Del café para todos a tila para todos
Un Sánchez solvente se enfrenta al Casado más duro con Cataluña sobrevolando todo en la primera sesión del debate de investidura.
Hora y media larga para presentar un Gobierno de izquierdas. Ni más ni menos ha sido esa la propuesta de Pedro Sánchez para ser investido presidente del Gobierno durante un debate que sólo fue vibrante en el rabioso cara a cara con Pablo Casado y resultó bastante plomizo en general. Sólo el cambio del sentido del voto de Coalición Canaria, de una abstención a un ‘no’, hizo recuperar algo la emoción a un trámite parlamentario que, si nada se tuerce, encumbrará al líder socialista el 7 de enero.
El paso atrás de los canarios ha metido, sin embargo, el miedo en el cuerpo en las filas socialistas, aún con el amargo recuerdo del ‘tamayazo’ y el temor a que se repita en la votación del próximo martes. El propio Rafael Simancas, víctima de la operación que le apartó de la presidencia de la Comunidad de Madrid en 2003, se está ocupando personalmente de atar todos y cada uno de los votos imprescindibles para que la investidura prospere. “Está llamando a las federaciones y controlando hasta el número de vuelo o el tren en el que vendrá a votar cada diputado el martes 7″, asegura un diputado próximo a Sánchez.
Más allá de las cuentas imprescindibles para salir exitoso, a nadie debería extrañar el vuelco decidido a los postulados de izquierdas dado por Sánchez en una jornada que se prolongó más de 12 horas: por eso y para eso recibió 6,7 millones de votos en las elecciones del 10 de noviembre. Por eso y para eso Unidas Podemos recibió la confianza de más de tres millones de personas. Votos para configurar una España en la que predomine el diálogo dentro del marco constitucional —no dentro “del orden jurídico-político” establecido en el acuerdo sellado con ERC— y fortaleciendo el “patriotismo social”. Políticas para resetear Cataluña evitando la judicialización “que tanto dolor ha causado” y propiciando el diálogo. Pasos adelante hacia el diálogo como forma de resolución de problemas.
Porque la clave en los próximos meses pasa por hablar. Sí o sí. No es tanto un deseo de Sánchez como una imposición de ERC. “Sin mesa [de diálogo] no hay legislatura”, le ha advertido Gabriel Rufián. La respuesta de Sánchez no ha podido ser más clarificadora: “Despreocúpese, vamos a cumplir”.
Pero antes de ese compromiso Sánchez ha tenido tiempo para presentar toda suerte de medidas encaminadas a avanzar y cercenar cualquier tipo de discriminación: contra el racismo, contra la xenofobia, la LGTBIfobia o el machismo. Ni todo vale ni muchas cuestiones capitales pueden permanecer congeladas ad eternum. Su petición para regularizar la eutanasia o redoblar las medidas sociales son pura izquierda, las que defienden y quieren sus votantes. Y no, no va a nacionalizar la banca, por si alguien había dado por buenos los vídeos, tuits y desinformación difundida por la alterada derecha en las últimas semanas.
También ha presentado propuestas de cara a la galería situada más a la izquierda. El traslado de los restos de Franco no fue un punto y final en el reconocimiento a los asesinados en la Guerra Civil y el Franquismo. Sánchez ha propuesto establecer el 31 de octubre como “día de recuerdo de las Víctimas del franquismo”, el 8 de mayo de reconocimiento de las Víctimas del Exilio y la recuperación del Pazo de Meirás. De igual forma, se ha comprometido a recuperar los bienes que hayan sido inmatriculados indebidamente por la Iglesia.
Sánchez, que ha estado convincente en su discurso, ha dejado algunas lagunas que debería haber explicado de forma más explícita a la ciudadanía. Por ejemplo, qué ha cambiado en los últimos meses para no poder dormir con un Gobierno en el que estuviera Unidas Podemos a meterse directamente en la cama con ellos. O por qué hace no tanto juraba y perjuraba que no gobernaría gracias a los votos de los independentistas y este día 7 de enero será previsiblemente investido mediante la abstención de ERC.
Pero ya se sabe que, cuando la izquierda inviste, la derecha embiste. Por eso Sánchez se ha puesto la venda antes de la herida arrancando con el gran titular de su intervención: “No se va a romper España ni la Constitución, sino el bloqueo”. Y, entre medias, varias menciones al patriotismo y hasta cinco interpelaciones a la Constitución, algo que incomoda a esa derecha que se arroga la propiedad de la nación, la patria, la bandera y el himno.
El PP es Vox y Vox es el PP
Pablo Casado ha recuperado su perfil más aznariano al lanzarse sin frenos —a veces daba la sensación de que incluso sin volante— contra Pedro Sánchez. Es lógico que se oponga a todas y cada una de las propuestas del socialista —no se espera, de hecho, otra cosa—, pero no es necesario recurrir a los insultos ni a las amenazas. Ya probó esa estrategia al poco de tomar las riendas del PP y tuvo que dar marcha atrás reconociendo su error. La presión de saber que después de su intervención llegaba Santiago Abascal ha sido algo que, sin duda, ha condicionado el fondo y las formas de su discurso. Para combatir a Vox, mimetizarse con ellos. Es una estrategia, cuando menos, curiosa. Su intervención ha sido una carrera alocada hacia no se sabe dónde en la que ni siquiera han faltado las amenazas judiciales: el líder de los populares ha advertido a Sánchez de que le llevará a los tribunales por prevaricación si no impulsa la destitución de Quim Torra. Por supuesto ha reclamado la aplicación del 155 y ha avisado de que se echará a las calles para combatir cada una de las medidas que lleve a cabo el nuevo Gobierno y él no apruebe. Es decir, todas.
