Cuando la sociedad civil sustituye a un Estado anémico
Romantizar estas imágenes puede hacer que se difumine el verdadero problema.
Una vez más, tras el paso de Filomena por toda España y los destrozos que ha causado, han sido los ciudadanos los que han dado una lección de solidaridad a la Administración, que en muchas comunidades y municipios está dejando que desear. El temporal ha demostrado -como hizo también la pandemia del coronavirus- la necesidad de tener un Estado fuerte y que durante las crisis, son los ciudadanos quienes se unen para solucionar los problemas de a pie.
Muestra de ello son los pequeños caminos que han abierto en las calles más afectadas por el temporal, con palas improvisadas de los recogedores que normalmente sirven para retirar las pelusas y el polvo de debajo del sofá o con las bandejas del horno. En varios barrios de Madrid, como Vallecas, los valientes que han salido a hacer este trabajo voluntariamente no sólo han limpiado las puertas de sus propias casas, también las de los demás, las calles más llenas de hielo y las entradas a los centros de salud.
En muchas cornisas tampoco queda nieve: con la ayuda del vecino de enfrente y mirando bien que no haya nadie debajo, el domingo y el lunes las ventanas se llenaron de palos de escoba que retiraban el máximo posible de nieve acumulada para evitar accidentes.
A esto se suman aquellas personas que en Madrid han tenido que asistir a sus puestos de trabajo en un metro abarrotado de gente ante la imposibilidad de circular en otro medio de transporte público, en plena pandemia por covid-19 y con los hospitales hasta arriba. Ciudadanos organizándose para poner a disposición de enfermos y sanitarios sus coches 4x4 para acceder a los hospitales. Conductores ayudándose unos a otros a salir de una autopista helada. Sanitarios andando a pie más de 20 kilómetros para relevar a sus compañeros en esas guardias eternas…
Son historias que te hacen tener algo de esperanza, además de ser carne de retuit. La solidaridad del ciudadano y la organización colectiva son, sin duda, dignas de aplauso y ovación. Pero no hay que perder de vista el fondo de todo esto: la precariedad de los servicios públicos en ciudades como Madrid, la incapacidad política de la administración o la falta de previsión para tomar medidas adecuadas. Si son los ciudadanos los que se encargan de ello, alguien podría preguntarse ”¿para qué existe el Estado? ¿Por qué se pagan impuestos?”.
Las últimas crisis han dejado al desnudo una realidad: la precariedad y la necesidad de un fortalecimiento de las políticas públicas. Una realidad que se está cobrando vidas: Dos personas sin hogar han muerto de frío en las calles de Barcelona. Dos personas en Fuengirola (Málaga) ha fallecido arrastrados por el río. Una persona en Zarzalejo (Madrid) que fue sepultado por la nieve. Cientos de niños luchan contra los sabañones en las manos tras tres meses sin electricidad en la Cañada Real de Madrid. Varios trabajadores de Zara han tenido que dormir en su su lugar de trabajo. Camioneros durante más de un día atrapados en su camión sin agua ni comida. Familias enteras sin luz, gas ni comunicaciones en la España vaciada.
Filomena ha puesto de manifiesto, como lo hizo la pandemia del coronavirus, la necesidad de invertir en políticas públicas y sociales que protejan a los ciudadanos. Claro que produce orgullo salir a la ventana y ver a tus vecinos unidos para retirar nieve. Casi al mismo nivel que produce vergüenza ver la misma imagen de Pablo Casado. Pero dejemos de romantizar esas imágenes y señalemos la causa principal. Que sirva para que los representantes públicos tomen nota, en vez de tomar una pala.