Cuando leer es una angustia (buena)
Crítica de 'Todos nosotros', el thriller de Javier Menéndez Flores
Título: Todos nosotros
Autor: Javier Menéndez Flores
Editorial: Planeta
Páginas: 544
Precio: 19,90 euros en tapa dura y 8,99 euros en ebook.
Fecha de lanzamiento: 15 de septiembre de 2020.
Las primeras líneas
“Fue como si un pájaro gigante surgiera de improviso al otro lado del parabrisas. Un pájaro que en vez de alas tuviera unos brazos larguísimos, y cuyos ojos —desorbitados, terribles— quisieran atravesar a aquellos otros que los enfrentaban desde el interior del vehículo, incapaces de reaccionar aún ante la visión que precedió al tremendo impacto”.
¿De qué va?
Puro thriller: en el Madrid presocialista de 1981, una pareja de inspectores de policía investiga el atropello mortal de una joven desnuda. Poco después desaparecen dos chicas de edades similares. A las tres les une un mismo hilo del que empezar a tirar: fueron vistas por última vez en locales de copas. El resto es Todos nosotros.
Lee las primeras páginas de Todos nosotros
¿Quién lo escribe?
El periodista cultural Javier Menéndez Flores (Madrid, 1969), que es todo menos un novato: ha publicado una quincena de libros entre novelas (Los desolados, El adiós de los nuestros), entrevistas (Miénteme mientras me besas, Arte en vena), ensayo cinematográfico (Guapos de leyenda) o biografías de figuras clave de la música española (Joaquín Sabina o Extremoduro).
¿Quién debería leerlo?
Todos aquellos a los que le gusten las historias de largo aliento mezclado con unas buenas dosis de thriller y misterio —incluso terror— y unas gotas de la historia más reciente de España. También aquellos que quieran conocer más y mejor las tripas de los cuerpo de Policía. No siempre todo es lo que parece.
Nuestra opinión:
De un tiempo a esta parte, la literatura parece estar conformada por novelas de altos vuelos (a veces vuelos tan altos que no se alcanza a ver la historia que se trata de contar) y libros kleenex cuyo máximo logro radica en que el lector acabe pasando páginas sin pensar demasiado y, menos aún, sin percatarse de los fallos en la trama, la pobreza del lenguaje o la inanidad de lo relatado.
Sin embargo hay espacio para esos grises que tan poco se estilan en alambicadas críticas literarias o en rabiosísimas listas de superventas. Novelas en las que lo relatado tiene una construcción sólida, los diálogos son convincentes y están bien elaborados, la trama está sustentada en una estructura lógica y el lenguaje, sin ser rebuscado, trasciende las normas lingüísticas más básicas. Eso es Todos nosotros. Además de una novela que se adentra en ámbitos tan disímiles como la psicología, la sociología y la historia. Es precisamente en este último aspecto donde se encuentra la única tacha al libro de Menéndez Flores: son demasiadas las referencias a la España de principios de los 80, con explicaciones tan prolijas que acaban sacando al lector, en momentos puntuales, de lo narrado.
Fallos menores que no lastran el conjunto de la obra, en la que destaca por encima del resto los perfiles de los personajes. En una novela de este tipo no puede haber medias tintas: los malos son rematadamente malos y los buenos lo son pese a todos los fardos y traumas que, como Diego Álamo, soportan a sus espaldas. Incluso los buenos, como no podía ser de otra forma, pueden acabar siendo los peores de todos. Todo narrado en un Madrid en el que la alegría por los primeros balbuceos democráticos quedan ahogados por los gritos y el terror que sufren las víctimas de la cadena de desapariciones femeninas y que hacen transitar al lector por zonas sombrías, aterradoras y angustiantes.
Lejos de caer en lo más sencillo —narrar una historia lineal—Menéndez Flores da una pirueta temporal, un parteaguas de dos décadas que resuelve de una forma notable pese al desconcierto inicial de desubicación. Un salto que le permite ahondar en la parte psicológica de los personajes y enfatizar la idea de que la maldad no cesa: sólo descansa a la espera de volver a actuar.
Todos nosotros es puro thriller, el que se lee con tanto desasosiego como intensidad. El que se disfruta con los libros que no solo cuentan, sino que narran. Que no es lo mismo.
El vídeo: