Davos "verde" y doble moral
No representan a nadie, excepto a sí mismos y a su soberbia codicia pero que, sin embargo, son los que mueven los hilos del planeta.
El Foro Económico de Davos va a ser otro ejercicio más de esa prepotente soberbia económica y financiera que aspira a marcar y condicionar la agenda global. En esta ocasión, por algunos de los temas centrales referidos al medio ambiente que va a tratar, la cumbre tiene un cierto toque “verde” ecologista y de sostenibilidad planetaria de un capitalismo probablemente con mala conciencia por el esquilme sistemático de los recursos naturales y, aun así, siempre en crisis endémica estructural que pone permanentemente en jaque el pacto liberal que lo mantiene.
Banqueros, ejecutivos de multinacionales, popes de la comunicación, presidentes y algunos políticos que, en la búsqueda de su interés personal, intentan renovar su imagen y sus discursos, pero que en ningún caso trasladarán a sus prácticas gubernamentales o empresariales; tampoco a los órganos directivos de las empresas en las que participan, ni a los consejos de administración que les esperan cuando dejen su actividad política. Todos estos líderes mundiales, representan a esa quintaesencia del capitalismo que atesora el 60% de la riqueza mundial y, como señala el informe de Oxfam que será presentado durante la cumbre: “los 22 hombres más ricos del mundo tienen más riqueza que todas las mujeres de África. Las mujeres y las niñas dedican 12.500 millones de horas al día al cuidado de niños, ancianos, enfermos o discapacitados, además de tareas domésticas como cocinar, lavar o ir a buscar agua o madera. Se trata del motor oculto de la economía mundial”. Dicha organización calcula que esa contribución “triplica el tamaño de la industria tecnológica mundial, puesto que se eleva a más de 9.700 millones de euros”.
Toda reunión que se precie debe tener un lema y el de este año es: Futuros más saludables: ¿Cómo salvar el planeta? La inevitable transición medioambiental del conjunto del sistema capitalista como objeto de reflexión, sin duda un gran reto. Un ejercicio de generosidad intelectual de un grupo influyente que se reúnen periódicamente para dar al mundo, en este caso, sus recetas para salir de la crisis medioambiental y de los riesgos climáticos dentro de una desigual fragmentación global que ellos se han encargado en provocar cuando han expoliado los recursos naturales y han presionado para que sus respectivos gobiernos no llegaran a un acuerdo sobre los compromisos de París en la pasada Cumbre del Clima en Madrid. Recuerda esta situación a esa misericordia de la nobleza ilustrada del XVIII, que daba limosna y creaba hospicios para esos pobres que ellos mismos habían creado.
Sin embargo, tranquiliza saber que la organización ha instado este año a los participantes a viajar hasta Davos utilizando medios de transporte de bajas emisiones. Además, les va a regalar zapatillas de senderismo para animarlos a caminar en lugar de utilizar el coche. El esfuerzo en favor de la sostenibilidad se ha extendido hasta al cátering: se ha pedido a las empresas que sirven la comida que no incluyan alimentos lujosos y se ha reservado un día para los menús vegetarianos y para “descubrir proteínas alternativas”. Y a las empresas que van a organizar eventos dentro del foro también se les ha pedido que consideren la opción de ofrecer a sus invitados vinos locales e infusiones de hierbas suizas en lugar de bebidas de importación.
Y cómo no, el principal maestro de ceremonias es Donald Trump, ese guardián y líder de un país que como Estados Unidos, en pocos años, ha pasado de ser el eje histórico del sentido y esencia de la democracia -eso decía Tocqueville- que con Obama aspiraba a liderar la lucha contra el calentamiento global y el cambio climático, a ese país áspero y pragmático en exceso, sólo interesado por el egoísmo del America First que, bajo esta nueva Twitter diplomacy, ha pasado a liderar también este nuevo nacionalismo radical negacionista del cambio climático y de la protección medio ambiental como otra clara muestra de la decadencia inevitable del liderazgo político y económico estadounidense en el mundo.
Davos, un espectáculo elitista, inmoral e injusto ante una sociedad global perpleja e indignada que tiene que pagar una alta fractura social, medio ambiental, laboral, personal y familiar en tantas regiones del planeta, y, por si fuera poco, también tiene que soportar los consejos de personajes tan imbuidos del nuevo neoliberalismo especulativo al uso, que no representan a nadie, excepto a sí mismos y a su soberbia codicia pero que, sin embargo, son los que mueven los hilos del planeta.