De la tía Nieves a la Veneno: Sin quién no estaría aquí Enrique López Lavigne 'Apachete'
Es un tipo peculiar, carismático, sardónico. Le pedí que me contara sin quién no estaría aquí, produciendo cine y televisión y regalando historiones... y este es su relato.
Veneno, la serie que los Javis han realizado para Atresmedia Player, no existiría sin él. Ni Paquita Salas, ni La Llamada, las dos de esta pareja creativa. Atención a este listado: Los amantes del círculo polar, de Julio Medem. El milagro de P. Tinto de Javier Fesser, y A los que aman, de Isabel Coixet. Lo Imposible o Un monstruo viene a verme, de Juan Antonio Bayona, Vergüenza, de Álvaro Fernández Armero. Verónica, de Paco Plaza. Tu hijo, de Miguel Ángel Vivas. Quién te cantará, de Carlos Vermut.
Nada de esto habría sido posible sin su ojo sagaz, sin su capacidad para atisbar el talento y llevarlo a buen puerto.
¿Ha escrito Enrique López Lavigne, alias ‘Apachete’, todo esto? No. ¿Lo ha dirigido? No. ¿Ha sido protagonista? Tampoco. Sencillamente vio la historia, apostó por el tipo que la quería contar (lo descubrió a veces, cuando no eran nadie), y se lanzó a la controvertida tarea de producir. No es un ejecutivo al uso (me pregunto si quedan y me pregunto si tienen cabida en este nuevo y prometedor panorama audiovisual).
Es un tipo peculiar, carismático, sardónico… Le pedí que me contara sin quién no estaría aquí, produciendo cine y televisión y regalando historiones desde aquella La ardilla roja, de Julio Medem.
La respuesta fue un derroche sentimental y creativo, que paso a contar, y que demuestra dos cosas: que si no te aventuras, nunca sucede nada interesante, y que hay productores, creadores, distribuidores, profesionales del cine y la tele que aman el oficio. Y gracias a ellos el mundo es más hermoso. Allá vamos.
Ni hablar de cine, niño
Enrique me advierte que lo que va a contarme podría ser una serie o una película, se podría llamar Mis 7 magníficos o mis siete maestros de la sabiduría, y también es fruto de su propia producción. Tendría siete sólidos capítulos que contarían el origen, las intenciones, el coraje, la tenacidad, la búsqueda, el delirio, la sorpresa de un éxito inesperado, el entusiasmo, la apuesta por lo insólito, por lo original. Y estarían plagados de mujeres que abrieron la caja de Pandora, de jefes que lo intuyeron todo, de compañeros que premiaron la perseverancia.
De eso va la serie de este productor atípico y bendito. Yo creo que cualquiera de los creadores con los que ha trabajado deberían convertirla en una ficción. Aquí tienen el piloto incluso, con las palabras del protagonista.
1. La tía Nieves, la monja que hacía películas
2. Ángel Fernández Santos, el crítico que quería ser
Quería ser crítico de cine, compartir con los amigos las películas que le abrían los ojos y de ahí la conciencia, las que le hacían reír, pasar miedo e incluso llorar. Le fascinaba Antonio Gasset Dubois (ojalá volviera a hacer crítica de cine) “el tipo más elegante y divertido que jamás hablará de cine para ’Días de Cine”. Pero en realidad, lo que Enrique quería era Ángel Fernández Santos.
3. Juan Cueto, el primer apoyo
Supo que estaba equivocado en tercero de carrera:
Le dijeron “con mucha paciencia” que aquello no iba a ser posible y que por favor no volviera a llamar. Pero como apunta con un fantástico punto de exageración, “no hay un ser más desesperado que el ser humano cuando no tiene salida”. Así que siguió dando la brasa y “un día el hartazgo hizo su función y me rebotaron a un nombre desconocido: Juan Cueto. Juan me dio mi primera oportunidad junto a la plantilla de una joven empresa llamada Canal Plus emparentada, como yo, con franceses”.
4. Juan Ruiz de Gauna, el pistoletazo
Estamos en Sogetel, (Sogecable más tarde) una incipiente productora cinematográfica que pertenecía al Grupo Prisa. Y Enrique era, atentos a la definición, “un chaval que había sembrado de inexactitudes su currículum para crear el caos”.
5. Fernando Bovaira, el maestro jedi
6. Belén Atienza, la familia para hacer cine
7. Todos los demás
Tras el relato, vuelve la ironía: “Si algún día tuviera que recoger un premio, sólo tendría que sumar a mis hijos y referirme a este artículo... así lo despacho en dos segundos”.