¿Democracia hemos dicho? Pues democracia
Las claves de la semana y las as excrecencias de la democracia.
"En lo político necesitamos, como una condición indispensable, la revisión de todas las instituciones democráticas en nombre de su principio de origen, limpiándolas, purificándolas de todos los falsos valores que sobre ellas o a sus expensas se han creado. ¿Democracia hemos dicho? Pues Democracia. No caeremos en la ridícula aprensión de tenerla miedo: restaurémosla, o mejor, implantémosla, arrancando, de sus esenciales formas todas las excrecencias que la desfiguran..." (Manuel Azaña. El problema español. 1911)
Ahora que Pedro Sánchez acaba de visitar su tumba en Francia. Ahora que el presidente dice que España tendría que haberle pedido perdón mucho antes por la infamia. Ahora que es tiempo de emociones y candidaturas. Ahora que vuelve lo peor de la política. Ahora, que el oportunismo y la indignidad se reviste de principios. Ahora, hay que releer a Manuel Azaña, sus pensamientos y sus discursos para comprobar que no hemos cambiado tanto. Recordar al último presidente de la II República es rememorar una época llena de conflictos —algunos aún hoy presentes— en la convulsa España de la primera mitad del siglo XX, y no sólo eso. Está tan lejos y tan cerca. Lo tuvimos y lo seguimos teniendo.
"Política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta". ¿Acaso son hoy distintos el Parlamento y los partidos? Del patriotismo, mejor ni hablamos. "No es un código de doctrina; es una disposición del ánimo que nos impulsa, como quien cumple un deber, a sacrificarnos en aras del bien común, pero ningún problema político tiene escrita su solución en el código del patriotismo". Esto escribió el último presidente de la República. España fue la protagonista de sus pensamientos. Todos los dejó escritos.
Y en aquella pregunta y su inmediata respuesta —¿Democracia hemos dicho? Pues democracia— está la esencia también de lo vivido en el PSOE a cuenta de la elaboración de las candidaturas del PSOE para el 28-A. Sustituyan democracia por primarias porque democracia interna son, y porque así lo disponen los estatutos del último congreso. ¿Primarias hemos dicho? Pues primarias. Aunque aflore con ellas lo peor de la condición humana y política, Pedro Sánchez se comprometió a delegar en las bases la elección de los candidatos a diputados y diputadas. Si deciden las bases, deciden las bases. Y eso es lo que estos días ha hecho la militancia andaluza, que ha vetado o relegado a los últimos puestos a todos los candidatos sanchistas, incluidos ministros. Por orden expresa de Susana Díaz, sí, pero en un ejercicio de la "sacrosanta" democracia directa.
El "¡A por ellos!" y el "¡No pasarán!" ha vuelto a escucharse entre las huestes susanistas. La ex presidenta de la Junta pretende que la dirección federal acuerde con las provinciales —que ella aún controla— la cuota de cada cual en las planchas. Tantos para ellos, tantos para nosotros. Así funciona esto. Lo de la experiencia, el mérito y la capacidad hace tiempo que dejó de contar para ascender en la vida pública. Lo que manda es el hooliganismo. Díaz busca que Sánchez se retrate, eche mano del rodillo e imponga su criterio y sus nombres en la Comisión Federal de Listas, lo que sería tanto como que el abanderado de la democracia interna ignorase la voz de la militancia. Ahí es nada.
El malestar de diputados, cuadros y bases por la decisión de Sánchez de que todos sus ministros —con la excepción de Nadia Calviño— encabecen las planchas que irán al Congreso no se ha hecho notar sólo en Andalucía, si bien es allí donde el denuedo ha supuesto una dosis de recuerdo de las heridas nunca cerradas por las primarias que enfrentaron a Díaz y Sánchez y abrieron en canal el partido. La misma rienda suelta que Sanchez dio a Díaz para su candidatura al Parlamento andaluz es la que pide ahora para las suyas propias.
En Madrid, el enojo no es menor entre las bases. Sin embargo, a diferencia de Andalucía, el PSM hace tiempo que se resignó a que Ferraz mangoneara a su antojo la federación antaño más convulsa del socialismo. Esta vez todo se resume a un puesto de salida en la lista para el secretario general de Madrid, José Manuel Franco. Al fin y a la postre todos los secretarios generales han hecho de las listas de Madrid su capa un sayo. Y mucho peor ha sido el apoyo descarado de la dirección federal al "amigo" del presidente, Pepu Hernández, en las primarias para el cartel al Ayuntamiento de Madrid, al que también aspiran el histórico Manuel de la Rocha y el secretario de la agrupación de Centro, Chema Dávila,
Si en tiempos un debate electoral como el que tuvo lugar esta semana entre los tres candidatos se hubiera celebrado en un sótano, a las 11 de la mañana sin público y con la prensa en una sala anexa, los socialistas madrileños se hubieran levantado en armas y al ex seleccionador de baloncesto le hubieran devuelto a la cancha tras su intervención en una confrontación semiclandestina impuesta por la dirección para no exhibir más de lo necesario las carencias de su aspirante favorito. Ahora votará la militancia en un clima de desmovilización general que, a priori, beneficia solo al "aparato". Pero hasta que se abran las urnas, todo cabe. Si Hernández pierde, habrá perdido Sánchez. Si gana, habrá ganado Sánchez y el PSM seguirá siendo, lo que es desde hace años, una sucursal de la sede de Ferraz.
Y eso va de "amigachos", que diría Azaña, lo protagonizado esta semana por Soraya Rodríguez, ex portavoz del Grupo Socialista, habla bien de la "codicia", "el botín" y al escasez de "ideas altas" que perdura en la política. Ha entregado el carné del PSOE y ya negocia con Ciudadanos un puesto en la lista para las elecciones europeas. Hay que tener mucho cuajo para revestir de principios lo que es sólo oportunismo. Y aún pretende convencer de que se marcha, no porque no contarán con ella para las listas, sino por discrepancias con la relación entre el Gobierno y el independentismo, como si no hubiera tenido nueve meses para irse antes. Ella lo llama convicciones profundas, y no es más que un ejercicio de transfuguismo. Pero ahí está Rivera, para recibirle con los brazos abiertos, y seguir dando lecciones de regeneración política.
La segunda entrega será una fiesta porque habrá que escuchar a una socialista, con 30 años de militancia y unos cuantos en los órganos de dirección, defender ahora desde el feminismo liberal la legalización de la prostitución, los vientres de alquiler, o un 155 indefinido para Cataluña. Pues eso: las excrecencias de la democracia.