Cuatro cosas que convierten el pollo frito en comida de calidad
Popeyes es una apuesta por un nuevo concepto de comida rápida, basada en un producto 100% fresco y de origen nacional, como respuesta a la demanda consciente y exigente de los consumidores.
Es la debilidad de muchos. Un crujiente y sabroso pollo, bien aderezado y con una deliciosa textura es toda una tentación a la que es difícil resistirse de vez en cuando. Eso sí, no todo el pollo frito es igual.
La divulgación y educación alimentaría y gastronómica han convertido al consumidor en un cliente consciente y exigente, que demanda calidad de producto y cuidado en el proceso de elaboración a la hora de sentarse a la mesa, sea cual sea el restaurante.
Es el consumidor el que lo pide y son los restaurantes los que comienzan a dar respuesta porque no son conceptos incompatibles en lo que se conoce como comida rápida. “Nosotros somos la muestra de la compatibilidad entre servicio rápido, cocinado lento y comida de calidad”, asegura Ignacio Sedano, director general de la cadena de restaurantes Popeyes, especializados en pollo crujiente, en España y Portugal. Afirma, además, que desde que llegaron a España en noviembre de 2019, han “apostado por ofrecer a los consumidores el 100% de su pollo fresco, con origen nacional y elaborado con su receta única de Lousiana”.
¿Y cómo se puede garantizar esa calidad para el pollo crujiente con sabor Lousiana? Aquí algunos de las características de este nuevo concepto de cocina rápida:
Ofrecer un producto de origen nacionalo y criado en granjas que garantizan el bienestar animal es una demanda en alza, como muestra indudable de compromiso medioambiental y de sostenibilidad.
Popeyes apuesta por pollo 100% español. Su carne procede de granjas españolas de Navarra y Cataluña con certificado Welfare Quality —garantía de cuidado animal—.
Por prescripción médica, sabemos que los alimentos procesados han de desaparecer de nuestra dieta.
Utilizar carne de pollo fresca, marinarla con diferentes especias y después rebozarla y freírla a la temperatura perfecta es el secreto del éxito de estos bocados. Y eso lo saben bien en esta cadena de restaurantes americana que huye de los productos ultraprocesados y apuesta por la frescura en sus alimentos.
“Hemos creado cocinas completamente adaptadas a nuestro modelo de negocio con grandes cámaras frigoríficas para mantener nuestro pollo refrigerado a la temperatura adecuada que oscila entre 1 y 4 grados. El objetivo es mantener la cadena de frío propia de un producto 100% fresco, tal y como hacemos en nuestras casas”, explica Sedano.
La figura del chef es garantía de calidad: queremos que lo que vayamos a comer haya sido elaborado con mimo, siguiendo la receta perfecta y los tiempos adecuados.
Para que el pollo esté en su punto también es fundamental que esté en manos de un cocinero experto en manejar la materia prima con la que trabaja.
Bajo la mirada del chef de cada uno de los restaurantes, las piezas se rebozan a mano y se fríen a la temperatura perfecta para darles la textura que caracteriza a nuestro pollo, es decir, crujiente por fuera y jugoso por dentro. Para ello, las freidoras tienen programado el tiempo y la temperatura en función de cada pieza”, aseguran desde Popeyes.
El consumidor español busca opciones más adaptadas a la alimentación mediterránea que nos caracteriza y que resulta saludable y rica.
Adecuar la oferta a nuestra tradicional manera de alimentarnos pasa por hacer uso de una materia prima 100% fresca e incorporar en la carta otras opciones, como ensaladas o pollo a la plancha. “Apostamos por buscar el equilibrio perfecto entre nuestros orígenes de Lousiana y los gustos y costumbres mediterráneas”, confirma Sedano.