De guardia en las playas de Lesbos
Lesbos ya no está en primera plana de la prensa, pero aquí siguen sucediendo cosas... Tras la crisis de los refugiados de 2015 y el "acuerdo de la vergüenza" con Turquía que entró en vigor en marzo de 2016, parece que esta zona de las islas griegas vecinas a Turquía (Lesbos, Chios, ...) se ha estabilizado como una de las rutas del Mediterráneo oriental de entrada de refugiados y de inmigrantes irregulares. Las cifras están muy alejadas de las de la crisis de 2015, pero siguen siendo muy importantes. Solamente a la Isla de Lesbos se estima que están llegando alrededor de unas 200 personas a la semana (en unos cinco botes semanales). Sin embargo, como desde el bloqueo de las fronteras todos estos refugiados pueden llegar a permanecer meses o años en la isla antes de ser autorizados a viajar fuera de ella o antes de ser deportados, el hecho es que la población de refugiados vuelve a ser muy elevada. Podría haber unas 7.000 personas refugiadas en la isla.
La operativa de llegada en esta zona parece ser más o menos la que a continuación se describe. Las mafias turcas que se ocupan del traslado de inmigrantes desde el lado turco centralizan su actividad en torno a Izmir, la antigua Esmirna, que es la principal ciudad turca de esta zona costera de Asia menor. Allí se negocian los precios y se organizan los viajes. Según las posibilidades económicas de los viajeros éstos son asignados a las diferentes rutas existentes (hacia diferentes zonas de Lesbos, de Chios, etc.). Cuanto menos arriesgada o más corta la ruta más caro el precio del viaje. Los viajeros son recogidos en autocar por la noche y trasladados a los puntos en los que saldrán los botes. Se trata de botes neumáticos muy precarios, llamados "dinguis", impulsados por motores de escasa potencia, y con apenas capacidad de maniobra, aunque también se están empezando a utilizar lanchas muy básicas pero más rápidas que los anteriores.
Los inmigrantes son fundamentalmente de Siria, Irak, Afganistán, Pakistán y de varios países de África Subsahariana (Eritrea, etc.). Por ejemplo, estos días hemos conocido a varios jóvenes inmigrantes, todos chicos, de la República Democrática del Congo -gente noble, educada y estupenda.
¿Cuántas personas están en el lado turco? ¿Cómo viven? La situación social y política de Turquía es difícil y compleja, y difícil es también la situación de los refugiados que están allí. Por una parte, parece ser que en Turquía puede haber ahora mismo unos 3 millones de personas refugiadas y también muchos inmigrantes irregulares. En teoría en Turquía los refugiados pueden moverse libremente por el país, tienen permiso de trabajo y acceso a la sanidad pública. Ahora bien, estos refugiados son el último eslabón de una sociedad empobrecida y con grandes desigualdades económicas.
Por otra parte, los refugiados que hemos contactado en Lesbos nos hablan de un comportamiento muy duro por parte de las autoridades y la policía turcas con los inmigrantes, por ejemplo, cuando éstos fracasan en sus intentos de pasar a Grecia. Cuando los refugiados son devueltos a Turquía son conducidos a prisión durante aproximadamente un mes, en prisiones con unas condiciones muy precarias. Además, el trato que reciben cuando son interceptados por patrulleras turcas puede ser también muy duro (algunos refugiados consultados hablan de acciones como "el vuelco del bote").
Tras el cierre de las fronteras turcas, muchos de los refugiados que pretendían viajar a Europa parece que han decidido desarrollar sus vidas en Turquía (indefinidamente o hasta que acaben los conflictos en sus países). Sin embargo, otra parte de ellos mantiene la ilusión y el empeño de llegar a Europa. Algunos de éstos tratan de cruzar ilegalmente por las fronteras terrestres de Turquía con Bulgaria y Grecia. Otros lo intentan a través de las islas griegas, incluida Lesbos.
En el caso de Lesbos hay básicamente dos rutas de llegada. La del norte, más corta, de unos 5 kilómetros de mar. Esta ruta es la más cara y, aparte de los dinguis que llegan a ella, parece ser que existe también una opción de ser trasladados en lanchas rápidas que dejan a los refugiados en una peligrosa zona de rocas de la costa de Lesbos para a continuación retornar rápidamente a la costa turca. La otra ruta, en la que nosotros hacemos las guardias, es la del sudeste, cerca de Mitilene, la capital de Lesbos y al lado del aeropuerto. Es una ruta más larga –unos 20 kilómetros-. Aquí llegan menos dinguis y su coste es menor, dada la mayor peligrosidad y la mayor duración (unas 3 horas) de este trayecto. En los últimos días parece que comienzan a llegar aquí embarcaciones tipo lancha, más seguras y más rápidas.
Una parte de los botes son interceptados en el lado marítimo turco y devueltos a la costa turca. Sus ocupantes, como decíamos antes, son detenidos e ingresados en prisión. La mayoría de dinguis que consiguen llegar a las aguas griegas son interceptados por las patrulleras del Frontex (European Border and Coast Guard Agency) y, en el caso de la isla de Lesbos, son conducidos directamente al centro de recepción/detención del campo de Moria. Sin embargo algunos botes no son interceptados por Frontex y consiguen llegar a las playas de Lesbos (de la zona norte o de la zona sudeste de la isla). En este caso son los voluntarios de varias asociaciones humanitarias quienes intentan asistirles y recibirles en su proceso de llegada.
