Cuarenta y nueve
El legado que nos ha dejado Carme Chacón es una herencia de lucha, feminismo, progreso y afecto.
Siempre es un buen momento para recordar el legado de aquellas personas que han contribuido a que el mundo sea un poco mejor, a que la sociedad sea un poco más igualitaria. Hoy Carme Chacón cumpliría cuarenta y nueve años; se fue llena de vida, pero combatiendo las injusticias hasta el último día. El legado que nos ha dejado Carme Chacón es una herencia de lucha, feminismo, progreso y afecto. Carme era una extraña –y maravillosa- combinación de convicciones firmes, cariño, compromiso y empatía. Y su legado es todo eso y más; es una responsabilidad que los progresistas no podemos dejar de reivindicar un solo día.
No solamente fue tu ejemplo al frente del ministerio de Defensa o tu lucha por ser la primera mujer en liderar el Partido Socialista Obrero Español; fue mucho más que todo eso: fue tu actitud ante la vida. Tu actitud valiente, a pesar de todo: de tu cardiopatía congénita, del machismo inamovible del poder, de los avatares orgánicos del PSOE y del PSC. Tú, Carme, llegabas y convencías; hablabas claro sobre la situación en Cataluña, sobre la igualdad, sobre el feminismo. Siempre defendiste lo que creíste justo, a pesar de las consecuencias. Y ese, precisamente, es tu mejor –y tu mayor– legado.
Con esa sonrisa que calentaba el alma que diría nuestra querida Joana Bonet, eras capaz de vencer la apatía, de combatir a los peores monstruos que estaban y siguen estando aún hoy. Tu legado es también esa capacidad de sonreír ante la adversidad, ante cualquier contratiempo (que no fueron pocos). Siempre fue tu actitud, tu cariño y tu empatía lo que estaba en el centro de todo tu pensamiento, de toda tu acción política y también personal.
Hoy es tu cuarenta y nueve cumpleaños. La copa de vino blanco a temperatura no faltará tampoco hoy, como no faltaba cuando estabas aquí. Nos enseñaste a sonreír ante casi todo, nos enseñaste a vivir apropiadamente, apegados a la tierra, a la gente. Brindaré por tantas conversaciones que nos quedaron pendientes, pero también por las conversaciones acabadas, por los abrazos que tuvieron lugar, por los bailes disfrutados y, también, por las lágrimas derramadas. Todo fue importante, y sigue siéndolo a día de hoy. La lealtad, esa que tú practicabas de forma natural, sigue siendo más importante que nunca. Gracias también por enseñarnos también eso.
Tiempo habrá de seguir contándole al mundo acerca de tu legado, de tu ejemplo y de tu lucha. Cada 13 de marzo, como hago desde que te marchaste, te escribiré, en un intento de seguir hablando contigo (vino blanco mediante) y seguir riendo y soñando que un futuro mejor está a la vuelta de la esquina. Gracias por tanto, querida amiga. Gracias por hacer del mundo un lugar mejor. Y gracias, sobre todo, por hacernos entender que las convicciones van por delante de los propios intereses. Te quiero.