Cuba se despide de la era Castro
Raúl deja la presidencia, en la que relevó a su hermano Fidel, tras 12 años al mando.
Raúl Castro deja de ser presidente de Cuba. Este miércoles arranca la reunión para la constitución del nuevo parlamento del país, último paso del proceso de elecciones que culminará con el relevo del actual mandatario 12 años después de su llegada al poder, de que tomara el testigo de su hermano Fidel. La comisión integrada por los 605 diputados electos debe elaborar y someter a votación a la recién renovada asamblea una lista con un presidente, cinco vicepresidentes y 23 miembros del Consejo de Estado y, por primera vez desde el triunfo de la Revolución cubana, no será un Castro quien encabece esa cúpula. Es más: el previsible nuevo presidente será un dirigente que no participó en la lucha, que ya nació bajo el actual sistema. Se llama Miguel Díaz-Canel y, desde 2013, es el vicepresidente primero del país.
Los analistas hablan de cambio generacional pero no ideológico, de continuidad en la línea política sin que se plantee una transición. Los problemas siguen siendo los mismos: los económicos, los de libertades, los de apertura al mundo.
Estas son las claves de una regeneración que, al menos, nos obligará a aprendernos nuevos nombres y guardará en el armario los uniformes de Sierra Maestra.
¿Por qué se marcha Raúl?
Raúl Castro se marcha porque le toca. Era lo previsto, en cumplimiento de la limitación de mandatos a un máximo de 10 años que él mismo decretó. Raúl estuvo dos años como presidente tomando el relevo a su hermano Fidel y, luego, ha encadenado ya dos mandatos consecutivos de cinco años cada uno. El tiempo se acabó.
A sus 86 años, el general seguirá al mando del Partido Comunista de Cuba -el único partido legal en la isla- como primer secretario, un cargo que ostentará hasta el congreso que se debe celebrar en 2021, si no hay novedad. Si no renuncia a su escaño -algo aún por aclarar- también será parlamentario hasta el año 2023. Castro podría optar por mantenerse en la asamblea, como van a hacer otros históricos líderes de la revolución, para cargar el hemiciclo de un peso simbólico que constate que aún existe un hilo directo con los barbudos que triunfaron en 1959.
Su sustituto es...
Pues aún no se ha dado un nombre concreto, pero el que manejan todas las encuestas es el de Miguel Díaz-Canel, actual número dos de Raúl Castro, de 57 años. Él se convertirá con casi absoluta probabilidad en el nuevo jefe del Consejo de Estado y de Ministros, equivalente al presidente en Cuba. No es familia de los Castro Ruz, no fue uno de los sublevados el pasado siglo, no ha sido militar de carrera y su única relación con las Fuerzas Armadas fue en el servicio militar obligatorio. Un perfil notablemente distinto.
Díaz-Canel (Santa Clara, 1960) comenzó su carrera política en su ciudad natal, donde llegó a ser primer secretario del gobernante Partido Comunista de Cuba en los tiempos duros de la crisis de 1990, gestión por la que todavía es recordado y alabado. Ingeniero electrónico de formación, comenzó a despuntar tras ser designado ministro de Educación Superior (2009-2012) y en 2013 se convirtió en vicepresidente primero de Castro, con lo que ya se convirtió en el primer cubano nacido después del triunfo de la Revolución en alcanzar ese puesto. Forjado en las bases del PCC y con una trayectoria de ascenso sostenido y discreto, su "cercanía a la gente" y la "capacidad para estar donde haga falta" son las principales cualidades que sus compatriotas tienen en cuenta para asegurar que Díaz-Canel sería el "candidato ideal" a la Presidencia de Cuba, según declaraciones recogidas por la Agencia Efe.
Pese a su discreción pública, a mediados de 2017 el grupo opositor cubano Estado de Sats publicó un vídeo filmado en un encuentro con funcionarios del PCC donde el dirigente se mostraba mucho más duro, al criticar a EEUU y denunciar la actividad "subversiva" de entidades extranjeras y medios alternativos cubanos.
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Relevo generacional
Fue el propio Raúl Castro quien anunció hace años la necesidad de prepararse para el relevo generacional en la dirección del país y durante su mandato han emergido otros dirigentes más jóvenes que los históricos que han ocupado destacados puestos en el gobierno y el partido. Entre ellos figura el actual canciller, Bruno Rodríguez (60 años), la cara más visible de la isla hacia el mundo y un político con una carrera en ascenso en la Juventud Comunista (UJC), el PCC y el ministerio de Exteriores, que preside desde 2009.
