De Javier Bardem, Nicole Kidman y 'Being The Ricardos'
No es de extrañar que ambos intérpretes y Aaron Sorkin se vean nominados a los Premios Oscar.
Sin duda, esta ha sido la semana de Javier Bardem. Mientras se dirimen las condiciones que ha establecido para participar en Dune 2 y descubrimos el entusiasmo que ha suscitado su elección como Tritón en la adaptación del clásico de Disney La sirenita, se ha hecho pública su nominación como Mejor Actor por Being the Ricardos en los prestigiosos SAG Awards, los premios otorgados por el Sindicato de Actores de Hollywood.
Junto a él están nominados los intérpretes Benedict Cumberbatch (El poder del perro), Denzel Washington (Macbeth), Will Smith (El método Williams) y Andrew Garfield (Tick... tick... Boom!), un listado lo suficientemente sustancioso como para poner de relieve la relevancia de la presencia del español. Por supuesto, su compañera de reparto, Nicole Kidman, ha recibido su correspondiente nominación como Mejor Actriz principal, hecho que refuerza la importancia del título Ser los Ricardos de cara a la próxima edición de los Premios de la Academia.
La película, disponible en la plataforma Amazon Prime, relata uno de los episodios más turbulentos de la vida de Lucille Ball (Kidman), a saber: cuando se vio envuelta en una trama de sospecha por parte del Comité de Actividades Antiamericanas. Tildada de comunista, Ball tuvo que declarar ante la comisión establecida por el senador McCarthy en una de las etapas más radicales del mccarthismo. El prestigio, la carrera y el matrimonio de Ball se vieron, de pronto, contra las cuerdas.
El filme, firmado por Aaron Sorkin, uno de los mejores guionistas y directores de Hollywood, no solo ha llegado precedido por una gran expectación, sino, sobre todo, por la fascinación de recuperar un suceso tan desconocido como relevante en la vida de la estrella de la CBS. Veamos algunos de los puntos que convierten a Being the Ricardos en un título de indudable visionado.
La pericia Aaron Sorkin
Este guionista y director, que ha sido nominado en cuatro ocasiones por sus libretos originales y adaptados, es una figura indiscutible dentro del cine de qualité de Hollywood. Fue Sorkin quien rubricó una obra maestra de orfebrería como La red social, y quien presentó una magnífica cinta como El juicio de los 7 de Chicago, cuyo endiablado tono (comedia, drama, crítica social, thriller) debería estudiarse en las escuelas de guion.
Sorkin es un experto constructor de sentido y tramas, por lo que no resulta en absoluto sorpresivo que presente una cinta en la que abarca cinco días consecutivos en la vida de Lucille Ball a través de un relato con tensión in crescendo. Y lo hace sin hipérboles, sin afectaciones, sin posicionamientos y, sobre todo, sin establecer juicios de valor.
Y sí, se desvía, y además mucho; convierte la subtrama amorosa en el eje de la acción, instando a la audiencia a descubrir una dimensión desconocida en Lucille Ball, y no es otra que el hecho de que la fama es traicionera, y no solo porque lo glose The Weekend y Rosalía, sino porque, en puridad, son las emociones las que tutelan la conducta humana.
Lucille Ball es humana e inteligente
Acostumbrar al público a los gags visuales y a la comedia más física (esa capacidad cinética de la que habla Desi Arnaz) implica una deriva incómoda para su protagonista. Un personaje histriónico conduce a la risión, convirtiendo al artífice del humor en objeto de burla.
Esto es categórico, el humor siempre surge del conflicto entre la realidad y quien protagoniza el drama, quedando este un escalón por debajo de la moralidad del público. En la cinta, Sorkin se encarga de demostrar que Ball era una mujer de una inteligencia y una brillantez sin par —algo obvio en alguien capaz de mantener una audiencia de 60 millones de espectadores—, y cuyas altas capacidades le empujaban a configurar mentalmente las tramas para indagar en su comicidad.
Al tiempo, no cae en maniqueísmos, ya que Ball es una persona en ocasiones tiránica, infantil y malintencionada, pero en dosis habituales que nos hacen empatizar con la persona más allá del personaje.
I love Lucy
Cómo no, otro de los puntos clave de la película es la propia serie matriz que vertebra la trama. I love Lucy es la protagonista de la cinta, llegando a intercalar fragmentos reales de la mítica serie de la CBS e incluso a recrear milimétricamente escenas completas. Uno de esos fragmentos, el célebre episodio de la vendimia, llega a ser reconstruido con una precisión quirúrgica, amén de otros muchos aspectos de la producción televisiva, tal como recoge a continuación este vídeo:
Nicole Kidman y Javier Bardem
Sin ninguna duda, el máximo atractivo de esta producción radica en la espléndida recreación de los personajes principales a manos de Javier Bardem y Nicole Kidman. No se trata de un simple trabajo de imitación o disfraz, sino de encarnación de un modo de actuar y de ser que van más allá del mero facsímil.
Ambos intérpretes traspasan su buen hacer para ser el matrimonio Arnaz. Su hogar, su vestimenta y sus roles se orquestan para mostrar el tipo de matrimonio que existía en la Norteamérica de los años cincuenta, la ética de sus medios, el ambiente político, los límites del género, la dificultad de acatar órdenes arbitrarias, cuando no directamente inmorales.
A través de los ojos de Kidman y de Bardem desfila todo un sistema público y, lo que es más importante, privado de valores que desafían las normas establecidas, algo que conduce a un final inesperado que, por fin, da sentido a toda la trama.
Por todo ello, no es de extrañar que ambos intérpretes, y el propio Sorkin, se vean nominados a los Premios Oscar en las próximas semanas. Si no, al tiempo. Y, cómo no, no se pierdan Ser los Ricardos. Les va a gustar.