Decir 'te quiero' entre hombres es un ejercicio que todos deberíamos practicar
"A lo largo de mi vida han pasado muchos hombres a los que no se lo dije y ahora me arrepiento".
Nunca le dije a mi padre las Dos Palabras hasta el día en que coloqué un oso polar de peluche en su ataúd. Eso fue hace casi dos décadas, pero todavía a día de hoy noto que me cuesta decírselas a mi hermano cuando lo visito a él y a mis dos sobrinos bebés.
Son dos palabras que hacen que el tiempo se congele durante un breve instante cuando un hombre se lo dice a otro fuera de un contexto romántico o sexual. Se dice de forma platónica, pero con la pasión más sincera. Pese a eso, a lo largo de mi vida han pasado muchos hombres a los que no se lo dije y ahora me arrepiento.
Esas dos palabras son como animales enjaulados que no dejan de removerse en su cautiverio durante años hasta que por fin se les permite escapar de la prisión del pecho.
Esas dos palabras son te quiero.
Cuando el mítico Kobe Bryant —un gigante de casi dos metros— falleció en un accidente de helicóptero, afectó duramente a su excompañero de equipo Shaquille O’Neal. El mundo entero vio a O’Neal llorando al recordar la cantidad de seres queridos que había perdido en los últimos años, incluida su hermana. Pese a eso, fue la muerte de Kobe Bryant la que le desveló la importancia de decirles a los hombres de su vida lo mucho que significan para él.
A cualquier persona le cuesta mostrar aprecio, pero ¿por qué es necesario que suceda una tragedia para que tantos hombres manifiesten sus emociones sobre sí mismos y sobre los hombres a los que quieren?
Todo empieza en la infancia. Refiriéndose a los 20 años de investigaciones de la doctora Niobe Way, Andrew Reiner escribe que “muchos niños, sobre todo adolescentes, desarrollan amistades profundas entre ellos que podrían rivalizar fácilmente con las relaciones que se establecen entre las chicas en cuanto a honestidad emocional e íntima. Sin embargo, socialmente acabamos con esa vulnerabilidad una vez que se alcanzan los 15 o los 16 años”.
Llega un día en el que los jóvenes dejan de estrechar lazos entre ellos y su relación empieza a consistir en ver quién se “impone” a quién. Se hace mediante bromas, bullying o destrozando su ego, algo más peligroso que mostrar afecto. Las buenas acciones entre amigos dicen mucho, pero esas dos palabras pueden hacer eco durante toda la vida si no se dicen.
La sociedad nos concede a los hombres un lenguaje incompleto. A menudo eso implica guardar las distancias, literalmente a un brazo de distancia. Los hombres nos abrazamos poco y durante poco tiempo. Cuando nos saludamos, son rituales incompletos, como chocar los puños, intercambiar un movimiento rápido con la cabeza o un “abrazo de colegas” sin nada de sentimiento.
A los hombres nos han educado para pensar que la vulnerabilidad es una debilidad y que solo deberíamos exponer un agujero en esa armadura si es para conectar con nuestra pareja o para intentar conseguir sexo. Al igual que una correa de estrangulamiento, esa programación nos echa para atrás cuando llega un momento de vulnerabilidad entre hombres. Esta incapacidad de expresarnos nosotros mismos con otros hombres hace que nos sintamos emocionalmente abandonados, incluso entre amigos.
Queremos y necesitamos conectar de forma profunda como hombres, tengamos 16 años o 60, pero el aislamiento social entre hombres es una preocupación cada vez mayor. Nuestro deseo de pertenencia puede hacernos más susceptibles de entrar a formar parte de movimientos radicalizados que promueven el odio y que se aprovechan de quienes se encuentran en un estado emocional turbulento, pero también hay riesgos para la salud mental y física, de jóvenes y de mayores, como son una mayor reducción de la función cognitiva, depresión y cardiopatías, según asegura el National Institute on Aging (Instituto Nacional de Envejecimiento).
Unas palabras sinceras dichas con el corazón ayudan a tender puentes entre nosotros. Esto implica romper las barreras que nos impiden mostrar abiertamente nuestras emociones para decir lo que queremos decir, sobre todo, te quiero.
Algunas mujeres ya conocen el 13 de febrero como el día de “San Galentín” [con ‘g’ de girls, chicas] para celebrar sus amistades más cercanas. Hace años, les propuse a los hombres la idea de crear “San Malentín” [con ‘m’ de males, hombres] como un día para aprender nuevos modos de proclamar, cultivar y fortalecer nuestras amistades masculinas a través de momentos de vulnerabilidad.
Diríamos te quiero cuando lo sintiéramos, necesitáramos y quisiéramos decir. Sí, hace falta práctica y voluntad para ignorar nuestros condicionantes sociales. Volver a despertar esa clase de músculo lleva su tiempo, pero podemos echarnos una mano los unos a los otros como hacemos en el gimnasio.
Los hombres podemos reaprender nuevos rituales y formas de actuar que normalicen las muestras de afecto. No se trata de ver qué hay de malo en nosotros como hombres, sino en centrarnos en llenar el vacío que tenemos en nuestro interior.
Te invito a que hagas esto todos los días a partir de ahora:
Tómate tu tiempo para evaluar cómo te sientes. Reflexiona sobre tus necesidades y lo que te gustaría compartir y comentar con otros hombres.
Pregúntale a un amigo cómo se encuentra hoy y escucha atentamente. Dedícale la misma atención que le prestarías a tu pareja si quieres fortalecer la amistad.
Hablad sobre lo que necesitáis para abriros emocionalmente el uno al otro. Tratad de forjar una confianza mutua mayor para sentiros más cómodos cuando tengáis conversaciones más serias. Es probable que tu amigo también tenga ganas de mantener esa conversación.
Empezad con palabras e id avanzando hasta mostrar amor a través de acciones. ¿Y si cambias el abrazo de colegas por un abrazo de verdad? ¿Y si le dices a tu amigo que necesitas hablar? ¿Y se dejas de cambiar de tema cuando tu amigo intente abrirse? Invitaos mutuamente a dejar de ocultar vuestra vulnerabilidad. La verdadera fortaleza está en decir abiertamente lo que te gustaría decir.
Hace años, pasé por una etapa especialmente complicada de mi vida. Tengo la suerte de contar con muchas mujeres maravillosas en mi vida cuya actividad profesional y social gira en torno al crecimiento, al bienestar y al desarrollo personal. Ellas fueron las primeras personas con las que contacté, pero luego me di cuenta de una cosa: necesitaba mantener conversaciones honestas y reales con los hombres que había en mi vida. Eso fortaleció nuestra relación y nos permitió decirnos mutuamente que nos queremos.
No solo consiste en decirles a otros hombres que sean considerados, empáticos, dialogantes o mejores. Tenemos que liderar con el ejemplo. Eso me incluye a mí y te incluye a ti.
Deja salir esas dos palabras. Si quieres a los hombres que hay en tu vida, no esperes para decírselo.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Canadá y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.