Visto como un diplomático serio, leal y confiable, Rodríguez se ha anotado varios tantos con la reanudación de los nexos diplomáticos con Estados Unidos y la firma en 2017 de un acuerdo bilateral con la Unión Europea, que puso fin a la "posición común" que limitaba seriamente la relación entre Cuba y el bloque comunitario. Su nombre podría ser la sorpresa, si no sale adelante el nombramiento de Díaz-Canel, o incluso ir de segundo. Para ese puesto también suenan José Ramón Machado Ventura, hoy segundo secretario del Comité Central del PCC, el segundo cargo político más importante del país, que se entendería como un "contrapeso moral fuerte", y Mercedes López Acea, que podría ser la mujer con más rango en Cuba, y actualmente es la primera secretaria del partido en La Habana y vicepresidenta del Consejo de Estado.
Con la desaparición de Fidel (1926-2016) y la salida de Raúl Castro de la Presidencia a los 86 años, concluye una era en la isla comunista, que desde 1959 siempre tuvo a un gobernante con ese apellido, algo que ya no se repetirá según aseguraba a la prensa a inicios del año pasado Mariela Castro, 55 años, hija del presidente. Desde el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) en el que trabaja, la miembro de clan Castro Espin con mayor proyección pública ha impulsado cambios en favor del colectivo LGTBI y ha ganado reconocimiento, aunque en varias ocasiones ha negado categóricamente que pretenda buscar la posición que ahora deja libre su padre.
Los retos
El futuro presidente de Cuba hereda un país muy diferente al que hace recibió Raúl de su hermano Fidel, pero con el denominador común de los problemas económicos, el mal endémico de un país empeñado en cambiar lo justo para perpetuar su sistema socialista. Acelerar la aplicación de las "reformas raulistas", la controlada apertura económica que ha sido prioridad del mandatario saliente, es el primer reto al que deberá hacer frente la nueva cúpula de la isla.
El propio Partido Comunista de Cuba, definido por la Constitución como "fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado", se reunió al máximo nivel un mes antes del relevo para definir las prioridades futuras y los "flecos" pendientes, que pasan por eliminar el sistema de doble moneda y reformar la Carta Magna de 1976. Algunos analistas políticos sugieren que la modificación constitucional podría pasar por una separación de poderes frente a la concentración establecida en una Constitución, la actual, elaborada en su día a medida de Fidel Castro, quien encabezaba los Consejos de Estado y de Ministros, y el PCC.
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Para el opositor de izquierda moderada Manuel Cuesta Morúa, los retos del nuevo presidente serán "fijar una visión de país que incluya a todos los sectores sociales", según explica EFE. "Definir una nación en la que se incluya toda la pluralidad y no solo a estrechas visiones políticas o cívicas y que las decisiones del Estado respondan a la Constitución, al Estado de derecho y a la soberanía de los ciudadanos", sostiene, "porque de lo contrario, Cuba no va a levantar".
Sin embargo, a juzgar por el mensaje continuista que se ha deslizado en los últimos meses, los cambios políticos son improbables, pero los económicos urgen para sostener el sistema. "Para garantizar la continuidad, hay que cambiar", señala a la citada agencia el exdiplomático y analista cubano Carlos Alzugaray, quien recordó que el "concepto de Revolución" enunciado por Fidel Castro apelaba al "sentido del momento histórico y a cambiar todo lo que deba ser cambiado".
Está pendiente, según ha reconocido el propio PCC, la consolidación del trabajo por cuenta propia, el sector privado que emplea a más de medio millón de cubanos y que se encuentra paralizado desde agosto pasado dentro de un proceso de "perfeccionamiento". El Gobierno quiere seguir regulando este ámbito, limitar la concentración de riqueza por particulares, el blanqueo de dinero y la evasión fiscal, mientras los "cuentapropistas" lamentan que los cortapisas oficiales superen a las oportunidades para desarrollar un sector que ya copa el 30 % del mercado laboral.