Una de estas asociaciones es Proem-Aid, integrada por profesionales de emergencia que dedican como voluntarios su tiempo al rescate y auxilio de quienes llegan por mar. Además estos profesionales son ayudados en la playa por voluntarios que se ocupan de la recepción de los recién llegados. Aparte del importantísimo papel en materia de rescate que desempeñan los rescatadores de Proem-Aid, hay una segunda función que desempeñan los voluntarios en playa. Se trata de dar a los recién llegados una bienvenida con calor y con cariño. Pensemos que, en muchos casos, estas personas no solo han pasado por situaciones de grandes privaciones y de alto riesgo, sino que, además, han sido tratadas con rudeza, de manera que, para ellas, una bienvenida calurosa es algo nuevo y que puede tener un gran valor (como el valor de sentirse tratados con dignidad).
En este momento Proemaid actúa en el denominado "Camp Fire", situado en la playa situada al lado del aeropuerto, en la zona sudeste de la isla, cerca de la capital Mitilene. En el actual turno (agosto de 2017, o "32 team") se encuentran tres expertos en rescate de Proemaid (Salva, Javier y José María) y seis voluntarios no expertos en rescate (Eulalia, Marta, Alberto, Mirella, Rodrigo y quien escribe). Además están Lara, algo así como la coordinadora estable del proyecto, y varias personas más que se suman cada día a las guardias, incluidas varias personas refugiadas que dedican su tiempo en la isla al voluntariado (hay por aquí personas admirables, que continúan ayudando a los demás incluso cuando ya se les ha comunicado que no se les concede al asilo y que van a ser deportadas).
¿Situación una vez en la isla? Hay tres campos de refugiados: Moria, Kara Tepe y Pikpa, los tres próximos a Mitilene, zona en la que se concentra la mayoría de la población de la isla. Tanto en Moria como en Kara Tepe hay unas 3.000 personas. Pikpa es un campo pequeño (un antiguo camping), pensado para personas particularmente vulnerables. Allí hay unas 60 personas. Además hay refugiados que viven fuera de estos establecimientos. Algunos de ellos en la calle o en varios "squats" (edificios abandonados ocupados) situados la mayoría de ellos cerca del campo de Moria. Además, por esta zona existe el denominado "One Happy Family", una especie de centro de actividades gestionado por la fundación Swisscross.
Moria es el lugar al que son conducidos todos los refugiados que llegan a la isla. Cuando, de noche, se intercepta o llega a la costa un bote, una vez en tierra, estas personas son introducidas en un autobús con rejas de la policía. Este autobús las lleva a la comisaría de Mitilene. Los inmigrantes pasan la noche dentro del autobús en el aparcamiento de la comisaría. A la mañana siguiente son conducidos al centro de recepción de Moria (Moria tiene varias áreas separadas; una de ellas es este centro de recepción). Todo el campo de Moria, al que no pueden acceder visitantes, está rodeado por una doble alambrada de pinchos y concertinas. El centro de recepción es un área dentro del campo que, a su vez, tiene una elevada doble valla coronada de concertinas. Todas estas elevadas vallas de pinchos y concertinas, por fuera y dentro del campo, brillantes, limpias, color plata, sin vegetación, contribuyen a acentuar en quien se acerca aquí por primera vez la sensación de sobrecogimiento, de conmoción... Los recién llegados pasan en esta área, sin poder salir, entre 25 días y tres meses, mientras se realizan los primeros trámites burocráticos.
Una vez superado este período pasan a las áreas de familias, varones solteros o menores no acompañados. Quienes están en estas áreas –también rodeadas de doble valla de pinchos- pueden salir del campo. Además existe una quinta zona o "cárcel", de donde no se puede salir, destinada a personas que van a ser deportadas de manera inminente. Y finalmente se encuentra el lugar en donde los inmigrantes realizan los trámites y dos entrevistas con vistas a recibir o no el estatus de refugiados (el asilo). Todo el habitáculo tiene forma de gran cuadrilátero íntegramente recubierto de barrotes y concertinas (también en el techo). Aquí se pueden producir situaciones dramáticas, por ejemplo, cuando se recibe la comunicación de denegación de asilo. Nos han comentado que se han llegado a dar casos en que un miembro de una familia que recibe esta comunicación de deportación ya no vuelve a ver al resto de sus familiares, situados al otro lado de la valla.
Las condiciones en estas cinco zonas son bastante difíciles. El campo no proporciona ninguna actividad lúdica o de recreo. En la zona de hombres solteros se concentran unos 26 hombres por habitación, en un ambiente y un contexto que propicia peleas, tensiones, situaciones de acoso, agresiones, etc., entre los propios refugiados. Hay jóvenes (sobre todo los más vulnerables, por ejemplo homosexuales o miembros de determinadas minorías étnicas) en esta zona que, a las causas de ansiedad y angustia derivadas de su situación de refugiados atrapados en Lesbos, tienen que sumar la ansiedad de convivir en un entorno de grupo a veces muy hostil, como éste.
