Dejé de tener citas en 2019 y fue mi mejor año
La siguiente persona que aparezca en mi vida será un hombre con el que merezca la pena compartir mi tiempo, algo que ahora valoro mucho más.
“¿Estás enfadada?”, me preguntó.
Sinceramente, lo estaba.
Estaba en una cita a tres con un argentino atractivo con el que había estado viendo Buenos Aires durante un mes maravilloso. Sí que me había avisado con antelación de que su “amiga” Valentina iba a venir también esa noche y por fin nos íbamos a conocer. Me había dicho que quería venir para practicar su inglés con la típica mujer británica. En realidad, estaba orquestado para hacer un trío. En ese momento, decidí que quería dejar el mundo de las citas.
“Sequía de hombres”, “dieta de citas” o “celibato autoimpuesto”; lo llames como lo llames, iba a abstenerme de salir con hombres en 2019.
De hecho, fueron tres los factores que me condujeron a este camino. Me di cuenta de que había pasado tanto tiempo buscando el subidón de las citas que no me había dado cuenta del terror atenazante que también me provocaba: bajones de autoestima, ansiedad, agotamiento y horas perdidas lamentándome cuando las cosas no iban bien.
El año anterior, me abandonó de la manera más cruel el hombre con quien llevaba seis meses. De un día para otro, dejó de hablarme para siempre. Lo peor de esta forma de cortar es que no permite pasar página porque nunca sabrás por qué o hasta cuándo sufrir.
Además, yo nunca había estado soltera de verdad. Sinceramente, buscar hombres que me hicieran promesas era mi pasatiempo favorito. Pese a mi éxito profesional y a mis relaciones platónicas, mi incapacidad para encontrar al príncipe azul me convertía en un fracaso, una forma de pensar que todavía afecta a muchas mujeres.
Como tal, estaba siempre en algún punto del ciclo del amor: en el ardor de la pasión, recuperándome o buscando esos momentos mareantes de nuevo. Cada relación era un rebote, ya que no me concedía a mí misma tiempo para recuperarme y reflexionar. Sin darme espacio para respirar, seguía arrastrando los malos hábitos de relaciones pasadas y metía a todos los hombres en el mismo saco.
Por no mencionar que me estaba aburriendo de la monotonía del proceso en sí de las citas y aborrecía el alboroto mental que provocaba. Tenía que haber una forma mejor de emplear mi tiempo que fingir interés en la vida de Candidato X. Digamos que había dejado de pasármelo bien.
Las reglas que establecí fueron simples: solo podía ofrecer amistad y debía borrar todas mis aplicaciones para ligar. Le comunicaba estas normas a cualquier hombre que se me acercara, lo que, de hecho, fue un fantástico ejercicio para aprender a comunicar mis límites y mis deseos.
Por primera vez en mi vida, salí al mundo sin intención de ligar y me sentí más libre y ligera. La presión por llevarme el premio había desaparecido.
Aunque esperaba que vivir sin relaciones románticas me hiciera sentir sola y triste, en realidad me hizo cambiar de mentalidad y dejé de ver la soltería como una calamidad. Mi vida podía seguir adelante sin hombres; es más, la vida podía ser genial. Los informes recientes de la American Time Use Survey sobre el empleo del tiempo en Estados Unidos señalan que las mujeres solteras son el subgrupo de la población más feliz.
Echando la vista atrás, 2019 ha sido un año maravilloso en el que me he sentido realizada. Mi decisión de desintoxicarme del mundo de las citas me proporcionó varias moralejas.
Saboreé la soltería
Puedes hacer y ser lo que te dé la gana cuando no tienes pareja. También es una oportunidad única para pasártelo bien descubriendo cómo quieres que sea tu vida. Me lo habían comentado en el pasado, pero necesité vivirlo para entenderlo.
Ser feliz siendo soltera solo es posible cuando ya te has recuperado de tu última ruptura, algo que nunca había hecho hasta ahora. Caer rendida en los brazos de otro hombre lo antes posible no soluciona el dolor, es más bien un remedio por despecho. No dedicar el tiempo suficiente a recuperarme también significaba que empezaría mis próximas relaciones con las expectativas excesivamente bajas, algo injusto para cualquier persona.
También empecé a disfrutar de mi tiempo en soledad. Entendí que estar sola no es triste, así como estar casada no implica estar satisfecha. Ser capaz de resistir sin compañía significaba que no necesitaba a nadie. Cuando eres feliz por tu cuenta, esperas a la persona adecuada y eres más selectiva a la hora de escoger a quién le cedes parte de tu preciado tiempo. No soy antihombres, simplemente estoy a favor de mí misma. Estos largos periodos de soledad voluntaria hacen que dejemos de ansiar una relación y no queramos casarnos con cualquier persona que se nos presente con una sonrisa de anuncio de dentífrico.