La economía, clave
La economía cubana está aún excesivamente centralizada, las profesiones más estratégicas y cualificadas siguen siendo netamente estatales, se mantienen subsidios anacrónicos como la libreta de racionamiento, así como un elevado número de empresas estatales deficitarias que absorben los beneficios de las que sí funcionan, una situación deja poco margen a la inversión y al crecimiento. "Mejorar el desempeño económico pasa por incrementar los niveles de inversión, aumentar las exportaciones, reformar el sector público incluyendo a las empresas estatales", señala el economista cubano Ricardo Torres. De 2007 a 2018 "estas áreas han visto poca o ninguna mejoría. De hecho, el país atraviesa una crisis seria de balanza de pagos, debido en gran medida al pobre desempeño exportador", recalca.
Este experto del Centro de Estudios de la Economía Cubana cree que el nuevo Gobierno debe concentrarse en reducir las distorsiones macroeconómicas (la doble moneda) y liberar las fuerzas productivas internas, lo que "implica repensar el enfoque hacia el sector privado y la empresa pública".
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Además, la diáspora cubana -unos dos millones de personas- aún tiene vetada la inversión directa en su país, aunque su peso en la economía cubana es innegable, con el envío de casi 3.000 millones de dólares en remesas durante 2017.
La inversión extranjera es todavía insuficiente, aunque se incrementó el año pasado. Este panorama también dificulta otro de los grandes retos de Cuba: el aumento de los salarios estatales, que ahora rozan apenas los 30 dólares mensuales.
"La prosperidad sería la primera prioridad que debería enfatizar el nuevo Gobierno", pues "muchos jóvenes que ven difícil materializar sus sueños, sus aspiraciones, si se quedan en Cuba. Y se van", sentencia Alzugaray. Torres coincide: hace falta "mejorar significativamente el desempeño económico para sostener mejores estándares de vida para los cubanos".
¿Apertura?
Amnistía Internacional (AI) ha publicado un informe titulado Transformar el enfrentamiento en diálogo. Una agenda de derechos humanos para Cuba, en el que hace recuento de las asignaturas pendientes en materia de derechos humanos que tendrá el sucesor de Raúl Castro. El relevo, de momento, lo entienden como un primer paso para resolver restricciones sobre libertad de expresión y asociación en la isla, por ejemplo.
"Si se pueden resolver las restricciones que hemos visto, por más de 50 años, sobre libertad de expresión y asociación, veremos avances en otras áreas de derechos humanos", explicó en entrevista a Efe Louise Tillotson, investigadora para el Caribe de AI. La transición, dice, puede ser "una oportunidad histórica" para transformar en un diálogo lo que ha sido tradicionalmente una confrontación.
La propia ONG lleva más de 30 años sin poder entrar en la isla, pero con colaboradores y entrevistas logran sintetizar las principales denuncias: uso represivo del Código Penal, detenciones arbitrarias de corto plazo de personas que son percibidas como opositoras, control del Estado sobre el sector laboral para acallar las voces criticas y despidos injustificados, con poca posibilidad de apelar, entre otros.
¿Cómo va la distensión con EEUU?
A juzgar por lo que escribe la prensa de Miami, con elevada presencia de cubanos exiliados, con la llegada al poder en la Casa Blanca del republicano Donald Trump se ha producido un congelamiento de las relaciones con La Habana, en contraste con el acercamiento histórico que inició el demócrata Barack Obama.
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Los asesores de Trump constatan que ha habido límites en la apertura comercial y de viajes a Cuba, un territorio que apenas interesa al magnate. De hecho, la Embajada sigue funcionando bajo mínimos tras su reapertura, después de que Washington retirase a la mayor parte de los funcionarios tras la expulsión de 17 diplomáticos cubanos de Washington tras unos misteriosos "ataques sonoros". "Se ha intensificado la retórica anticubana", constata el Nuevo Herald.
"Vamos a tener una serie de reformas que harían muy difícil a quien sea el sucesor de Raúl (Castro) seguir implementando este tipo de Estado policial represivo, que está alimentado por las compañías controladas por el Ejército", afirmó una funcionaria estadounidense a la Agencia Reuters. Pese a las críticas, se han ido produciendo encuentros regulares en materias esenciales para los dos gobiernos (migración, lucha contra la droga, lavado de dinero, salud pública...), aunque a un ritmo menor del iniciado en 2016, cuando se inició la distensión; los encuentros suelen hacerse en la capital de EEUU, cuando antes se iban turnando con reuniones en La Habana.