Casado sí ha estado mucho más acertado a la hora de recordar las incoherencias y contradicciones de Sánchez, que dan para un grueso libro. Porque haberlas haylas. A toneladas. Hábil ha estado al anunciar que apoyará a Revilla en Cantabria si el PSOE rompe el pacto, y deslenguado, demasiado deslenguado, se ha mostrado al llamar a Sánchez patético, guerracivilista, populista, dolencia que se puede cronificar, arrogante, presidente fake, fatuo e indigno. No son sólo los insultos: su estilo bronco, más de discusión de bar que de debate político, sus continuos señalamientos con el dedo al contrario o su abrazo cerrado a la derecha made in Aznar ha hecho recordar su etapa más hoolingan.
Al final de su discurso, Casado le ha preguntado a Sánchez: ¿Y por qué hace esto? Es una buena pregunta que también él se podría hacer mirándose en el espejo: ¿Por qué haces esto, Pablo?
Casado ha echado gasolina innecesaria a su discurso previendo, con toda lógica, que Abascal iba a pasar por la derecha al líder del PP. No ha sido así. Como en una mesa de trileros, el garbanzo no estaba bajo el cubilete verde pese a que todos pensaban, juraban y perjuraban que era así. Abascal, en un giro de guión inesperado, se ha puesto la chaqueta de Casado planteando un discurso moderado para lo que es habitual en el partido de extrema derecha. Incluso por momentos ha dado la sensación de que Abascal se estaba dirigiendo a 349 diputados en el año 2020 y no a los ricoshombres, maestres de las Órdenes militares y hombres buenos de las villas de Castilla, León y Extremadura de 1299.
Más allá de su cantinela mil veces oída, Abascal ha estado correcto en las formas —’sólo’ ha tildado a Sánchez de mentiroso, estafador, charlatán y villano, más suave de lo habitual— y atacante en el fondo. Nada más destacable en un discurso que, aunque previsible, ha sido monótono y plano basado en las medias verdades habituales. Sánchez, bien preparado y utilizando un tono severo, ha contrarrestado con toda una batería de estadísticas para desmontar el discurso de la extrema derecha contra la inmigración, violencia machista o el Estado Autonómico. “Ustedes son fuertes contra los débiles y débiles contra los poderosos”, le ha reprochado Sánchez, que no sabía si Abascal era Casado o Casado Abascal... o ambos se habían transmutado en una sola persona abonada a hablar de la sangre derramada por ETA, la Guerra Civil versión Pío Moa y hasta el oro de Moscú.
Pablo Iglesias tenía una de las intervenciones más difíciles de su vida política. Se le iba a analizar tanto por sus palabras como por sus silencios. Ha salido vivo que, visto lo visto, no es poco. Su momento más peligroso se ha producido cuando ha dedicado sus últimas palabras a los independentistas catalanes que están “en prisión y en el exilio”′ porque, ha asegurado, desde la cárcel “han trabajado” para apoyar el acuerdo de Gobierno. “Desde esta tribuna quiero darles humildemente las gracias”, se ha limitado a añadir.
Iglesias ha asumido que ni siquiera el representante de la calle está exento de sufrir la crítica de esa misma calle. Su despedida ha sido el ejemplo perfecto, al menos en esta primera hora del acuerdo, de que la vocación para que funcione la coalición de gobierno es máxima: “Para nosotros es un honor caminar junto a vosotros. Sí se puede. Adelante, presidente”. “Bien está lo que bien acaba, y esto acaba con el entendimiento de las izquierdas. Estoy francamente ilusionado”, ha rematado Sánchez en una sobreactuación del amor muy propicia para contrarrestar a los más pesimistas. El pasado fue una ilusión, las puyas cruzadas, a veces durísimas, entre ambos han quedado en lo más profundo del olvido. El futuro puede ser maravilloso juntos…
Sobre cualquier intervención, réplica o contrarréplica sobrevolaba un único tema: Cataluña. Por eso la intervención de Gabriel Rufián (ERC) era tal vez la más esperada de toda la jornada. En realidad para poco: ha confirmado que su partido se abstendrá, ha amenazado al candidato o que o Mesa de Diálogo o no nada y le ha reprochado a Sánchez su viraje, desde la crítica cerrada al independentismo a la resolución del “conflicto político”.
Rufián ha apelado a la ayuda de Podemos y ha asegurado que su formación defenderá “hasta no poder más” los derechos políticos de Quim Torra y Oriol Junqueras. Tenemos “mucho aguante”, ha dicho para insistir en que el “problema político” catalán no se resuelve “en tribunales y togas”. Respuesta de Sánchez: “Le puedo garantizar que no sólo el PSOE, una amplia mayoría de españoles quiere de una vez por todas resolver este contencioso territorial, que así sea, y si no es esta legislatura que al menos lo dejemos encauzado”.
Tal vez, visto lo visto, el mejor consejo del día lo ha ofrecido el portavoz de Compromís, Joan Baldoví, quien ha recomendado a los diputados “de la derecha y ultraderecha” que calmasen sus nervios mientras les enseñaba una bolsita de tila: “No hay nada más castizo y español, y hace verdaderos milagros”.
El martes se necesitarán 350 bolsas de tila. Dirección del envío: Palacio de la Carrera de San Jerónimo.