Por qué a la derecha le pone tanto El Cid
Todo empezó con el franquismo, huérfano de ideología. Le siguieron con entusiasmo el PP y, por supuesto, Vox.
José María Aznar se vistió en 1987 de El Cid para el reportaje Locas Pasiones de El País Semanal.
Santiago Abascal mostró, 32 años después, una pasión similar hacia el de Vivar cuando cerró la campaña electoral de 2019 exaltando su patriotismo y apelando el espíritu de El Campeador. “Rendirse no es una opción para los españoles”, dijo el líder de Vox, que meses después insistió en otro mitin: “Nosotros no somos muy del CIS, somos más de El Cid. A nosotros nos gustan las reconquistas”.
Bastan estos dos ejemplos para poner sobre la mesa un hecho inapelable: Rodrigo Díaz de Vivar es un referente para la derecha. En términos más coloquiales, El Cid les pone. De hecho, es muy probable que ambos estén encantados con la serie sobre los años de juventud de El Campeador que este viernes estrena Amazon Prime Video con Jaime Lorente como protagonista.
Otra prueba de esa admiración es el cartel con el que Vox Andalucía arrancó la campaña de las generales de 2019, en el que figuraba la estatua ecuestre de El Campeador como reclamo para llamar al voto por la unidad de España. Él lo hizo en el siglo XI, nosotros en el XXI, debieron de pensar...
Antes que a ellos, El Cid había conquistado a Franco, que el 23 de julio de 1955 inauguró con pompa la figura que decora la plaza burgalesa del Mío Cid hecha por el escultor Juan Cristóbal González. “La escultura ya rondaba [las gestiones para su construcción habían empezado en 1947] pero él la cogió de la mano y la hizo suya”, cuenta Gregorio González Vilches, comisario del Museo del Cid de Burgos.
Fue todo un evento en la época, un acto solemne acompañado por desfiles militares terrestres y aéreos que se convirtió en el reportaje de apertura del NO-DO del 1 de agosto de ese año. Por aquel entonces El Campeador también protagonizaba la filatelia del régimen.
“El Cid es el espíritu de España. Suele ser en la estrechez y no en la opulencia cuando surgen estas grandes figuras. Las riquezas envilecen y desnaturalizan, lo mismo a los hombres que a los pueblos”, dijo el dictador sobre el noble.
Sin referentes ni ideología
El historiador David Porrinas, autor El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra, explica que el dictador “se autoidentificó con el personaje y lo reivindicó”. “Piensa que el franquismo nació sin ideología, como un movimiento militar castrense, por eso se apropió de la ideología de Falange, de José Antonio Primo de Rivera, que perseguía la unidad nacional buscando referentes en el pasado, a ser posible medievales. De ahí Pelayo, Covadonga y El Cid”, explica.
“El franquismo contaminó la historia de una manera atroz, retrató a Don Pelayo y a El Cid como prolegómenos de Franco”, contó en esta línea Arturo Pérez-Reverte en una entrevista con El Cultural en 2019. “Contaminaron todos los símbolos, toda la épica, llenándolos de patrioterismo barato, estupidez y retórica imperial”, aseguró el autor de Sidi para denunciar que en España “hay un problema ideológico que hace que los héroes y la épica estén mal vistas”.
El motivo de esta “contaminación” fue la falta de ideología del franquismo a la que se refería Porrinas. “No es un fascismo, es un oportunismo, que es muy distinto. Utiliza el fascismo como herramienta, pero el franquismo no es fascista; es franquista, es personalista. Es una dictadura militar infame sin ideología”, explicó Reverte en National Geographic Historia.
“Se apropia de todo”, denunció el autor, consciente de que se permitió entonces y se sigue permitiendo ahora. “Cuando llega la izquierda y la democracia, en vez de limpiar esos símbolos, como estaban contaminados los tiraron a la basura”, añadió. “No es que la derecha se haya apropiado de los símbolos. No es que Abascal o Aznar se queden con ellos, es que la izquierda se los ha regalado por la cara, ¡gratis!”.
González Vilches apoya esta teoría: la derecha se quedó la figura de El Cid y la izquierda lo ha aceptado, y además la usa como un arma arrojadiza contra los otros. “Son culpables a partes iguales”, insiste el comisario, que señala que parte del problema es que no se conoce la figura de El Cid porque no se enseña en los colegios. “Creo que la serie de Amazon puede ayudar a democratizarla y quitarle esa caspa que tiene encima”, apunta el experto, quien ya vio como un acierto la producción animada Ruy, pequeño Cid (1980).
La serie de dibujos lo humanizó y acercó al gran público (y a los niños) al personaje alrededor del que se había construida una leyenda durante los 40 años de franquismo, cuando además el actor Charlton Heston, de ideología ultraconservadora, encarnó al mito en la película El Cid (1961).
Ni patriota ni religioso
Conocer a El Cid y conocer su historia es, según González Vilches, la forma de entender el sinsentido de las asociaciones Cid-Unión de España y Cid-Defensa del cristianismo.
En el siglo XI, cuando nació Rodrigo Díaz de Vivar, era imposible defender la unión de España porque España como hoy la conocemos no existía. España era la suma de varios reinos y El Cid no defendía ninguna unidad.
Del mismo modo, tampoco echó a los musulmanes de la península. “No luchó contra ellos, de hecho estuvo al servicio de la taifa de Zaragoza durante cuatro años y lideró la taifa de Valencia, en la que convivían musulmanes y cristianos”, señala González Vilches.
“Lo que hizo en realidad fue luchar por supervivencia, no por la reconquista de ningún territorio, si luego los conseguía y los ofrecía a los reyes era por pleitesía”, añade.
Su gran épica, como escribe Alberto Luque Cortina en la web Camino del Cid, fue en realidad vencer su propio destino en un momento en el que era prácticamente imposible: quien nacía campesino moría campesino, y quien nacía príncipe primogénito moría rey. Él, noble o infanzón castellano, no tenía papeletas para pasar a la historia pero su victoria fue ganarle al destino y morir en Valencia con el título de príncipe.