino mentir, es imposible fiarse de nada de lo que dice que va a hacer. Ahora estamos entre estas dos propagandas, sólo que a nosotros nos llega más una y a otros, otra, pero en cualquier caso el tema es la confusión total que nos hace casi imposible distinguir la verdad de la mentira. Estamos en medio de un cruce de propagandas”, insiste.
La analista belga añade que, en el caso de los países occidentales, estos comunicados y compilaciones de supuestas mentiras se pueden “contrastar, al menos en parte”, porque “existe una prensa libre y cada vez hay más herramientas y medios dedicados a la verificación”. En España, sin ir más lejos, tenemos las populares VerificaTVE, Newtral o Malditobulo. La cosa cambia en Rusia, país que está en la posición 150 (de 180 naciones) en la clasificación anual de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras (RSF), en la zona roja, donde “no hay democracia en ese campo, el Kremlin hace una persecución contrastada de la prensa libre y la que resta hace un seguidismo manifiesto del Estado en cuestiones de seguridad nacional y defensa”.
¿Qué puede hacer la prensa?
En la información de esta crisis hay riadas, pero falta el agua potable. La prensa reproduce comunicados y proyecciones -hasta fecha se le había puesto a la invasión rusa, con cálculos exactos de daños-, sin descanso, llenando directos, sin capacidad de verificar lo que se le pasa, limitando además el problema a cruces de declaraciones, sin hechos detrás. Un ejemplo: a día de hoy no sabemos si Rusia ha retirado tropas o no de la frontera con Ucrania, tras acabar los ejercicios militares previstos, o si por contra ha ampliado el numero de uniformados. Unos dicen, otros dicen.
“La prensa está atada de manos, es muy difícil que un periodista o un medio afirme: ‘soy incapaz de decir nada, porque todo lo que me cuentan puede ser mentira’. Por desgracia, el periodismo está falto de este tipo de artículos”, sostiene el profesor Vázquez Liñán. Como alternativa a ese desespero, expone que se pueden publicar noticias sobre cómo funciona la desinformación y cóno detectarla “o intentarlo”, pero “también hay que tomar una posición ética”: “todos te van a mentir, pero tú debes conocer un poco qué se está enfrentando aquí y tomar tu decisión y sacar conclusiones”.
“Una vez que empiece el conflicto, puedes tener por seguro que todos te van a mentir o que todos te van a dar la información lo más mascada posible para que tú la publiques. La prensa tiene ahora que incluir el criterio periodístico de decir: ‘somos incapaces de verificar todo, nos están bombardeando de información falsa’, y hacer contenidos que hablen sobre las dificultades de separar el grano de la paja, cuando les envían todos los días propaganda de todas partes”. Mucha explicación, mucha pedagogía, es lo que queda.
Comparte esa visión Vanhamme, quien enfatiza la falta de periodistas sobre el terreno que puedan dar una visión honrada de lo que está pasando. El famoso ir, ver, entender y contar. “La prensa local está muy muy constreñida a contar visiones gubernamentales, en los dos lados de la frontera, y a la internacional le cuesta llegar, por la precariedad de las redacciones o el bloqueo de zonas como el Donbás. Tampoco hay que olvidar que no tenemos campo de batalla ahora mismo, más que el que se ve desde hace siete años y medio, porque no hay invasión, al menos aún”.
Con cierta sorna, recomienda buscar a los profesionales que están pudiendo llegar a la zona y que cuentan una realidad “que dista mucho de la que se cuenta en algunos despachos, más allá de la penosa guerra ya arrastrada, que importa poco a los medios casi desde que empezó”. “Ojalá hubiera más medios y menos limitaciones para contar sin ataduras -desea-, porque hacer de mera correa de transmisión puede crear estados de opinión no deseables”.
Están los lectores, oyentes, espectadores. ¿Un consejo para ellos? “Que, al menos, no cometiésemos el error principal que suele darse en estos casos, que es interpretar cualquier conflicto internacional según la mirada propia, absolutamente local”, dice Liñán. “Si yo quiero saber qué posición tomar digo: ‘a ver qué dice mi partido de turno’, y se convierte esto en una cosa de izquierdas y derechas españolas. Eso no sirve absolutamente de nada para comprender el conflicto. Dejarnos guiar por el gurú de turno puede ser un grave error”, un aviso que nos pone a las redes sociales en mente.
“Es mucho mejor punto de partida reconocer que no se sabe nada antes que tomar este criterio. Cuando no sé nada, puedo empezar de cero, pero si se mete eso en la lucha política, no me voy a enterar de nada nunca. Y eso pasa mucho aquí”, lamenta.
Porque la propaganda ya hace bastante bien su trabajo, bastante tiene avanzado, como para añadirle más. “Es muy determinante. Cada vez más”, confiesa.
Y todo esto sabiendo, como escribía el poeta Juan Bonilla, “que La Verdad ya no es más que un periódico de Murcia”.