Crónica de un rechazo anunciado
El posicionamiento del PP ante la huelga feminista del 8 de marzo era, sin duda, la crónica de un rechazo anunciado. Sin embargo, hay que admitir que el argumentario cocinado en Génova para la ocasión supera con creces las expectativas. La solemne premisa de "La igualdad no es algo de mujeres, sino un asunto de todos" cobija una batería de excusas que conforman un monumento al disparate. Al parecer, a ojos del PP, esta convocatoria es "elitista, insolidaria y promueve el choque entre hombres y mujeres". Y, por si fuera poco, es un intento de "romper con el modelo de sociedad occidental". En concreto, ¿de qué modelo habla el PP? ¿Se refiere acaso al que mantiene mayor desempleo y precariedad por el hecho de ser mujer o al que le paga un salario menor por la misma razón? ¿Quizás alude al modelo que soporta cómo la violencia machista se cobra la vida de cientos de mujeres también por el hecho de serlo?
Que el partido responsable del mayor ataque a los derechos laborales de las mujeres diga ahora que es una movilización elitista porque "solo pueden hacer huelga aquellas personas que tengan empleo" es un acto de descomunal hipocresía incluso para el PP. Habría que preguntar al mismo presidente del Gobierno que no afronta la brecha salarial para evitar líos dónde está esa recuperación económica cuando de población femenina se trata. Lejos de ello las diferencias han crecido principalmente entre las más jóvenes, las inmigrantes o en aquellas con diversidad funcional. El 51,7% de las personas en desempleo son mujeres, su tasa de paro es 3,37% mayor que en los hombres y su tasa de actividad es 11,48 puntos inferior y el 74% ¿No es suficiente?
La brecha salarial, esa que a Rajoy le da alergia abordar, se sitúa en el 23%, el 90% de los permisos para cuidados de la familia se adscriben a mujeres y el 92,63% de las personas que se acogieron a excedencia por cuidado de hijos e hijas tiene nombre de mujer, datos todos ellos recopilados por el sindicato UGT. Como también tienen nombre de mujer las más de 900 víctimas de la violencia de género registradas en los últimos quince años. Frente a esta situación inadmisible el PP, en vez de tirar de decencia política, prefiere tirar de argumentario. En él olvida que ya en 2011 el hoy presidente del Gobierno anunció un plan especial a favor de la igualdad de hombres y mujeres. Siete años de incumplimiento al que se suma uno mucho más reciente como es el contenido en el Pilar Europeo de Derechos Sociales, firmado por España en noviembre pasado, y que reconoce que las mujeres y los hombres tienen derecho a la igualdad de retribución para un trabajo de igual valor.
Nada que, para la ministra de Empleo, Fátima Báñez, no pueda solucionar un totalmente injustificado ejercicio de triunfalismo. Ni trabajan más mujeres que nunca en España ni la brecha salarial es la más baja de la historia. Claro que no será la realidad la que desbarate sus titulares. En 2017, según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) hubo 8,558 millones de mujeres ocupadas, 106.000 menos que en 2008. Eso por un lado y, por otro, Báñez oculta que los datos Eurostat que esgrimió para asegurar que la brecha va a la baja ni contabilizan las pagas extra ni a las empresas de menos de diez trabajadores y trabajadoras. Una trampa más que produce de todo menos sorpresa cuando del PP se trata. Es en este contexto en el que este partido pide que no se creen "debates absurdos" que es lo que, a su parecer, son los actos feministas a favor de una igualdad plena.
Entre otras cosas, la movilización del 8 de marzo pretende una Ley de Igualdad Salarial y lo pretende porque la reforma laboral perpetrada por el PP segó la potencialidad de la negociación colectiva. Lo hizo con esa nueva argucia de priorizar a los convenios de empresa frente a los sectoriales y estatales. Así, la capacidad de negociación de los asalariados y asalariadas se reduce notablemente en un tejido productivo en el que cerca del 90% son pequeñas y medianas empresas. Por eso hace falta una Ley de Igualdad Salarial y por eso es necesario decirlo alto y claro el próximo 8 de marzo. Para construir, no para romper, un modelo de sociedad occidental que convierta en realidad los principios de igualdad de los que presume.