En el campo de Kara Tepe parece ser que la situación es mejor. Es un campo más familiar y abierto (aunque no se permite el acceso a visitantes). El campo de Pikpa es mucho más pequeño (unas 60 personas) y acoge sobre todo a personas particularmente vulnerables (por ejemplo, una madre soltera con dos hijos, uno de ellos con autismo; un grupo de cinco chicos homosexuales que han experimentado situaciones de acoso y agresión en otros campos). En este campo el ambiente es bastante agradable. Finalmente están las personas (todos chicos) que deciden abandonar estos tres campos y que viven en la calle o en varios squats situados en edificios abandonados. Sus condiciones de vida material y de seguridad son muy precarias.
Todas las personas que están realizando los trámites para la obtención del estatus de asilo -tramitación que puede durar muchos meses o más de un año- reciben 90 euros al mes, no tienen permiso de trabajo y no pueden abandonar la isla.
Las condiciones materiales son duras, y ello acentúa el principal aspecto que te transmiten la mayoría de inmigrantes cuando hablas con ellos: la sensación psicológica de angustia, de ansiedad y, en muchos casos, de abatimiento, que produce el sentimiento de estar atrapado (durante meses o años) y la incertidumbre sobre el resultado final de este bloqueo: ¿continuar hacia su destino final con el estatus de refugiado? ¿Deportación a Turquía o a su país de origen? ¿Fugarse de la isla y vivir como inmigrante irregular en Europa? El ser humano no está preparado por la naturaleza para la situación de inactividad y de falta de perspectivas... Pero además, esta durísima prueba la tienen que realizar personas que acaban de pasar, casi todas, por experiencias personales, familiares y sociales muy duras y a menudo traumáticas (persecución, tortura, asesinato de familiares, de amigos,...). En las conversaciones alegres, ligeras, con algunas de estas personas, de pronto, inesperadamente, puede surgir una historia de una dureza y violencia extremas. Es imposible que estos traumas no dejen una honda huella emocional en estas personas.
¿Cómo se abandona la isla? Tras muchos meses de tramitación (hay personas que nos dicen que llevan con este trámite más de un año y medio) a una parte de los solicitantes se les otorga el estatus de asilo político en Grecia, de manera que reciben una tarjeta de refugiado que les permite moverse libremente y trabajar en Grecia y recibir la correspondiente protección subsidiaria. Otros obtienen el estatus de refugiado en otros estados de la UE y pueden viajar a ellos. Pero a muchos otros se les deniega la condición de asilo. Una parte de ellos son conducidos a la zona de cárcel del campo de Moria desde donde serán trasladados a Turquía o a sus países de origen. Otros muchos permanecen en la isla de Lesbos en espera de la deportación.
La situación emocional de muchas de estas personas a las que se les ha denegado el asilo es de una intensa desazón (imagínese uno mismo en una situación como ésta...). Muchos, la mayoría chicos jóvenes, optan por escaparse; es decir, por viajar irregularmente a Atenas. Para ello tienen que conseguir unos 700€ para pagar a las mafias que intentarán sacarlos de la isla, normalmente como polizones en los ferries que enlazan Mitilene con Atenas. Pero claro, en una isla de escasa población como ésta y sin permiso de trabajo es muy difícil conseguir esa cantidad. Nos hemos encontrado a chicos que están en una angustiosa situación de bloqueo emocional.
A todo esto, y respecto de la actitud con los refugiados de los 85.000 habitantes griegos de esta isla, parece que, en términos generales, es buena. Se percibe una extraña mezcla de actividad cotidiana en el sector turístico, comercial, etc. con la presencia de los refugiados.
¿Y los voluntarios que hay por la isla? Ahora, en agosto, hay muchos. Algunos (la mayoría) vienen a colaborar en proyectos bien establecidos y otros intentan encontrar aquí el tipo de actividad en que trabajar. Hay voluntarios de largo y plazo y están los que realizan estancias más cortas aprovechando sus vacaciones o el descanso en sus estudios.
¿Qué aportan estos voluntarios de corto plazo? Primero, ayuda y trabajo en los proyectos en los que se integran. Segundo, y quizás más importante, "estar con las personas refugiadas". Escuchar sus historias, empatizar con ellas aunque no esté en sus manos solucionar los acuciantes problemas que los refugiados les plantean. Muchos refugiados, en los campos, en los squats, en la calle, dan hospitalidad y saludan con particular calor y autenticidad a quienes se acercan a hablar con ellos y ellas, a quienes comparten con ellos unas tortas de pan, un café... Y tercero, estos voluntarios actúan de testigos de lo que sucede por aquí y pueden contribuir, de esta manera, a que no se olvide esta crisis humanitaria crónica que está sucediendo en el Mediterráneo.
Los que gozamos del privilegio de pertenecer a un grupo social favorecido a menudo no somos conscientes de ello. Estar unas semanas con estos amigos nos ayuda a hacerlo.