El tiempo que dejé de gastar teniendo citas me ayudó a reenamorarme del mundo. No soy mucho de presumir con mis viajes, pero en 2019 visité el Manneken Pis (Bruselas), el Cristo Redentor (Río de Janeiro), la Torre Eiffel, la Puerta de la Nube (Chicago) y el canal de Panamá. Tomé un famoso tren en uno de los recorridos de mayor altitud del mundo a través del valle de Lerma (Argentina), aprendí a bailar salsa en Cuba y me apunté a clases de flamenco. No me sentí nada culpable por querer cumplir mis deseos porque me di cuenta de lo genial que me sentía cuando lo hacía.
Como dediqué más tiempo a cuidar de mí misma, me convertí en una persona mejor y más equilibrada de cara a las personas que conocía. Podía estar presente para esas personas cuando me necesitaban porque ya no había motivo para temer que me rompieran el corazón.
Me resultó tremendamente satisfactorio pasar tiempo con mis viejos amigos y hacer amigos nuevos. Hay miles de estudios por todo el mundo que demuestran que los solteros tienen una red social más robusta que las personas con pareja. Están muy lejos de estar solas y hacen más para mantener vivas sus relaciones. Una vez, me permití el capricho de coger un vuelo de Argentina a Londres para hacerle una visita sorpresa a mi hermana y no tuve que consultarlo con mi pareja para ver qué fechas tenía libres.
Me insistieron con que se me iba a pasar el arroz
Muchas personas se negaron a creer que de verdad pudiera ser feliz sin buscar el amor. Cuando cuestionas las convenciones sociales, es habitual que te critiquen. ¿Lástima, tal vez? Seguramente. Pasé buena parte de mi tiempo sacudiéndome de encima preguntas sobre cuándo le iba a dar uso a mi útero.
Tener pareja se considera tradicionalmente una señal de éxito y prestigio. Hasta a la mujer más exitosa se la considera un fracaso si no tiene una pareja que la “mejore”. Cuando mis amigos me decían que esperaban que conociera pronto a alguien, sé que lo hacían con buena intención. Sin embargo, es evidente que la soltería se sigue percibiendo como un problema que hay que solucionar, sobre todo en el caso de las mujeres.
Aunque tener citas había sido mi proyecto hasta el año pasado, mis prioridades cambiaron y mi interés por mi carrera resurgió. Empecé a recuperar mi voz de escritora y mi poder para ser escuchada. La publicación con la que soñaba se produjo y conseguí colaborar con algunos de los medios más importantes del país, como Lonely Planet, la BBC y Shondaland. Aparecí como experta en viajes en NBC News y me invitaron como instructora a Skillshare, donde he impartido varios cursos de escritura desde entonces.
A veces sigo pellizcándome cuando recuerdo que me he convertido en escritora de viajes a tiempo completo, que he publicado una obra y que me pagan por soltar lo que llevo en la cabeza. Mi libro Escape to Self es una guía para la vida que uno de mis lectores describió como “una llamada de atención empoderante” (muchas gracias). También empecé a atar cabos para expandir mi marca de viajes y estilo de vida, Club Elsewhere. En 2020 lanzaré una plataforma de reservas para atender la creciente demanda de turismo de bienestar.
Mi año sin hombres ha sido, sin lugar a dudas, el año más productivo de mi vida. No quiero decir que no se pueda tener amor y éxito al mismo tiempo. Es el mundo de las citas en sí lo que merma la productividad y desvía nuestra atención. Buscar candidatos y entrevistarlos es un trabajo duro en sí mismo.
El tiempo y el espacio son las mejores curas. Este descanso me liberó de la carga de concebir la vida sin un ser querido como una vida desperdiciada. Con pareja o sin pareja, tengo todo lo que puedo pedirle a una vida plena. La palabra solterona no me define ni hace que me sienta aludida.
El futuro proveerá. Quizás el portal de mi corazón se vuelva a abrir este año. La siguiente persona que aparezca en mi vida ya no será cualquier persona; será un hombre con el que merezca la pena compartir mi tiempo, un bien que ahora valoro mucho más.
Rosie Bell es bloguera de viajes, escritora, editora y autora de Escape to Self. Ha visitado más de 100 países, pero donde de verdad se siente en casa es bajo el sol. Es la fundadora de la plataforma digital de viajes Club Elsewhere. Puedes seguir sus aventuras en Instagram y Twitter: @TheBeachBell.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.