Del "no puedo vivir sin ti" a la felicidad total
Hay demasiada depresión en el mundo y demasiada ansiedad por querer vivir la vida sin asumir las responsabilidades.
Todos en algún momento hemos llegado a pensar que no podríamos vivir sin esa persona tan especial. Se hace de noche cuando esa persona te dice adiós, y aunque se intente regatear y negociar, hay un límite que no se debería cruzar y es el del chantaje emocional.
Hablaba de esto con una clienta el otro día. Lo de no poder vivir sin otra persona es algo que quien lo siente, lo siente de verdad.
Realmente, no se te acaba la capacidad de respirar cuando la otra persona se va, ni pierdes facultades intelectuales por más que un ataque de ansiedad o un día mirando su foto de perfil parezca que vaya a acabar con tu vida.
Si te apropiaras de tus palabras no dirías cosas como esa. Y si te apropiaras de tu vida, mucho menos, pero quizás piensas poco en lo que dices y haces porque estás muy ocupado mirando por la mirilla las vidas ajenas.
Cuando comienza la vida necesitas a tu madre biológica, después, cuando estás en el mundo exterior necesitas a alguien que cumpla la función materna y paterna, pero pasada una edad prudente, olvídate. Tú no necesitas a nadie para vivir.
Está muy bien que te acompañen en tu recorrido vital tus amigos, tu pareja, tus primos, tus ex y las teleoperadoras de media tarde, pero necesitar, no necesitas a nadie. Y somos seres relacionales, sí, pero no hay que confundir términos.
Lo que necesitas cuando dices que necesitas a alguien para vivir, es eso. Ser consciente de que tienes que vivir tu vida por ti, y no a través de otra persona.
Si la otra persona te ha hecho fácil la vida, como te la pudo hacer tu madre mientras tú estabas recibiendo comidita por el cordón umbilical, y ha decidido no seguir complaciéndote, dale las gracias y abre los ojos.
Hay demasiada depresión en el mundo y demasiada ansiedad por querer vivir la vida sin asumir las responsabilidades.
Y no solo somos responsables de tener un trabajo y una casa que pagar eternamente, somos responsables de sacar lo mejor que tenemos y compartirlo con el mundo.
Si has dado con alguien que tenía más perfeccionados sus talentos y los has disfrutado, enhorabuena, has tenido mucha suerte en encontrarle, pero no quieras apropiarte de esa persona.
Conviértete tú en alguien como esa persona.
Tengo un boli encima de la mesa que pone “vive y sé feliz”. Gracias por la profundidad del mensaje, señor marketero de bolis. Si no estuviera viva, no podría escribir. Y ser feliz, tampoco. O sí, porque no tengo muy claro lo que hay después de esta vida, pero volviendo al tema, e ironías aparte, el marketero es mucho más profundo de lo que podría parecer.
Vivos estamos si respiramos, bebemos, comemos y descomemos. Es supervivencia en sentido estricto pero es algo muy diferente a apropiarse de la vida.
Cuando te apropias de tu vida tienes una meta que te motiva, que te ayuda a levantarte por las mañanas y te impulsa a superar miedos y límites mentales.
Cuando te apropias de tu vida sabes que tienes que pedir ayuda para mejorar esas facetas tuyas que necesitan ser pulidas.
Cuando te apropias de tu vida sabes que la felicidad está en ese lugar mental en el que tus expectativas y tu realidad confluyen.
Esto último no lo digo yo, lo dice Mo Gawdat en su libro El algoritmo de la felicidad: “la felicidad es igual a los acontecimientos de tu vida menos las expectativas de cómo debe ser”.
Tus expectativas están apartándote de la felicidad. Tus ideas preconcebidas de cómo tiene que ser tu vida están jugando en tu contra.
Así que si crees que esa persona tiene que estar contigo porque si no tú no vives ni eres feliz, tienes dos opciones (que son una): sé feliz aceptando los acontecimientos y reduciendo expectativas. Y el chantaje lo dejas fuera.
Tu felicidad está en tus manos para que tú le des forma. A quien quiera darle forma contigo, ábrele la puerta y a quien quiera irse, también.
Menos películas mentales, por favor, de futuros llenos de amargura y soledad. Más de aprender a poner en valor quienes somos y de dar luz a nuestras sombras.
Haz un duelo por quien se va durante el tiempo preciso, y después, todo el tiempo que podrías dedicar a los lamentos, inviértelo en desarrollar tu propia vida.