De Cuba a Noruega: el sueño por cumplir de Leo
A primera vista no parece que es cubano. Su físico lo describe: piel clara, ojos azules y el pelo de color miel. Eso es porque los bisabuelos de Leo eran españoles y cuatro generaciones después se siguen heredando parte de sus rasgos. Lo que no ha heredado es la doble nacionalidad: a ojos de la ley, el joven de 23 años solo es cubano a pesar de que toda su familia también es residente de España.
La ley en Cuba permite a los ciudadanos que tengan antepasados españoles obtener la doble nacionalidad hasta tres generaciones familiares, pero a partir de ahí se pierde este beneficio, que justo acaba en Leo. Y es que para ellos es un privilegio porque eso les permite poder viajar, al menos, a España. Sin ser residente, tener una invitación temporal o un contrato de trabajo previo, tienen la salida denegada.
Le pasa con la mayoría de los países, exceptuando a los que él llama “hermanos” de Cuba, como son Rusia, Venezuela o Haití. La ley puede prohibir el permiso de salida justificando razones de interés público o de defensa y seguridad nacional, por lo que están sujetos al Gobierno, que normalmente, deniega la autorización.
Pero Leo es un joven inquieto y no está dispuesto a quedarse a vivir en la isla toda su vida, donde ve negados muchos derechos civiles. Así que intenta, por todos los medios, obtener un permiso legal que le ayude, no sólo a salir de allí, sino a poder aterrizar en un país de los que considera “libres”.
Su plan tiene todavía algún detalle importante que perfilar, pero tal es su deseo de salir que pretende ahorrar y comprar un billete para viajar a Rusia, que sí lo tiene permitido por su Gobierno. Una vez instalado en el gélido país, quiere encontrar la manera de entrar en Noruega para quedarse a vivir allí. ¿Y por qué Noruega? Es su lugar favorito del mundo a pesar de que sus ojos sólo lo han visto a través de lo que le ofrece Internet.
La gran ventana al mundo le ha permitido elegir donde quiere pasar, al menos, unos años de su vida y conocer una cultura, un país y sobre todo un clima distinto del que está acostumbrado. Sin embargo, sabe que no va a ser fácil, puesto que al otro lado del Atlántico no le espera nadie y su única carta que le ayudaría a ganar este juego ahora mismo es poder contactar con una vieja amiga noruega que conoció cuando ella visitó Cuba hace ya tres años.
Con esta esperanza, Leo podría entrar al país con un visado de visitante, invitado por ella, y estar en él durante tres meses, en los que buscaría un empleo que le permitiera poder mantenerse en Noruega con un visado de trabajo, ya que éste le daría una mayor estabilidad de permanencia.
Leo tan sólo quiere ser libre. Poder defender sus ideas sin miedo a la opresión, sin miedo a ser sometido a torturas por no ir con el régimen o asistir a una manifestación. Quiere pasear sin el temor de ser detenido sin ninguna orden ni justificación, pudiendo pasar días en un calabozo. De saber que no van a quitarle lo ganado con su sudor. Y sobre todo, por lo que pretende conseguir: circular libremente y elegir su residencia en cualquier estado.
Para conseguirlo necesita dinero, tiempo, paciencia y esperanza. Un cóctel que resume en “tener suerte con las decisiones” que se toman en la vida, en la que hay que arriesgar para ser feliz, aunque es consciente de que es “difícil” y a veces “se puede perder” en el intento.
Y así se forma uno de los sueños que nacen en la ciudad de Varadero, donde cada año el joven cubano se empapa de las historias que le cuentan algunos de los extranjeros que pasan por sus paradisíacas playas y le dejan un trocito de cada país, que guarda bien en su memoria por si en un futuro, no muy lejano, consigue volar a nuevas tierras.